sábado, 14 de mayo de 2016

REFUGIOS, REFUGIADOS, SUBTERFUGIOS

“Refugiado, refugiada. Adjetivo/nombre masculino y femenino [persona] Que se ha refugiado en un país extranjero a causa de una guerra o de sus ideas políticas o religiosas.”

“Migrante. Adjetivo/nombre común. 1. [persona] Que llega a un país o región diferente de su lugar de origen para establecerse en él temporal o definitivamente.  Sinónimos: inmigrante. 2. [persona] Que migra. Sinónimos: emigrante.”

“Asilado, asilada. Adjetivo. 1. Que está acogido en un establecimiento benéfico. 2. nombre masculino y femenino. Persona que tras pedir asilo, y sin tener estatuto de refugiado, vive a expensas del Estado que lo acoge.”
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El tema de los refugiados africanos, sirios, del medio oriente y, en general, de cualquier parte del mundo, que no pueden convivir en su propia tierra, por culpa de unos cuantos que, con el tiempo, tampoco llegan a saber por qué andan peleando, como nuestra guerrilla, me ha dado a pensar.

Tengo dualidad de sentimientos al pensar en el tema. Es cuando Mr. Hyde y el doctor Jekyll se enfrentan dentro de mí y, espero que nadie se ofenda, no sé cuál de ellos prevalecerá en este blog, aunque si he de ser sincero, la excusa sobra, porque lo plasmado será lo que yo pienso, independientemente de su aceptación, tal como lo expresé al iniciarme como ‘bloguero’.

No recuerdo bien cómo logré construir un símil para darme a entender, para expresar esa dualidad de sentimientos: sería a través de un sueño, algún día echando globos o dejándome llevar en alguna conversación, no lo recuerdo pero el asunto era el siguiente y espero que sea lo suficientemente ilustrativo para que cada cual evalúe en su silencio.

Digamos que fue un sueño. Se inició con una panorámica de un conjunto residencial. Suficientes personas viven y se aglomeran en él, y como paisajes en cascadas veo cómo sin pensarlo y sin expresarlo, porque se da por entendido, cada quien quiere su seguridad, cada cual mantiene su distancia, contiene su cortesía y encierra en sus paredes sus terrores.

Por cualquier circunstancia de la vida de la cual no se está exento, en la puerta aparece un grupo de personas, numeroso por demás, que requiere de un asilo, aparentemente transitorio y desde afuera se ve que en el conjunto hay espacio suficiente para albergarlos. El grupo de afuera tiene, aparte de los ojos ya cansados de llorar, una bolsa en donde cargan lo poco que lograron rescatar y en sus miradas no ofrecen nada, porque ya nada tienen.

Y es en ese momento en que nacen entonces los diversos sentimientos, todos justificables, de acceder a la petición de asilo. Se hace una especie de paneo fílmico en donde se muestran partes interiores del edificio, dejando al imaginario ver que hay unas áreas comunes en donde se pueden recibir algunos, otros podrían estar acomodados en apartamentos, y tal vez no todos, pero un buen número puede lograr cumplir con la tarea del buen samaritano.

Se ve un grupo dentro del interior del conjunto, creo que la mayoría inicial, que se opone a cualquier tipo de acceso. Y pienso que están en su derecho. Quién permitirá que desconocidos sean albergados en su zona de confort? Respondiendo la pregunta, me veo en este grupo. Y como un pensamiento colectivo, se ve que no sólo es cuestión de dejarlos entrar, también incluye el suministro de espacios de intimidad, de baños, de alimentación comunal y quien recibe, debe cubrir su costo, por regla general. Pensamos al unísono que no todos los residentes tendrán los medios para ayudar, sea porque literalmente no tienen, sea porque tienen una excusa convincente (de ahí el Subterfugio. Del lat. subterfugium. 1. m. Efugio, escapatoria, excusa artificiosa” que sirve de título por cualquiera de las acepciones que se quiera), o porque en últimas no se les da la gana, aunque no son capaces de expresarlo en voz alta, son los que se limitan a mover la cabeza apoyando a la otra mayoría. Y están en su pleno derecho. Yo sigo en el grupo, sinceramente no creo tener espíritu de buen samaritano, a pesar de que cuando se trata de plata ajena soy muy amplio distribuyéndola. Lo más fácil de la vida es divagar con plata ajena. Por eso soy enfocado.

