La vida actual está llena de dicotomías. Unas porque sí y otras, porque no.
Desde niños nos han encarrilado a jugar dentro de esas dicotomías y nosotros
las hemos trasplantado, de cualquier manera, en nuestros hijos y nietos, de ser
el caso.
A una niña se le da una muñeca y esa es su compañera de fortunios y de
infortunios, será su confidente, con ella tomará onces y podrá hablarle de su
vida. Y lo que es mejor, se supone que la muñeca contesta. Y hasta esa muñeca
puede hablar con los padres: “si mijita, dijo que te acuestes!” El ejemplo
igualmente aplicable a los niños, para que no me tilden de sexista.
Los espejos también contestan, o no?
Ya en otro blog hablé de animales. Para culminar con el asunto animal, al
menos por el momento, encontré unas citas precisas que incluyo al final, que
dan contexto al asunto.
Este artículo requiere de una aclaración previa para evitar confusiones y
fanatismos, malos entendidos y enojos. He tenido, directamente o por
interpuesta persona –mi hijo, familiares, amistades- mascotas y las he adorado,
he hablado con ellas, las he acariciado, las he llorado, las he sentido, las he
consentido y, para tranquilizar mi yo superior, también me han amado y me han
hablado.
Así como hemos humanizado las cosas, resumidas en los primeros párrafos- a
los animales –seres sintientes y no cosas, según definición legal, pero muebles
porque son semovientes (Deje la ironía, me oigo decir! Pero es que…- los hemos
ido humanizando de tal manera que se han vuelto humanos, en virtud a nuestro
deseo, mas no al de ellos).
No me opongo, cada cual en su vida e intimidad puede hacer lo que desee.
Y resulta entonces que, hablando de mascotas, para hacerlas más precisas,
el espectro se amplía, porque ya uno no
sabe qué es una mascota. Nada más ver Animal Planet y ver programas específicos
de mascotas exóticas (cerdos, culebras, cabras, terneros, arañas y ya más
aceptable, digo yo, caballos, hámster, canarios).
Y, para quienes hemos sentido los sentimientos que se comparten con una
mascota, les hemos encumbrado a unos niveles de humanidad nunca antes
vistos. En la antigüedad –podría afirmar
que se debe entender por ésta de 1980 para atrás, como creen los actuales
jóvenes- los animales eran animales y luego pasaron a ser mascotas, es decir, a
compartir los sentimientos humanos de los humanos, a ser objetos de ellos
–porque debe recordarse que a diferencia de los humanos, en ellos
–particularmente perros y gatos- hay –o al menos creemos que la hay-
afectividad sincera e ilimitada, mientras que nosotros nos creemos con derechos
sobre ellos mas no con obligaciones –Ayyy se me olvidó ponerle comida, pero
bueno, a la hora que llegue lo haré! Eufemísticamente, que se aguanten a que
llegue yo-. Aunque siguiendo el símil, en muchas familias pasa lo mismo
respecto de los hijos. (Oigo otro dejo de ironía!)
Pero también es cierto como señalara un filósofo de la antigüedad
–literal-, entre más conozco a los hombres, más amo a mi perro. Y eso lo he
confirmado más de una vez.
Y de la deshumanización del hombre qué? Habrá alguien que me pregunte, por
aquello del título, no lo he olvidado.
Podemos empezar por los políticos y todo lo que la corrupción implica en
ellos y desde ellos. Están deshumanizados per se, porque no pasan de ser
rastreros, ratas, alimañas –con el perdón de estas especies, que no tienen la
culpa de que algunos humanos se hayan apropiado de sus propiedades innatas,
haciéndolas suyas-, pero a ellos los podemos deshumanizar con tranquilidad de
conciencia. Son desechables que si es cierto que todo se paga, el cielo no es
para ellos!
A los ladrones de profesión
reconocida, estafadores y demás ‘alimañas’ dedicadas con conciencia a esas
artes –tengan o no cuello blanco-, de igual manera si es cierto que existe
cielo, éste no es para ellos, de acuerdo a la promesa –humana- que nos han
hecho. No merecen llevar el título de hombres, como tampoco los anteriores.
Deberían ser considerados parias. (Que no se confundan con los parias de la
Internacional que cantaban comunistas y comunistoides, según me acabo de enterar).
Y sin eufemismos. Vagos, indigentes, gamines, drogadictos por querencia o
por profesión, todos ellos han sido deshumanizados, por sus congéneres, entre
los cuales me encuentro. No sé si lo son “porque el mundo me ha hecho así, porque
nadie me ha tratado con amor, porque nadie me ha querido nunca oír”,
porque la vida no les dio oportunidad, porque kármicamente les correspondió,
porque lo son y punto, pero por cualquier razón han sido deshumanizados –aún
por mí-.