Y quienes son los refugiados? Desconocidos, los menos favorecidos, si vamos a hablar con eufemismos. Desconocemos sus costumbres, su cultura. Todo desconocido recién llegado, siempre se comporta dentro de los mejores parámetros de cortesía y educación, propia del ser tenido como ‘recién llegado’. Ese grupo incluye ancianos, niños, hombres y mujeres de todas las edades, colores, educación. Es un conjunto variopinto. Se ve así porque no se enfoca gente de estrato alto, pues de serlos no estarían solicitando ayuda, estarían con sus pares o en otra de sus propiedades, apenas natural –aunque no escapa algún avivato rico que se hace pasar por Sisben, como se ha podido demostrar-.

Y como si una cámara me siguiera, veo a quienes de ordinario han sido mis vecinos y cohabitan en el vecindario. He encontrado todo tipo de arribismo, también los solidarios, los indiferentes, los gamines –independientemente del estrato- y los decentes -independientemente del estrato-, los comprometidos, los insultantes. Soy de aquellos que mientras no se metan conmigo, soy la persona decente que cualquier persona quisiera tener de vecino.

Cómo elegir? Fue la pregunta de unos pocos, con lo cual se abrió la grieta de la puerta del rechazo. Difícil decisión, porque es difícil separar a una familia, cualquiera sea la noción del grupo familiar, pues algunos vivos lo extienden hasta a los novios y ya que se incluyó a éste, de taquito toca a la parentela de éstos! Y tienen ese derecho, aunque, al ser la parte débil de la situación, es lo toman o lo dejan y ellos serán quienes decidirán por cual optan. Así de simple era el raciocinio, indiferente al sentimiento que se pudiera tener. La realidad es realidad –a pesar de ser un sueño-, a menos que se quiera pensar en esa realidad eufemísticamente (ya esta  palabreja se está involucrando en mis escritos, creo que porque ya se involucró en la realidad cotidiana y me molesta no llamar al pan, pan).

Alguien dijo que no hacer filtro era peligroso, porque cualquiera indeseable, se podía colar. El comentario por sí solo hizo mella. Otro alguien sugirió que el de ojitos dormilones, podía quedarse en su apartamento. De esta manera la grieta de rechazo inicial se fue abriendo, sin embargo hubo un momento en que el hecho de abrir la puerta significó recibir un empujón porque todos querían entrar, a las buenas o a las malas. Los unos podían tener derecho, pero más derecho tenían los otros. Era una lucha de fuertes y contrafuertes. Y me preguntaba cómo podían tener derecho quienes no tenían ningún derecho? De cuándo acá?

Entonces hubo un salto tempo-espacial propio del sueño. En unas zonas comunes y parqueaderos, había gente aglomerada, echada en el suelo, con temor a levantarse porque sentían que podían perder su sitio. Ya tenían derecho sobre ese espacio. En los pasillos y alrededor de las puertas de acceso al apartamento igualmente había un gentío arrumado. Igualmente habían obtenido un derecho. Por mi parte, a uno le daba temor abrir la puerta de su propio apartamento, bien para entrar o para salir, por el miedo, sí miedo a que se le colaran en su zona de comodidad, en su propiedad. Una cosa era ceder un poco de derecho, pero no que le terminaran quitando sus derechos, todo bajo la sombra de un eufemismo llamado humanidad o el arte del buen samaritano. A eso sí no iba a ceder, ya habían cedido bastante aquellos que habían dejado abrir la grieta.

Y pensando en esto, el tiempo pasado hizo que aquellos cariacontecidos iniciales, se volvieran otros seres. Ya no cuchicheaban, ya hablaban en tono alto. Las miradas iniciales de corderos degollados se volvieron miradas envalentonadas, parecía como si, por arte de magia, les hubieran brotado derechos de las sombras. Y así los asilados, primero uno arriesgado, luego otros que le apoyaban y después los muchos, se sintieron con derecho, con derecho a exigir. Hay hampones disfrazados de buenas personas, con el tiempo la desesperación hace que se murmure con otra voz, nace el odio y la desazón, nacen todos los sentimientos más turbios, el mercado negro de mercancías y de sentimientos.

Y alguien dijo: sí vieron? Yo lo dije, denles la mano y verán… Yo también lo pensé. Me había quedado sin hogar, había sido desalojado y ya no tenía derecho, me lo habían arrebatado quienes inicialmente no lo tenían y eso me enfureció. Desperté hecho una furia, no había derecho!