Y para la gente ‘decente’, entre los cuales
me rotulo, además de haber sido deshumanizados, ellos (-Ese ellos me sonó
despectivo? Oí decirme, pero en mi defensa señalo que es para evitar la
exagerada repetición, me miento yo) son invisibles y, generalmente, padecen
enfermedades de contagio automático, porque nada más van pasando, todo el mundo
se aparta, cruza la calle, se aleja, les evita –aprendí a no quitarme de donde
voy, salvo olor imposible de compartir y en lo posible, verlos a los ojos, al
menos que sepan que los vi y que estoy en guardia por si tratan de atentar
contra mí. Me ha ido bien, porque pareciera que al menos respetan eso, espero
que el sortilegio no me falle nunca-. En alguna oportunidad ellos se quejaban,
no sé si lo vi en un documental o en un artículo de prensa, que lo que más les
molestaba era que la gente los hiciera invisibles, como si no existieran, que
les dolía que no fueran ni siquiera vistos como seres humanos de baja
extracción. Pero la sociedad nos ha conducido hasta allí y así los vemos, al
menos yo he de confesarlo. Semejante situación sufren a quienes consideramos
“los pobres”, los vemos menos que nosotros, inferiores en muchas condiciones,
los deshumanizamos en su gran mayoría, pero somos tan contradictorios que,
igualmente en la generalidad de casos, dejamos que eduquen a nuestros hijos,
que les den el cariño y cobijo rentado que no podemos dar y que llamamos
‘muchachas’. Igualmente están las del ‘tinto’, aquellas que además de darnos
ese tinto diario, se encargan de limpiar nuestras cagadas en los baños, porque
ni siquiera allí sabemos comportarnos –al menos yo sí, pero el plural en
primera persona, siempre resulta sonoramente papal y eso le da dignidad (¿) a
lo hablado y al hablador-.
He de confesar que sí, prefiero a un perro
que a la raza humana, porque, como con Fernando Vallejo, ésta me ha
desilusionado grandemente –entiéndase como raza, quienes me conocen, habrán de
entenderme, en el mejor sentido y digo esto para que no se sientan todos ofendidos-.
Y sigo sin explicarme, porque a una mujer se le conmueve cantándole al oído
“cosas como tuuuu, son para adorarlas…”
16 de mayo de 2016
Luego de escrito este blog, me
encontré en las columnas de El Tiempo (edición del 21 de mayo de 2016, de
Adolfo Zableh Durán, un artículo titulado: Los dueños de mascotas. Los
animales). Lo transcribo en las partes que me llaman la atención y me gustaría
que se leyera con objetividad, lejos de cualquier sentimiento o subjetividad y
sin sacar ninguna conclusión, para no influenciarse de malas energías, para
unos, o de aplausos, para otros.
“Los dueños de mascotas no son mejores que los demás. Que le den su amor a
un animal más que a una persona no es una virtud, es apenas una elección de
vida. (…) Vestir sus mascotas, cargarlas en carteras que valen más que la
mensualidad de un colegio, tratarlas como personas, llenarlas de comodidades,
exigir que los dejen viajar con ellos en las cabinas del avión, decirles ‘mi
hijo’ y hasta celebrarles el cumpleaños no los hace animalistas, los hace
idiotas. (…) Y no digo que no haya quien ame a sus animales de manera
responsable y les haga la vida más placentera, pero muchos se hacen con un
animal para llevar sus propios vacíos emocionales. (…) Y no tienen punto medio
esas personas que pasan del odio al amor en dos segundos. Son bondadosas,
caritativas y hablan con la dulzura del Dalai Lama hasta que alguien las
contradice. Ahí pasan a un discurso agresivo, carente de la bondad y la
compasión de las que hacen alarde. Uno podría acusarlas de lo mismo que acusan
a los demás, de insensibilidad. (…) Su discurso es tan agresivo y precario como
aquello que critican. (…) Los animales no son personas, solo merecen respeto
como cualquier ser vivo, y eso no tiene nada que ver con leyes divinas o
humanas, es más una ley de la vida. Usted no tiene que malcriar a los animales,
con que no les joda la vida ya está
haciendo un gran trabajo.”
Y ya para publicar este blog, me
encontré lo siguiente, que debe ser leído tal como aconsejé en el párrafo
anterior:
“El amor por los animales hace que las personas los
traten como seres humanos y por eso se pueden ver restaurantes de lujo para
perros, escuelas, fiestas de cumpleaños, clubes, peluquerías, almacenes de ropa
y otros establecimientos dedicados a someter a los animales a actividades
propias de las personas. Cesar Millán explicó que si bien los dueños de los
perros hacen esto porque quieren mucho a sus mascotas, eso no significa que sea
un buen trato. Por el contrario, humanizar a los animales hace que pierdan su
identidad, que se sientan frustrados, ansiosos e inseguros. No se están
teniendo en cuenta las necesidades del animal. El ser humano se ha enfocado en
ser profesional y no en tener familia. Por eso quieren llenar ese vacío con los
animales. Pero los animales se sienten incompletos porque no son seres humanos
y tienen otras necesidades físicas y psicológicas”, aseguró Millán en una
entrevista con la revista mexicana Contenido. Millán
también dijo que hace 50 años los problemas psicológicos de los perros no eran
tan frecuentes porque eran tratados como animales y estaban en espacios
grandes. Ahora viven dentro de una casa, aburridos y sin actividad física. Un perro de la calle se comporta mejor que uno que
vive dentro de la casa. – Agregó Millán - Tiene ese reto de sobrevivir, de
buscar alimento y desarrolla todas sus capacidades. El perro que vive en la
casa no tiene trabajo, no camina más de 15 minutos, no tiene propósito”.
(Revista Semana. 2016/05/22
21:27 http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/cesar-millan-dice-que-humanizar-a-los-perros-tambien-es-maltrato-animal/474746)
IN MEMORIAN. COQUI, OTRO QUE DECIDIÓ SEGUIR SU PROPIO CAMINO, AL HABER CULMINADO EL DE ESTA.
IN MEMORIAN. COQUI, OTRO QUE DECIDIÓ SEGUIR SU PROPIO CAMINO, AL HABER CULMINADO EL DE ESTA.
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