Ya despierto vinieron mil cuestionamientos. Los habitantes de un territorio no pueden ser obligados a ser invadidos, legal o ilegalmente. Tienen el derecho  a su territorio. Los invasores, tienen derecho a no ser expulsados de su patria, pero lo han sido, pero tampoco pueden pretender que se les acoja a la fuerza. El que está, tiene sus derechos; el que llega, los perdió, a pesar de las vanas promesas que se les haga. Una cosa es acoger con voluntad a una persona y otra, muy diferente, acoger a una persona que trae consigo mil más, a la brava. Los que vienen, no quieren quedarse donde están, quieren ir más allá, al país de sus sueños –Alemania o USA-, porque se supone que allí en vez de maná lloverá plata! Eso les han prometido. Y hay que alcanzar la meta a como dé lugar, arrasando, trampeando, llorando, sometiéndose.

Es una desgracia la situación. Y dice mucho de nuestra raza! Me he preguntado: por qué no han fusilado a todos los que trafican con esos sentimientos? Por qué no han fusilado a quienes, bajo cualquier argumento, han expulsado o han obligado a sus congéneres a refugiarse? Por qué hacen promesas que no van a cumplir a los refugiados? Por qué no dejarse de eufemismos y decir sí o no, pero cumplir? Por qué la ONU en vez de darse golpes de pecho –y despilfarrar la plata en otros asuntos- no toma las medidas que le corresponde? –sigo pensando que la ONU, sus derivados y demás siglas sirven para tres cosas y la última, es para nada, como las otras dos!-.

El problema final es que todos tenemos derechos y a la vez, todos sentimos que tenemos derechos, qué dilema!

El temor de Europa era ser invadidos, ahora han sido invadidos por aquellos que en el pasado explotaron, pero no los consideran conquistadores, como ellos sí lo fueron en su momento (¿).

Por último, si me preguntan de qué me avergüenzo? Sólo podré decir que de mis ‘hermanos’, los seres humanos, con o sin eufemismo. Dormido y despierto.

Para terminar, me encuentro dos alusiones al tema, que miran otra cara de la moneda, la parte de quienes ven con humanidad el problema:

“Aunque la historia del mundo es la historia de los migrantes, no siempre es fácil llegar para quedarse en tierra ajena. Pasa de nuevo aquí y ahora.
La historia del mundo es la historia de los migrantes. Nuestros ancestros, los de todos, en algún momento llegaron de otros lugares. Si no fueron los padres, fueron los abuelos, los bisabuelos o más atrás. Y eso pasa en cualquier esquina de este planeta construido por colonos y viajeros de todas las razas. Sin embargo, nos cuesta vernos a nosotros mismos como hijos de migrantes y por eso no tendríamos por qué mirar con desprecio a los que vienen de lejos. Pero los nacionalismos han logrado distanciarnos y aparecen locos que hablan de muros y consiguen votos señalando con el dedo y condenando a los extraños.
Al final somos todos mestizos, no importa de qué color tengamos la piel. Pero aun así insistimos en sentirnos diferentes y con ello provocamos tragedias. (…)
Lo más triste es que como nunca antes hoy estamos conectados con todo el planeta. En tiempo real y de manera instantánea sabemos lo que pasa al otro lado del globo y podemos hablar viendo la cara del interlocutor que está a miles de kilómetros. La economía está globalizada y las redes sociales han tejido una nueva manera de comunicarse que trasciende todo. Pero hoy, justamente hoy, en ese mundo globalizado se cierran fronteras, se construyen muros y se intenta frenar a los que vienen de otras tierras.
Es la paradoja del siglo XXI: cuanto más conectados estamos, más lejos nos sentimos de los otros.”

Y Savater:

“el imbécil ‘aquí somos así’ y la mitificación de las ‘raíces’ propias –como si los seres humanos fuésemos vegetales- bloquea la verdadera necesidad  humana de hospitalidad que nos debemos unos a otros de acuerdo a lo que hemos llamado ‘dignidad’. Para quien es capaz de reflexionar, todos somos extranjeros, judíos errantes, todos venimos de no se sabe dónde y vamos hacia lo desconocido (¿hacia los desconocidos?), todos nos debemos mutuamente  deber de hospedaje en nuestro breve tránsito por este mundo común a todos, nuestra única verdadera ‘patria’. Lo ha formulado muy bien un escritor judío contemporáneo, George Steiner: “los árboles tienen raíces; los hombres y mujeres, piernas. Y con ellas cruzan la barrera de la estulticia1 delimitada con alambradas, que son las fronteras; con ellas visitan y en ellas habitan el resto de la humanidad en calidad de invitados.” (–Las preguntas de la vida-)

Y en últimas, el problema es político-económico y ahí sí, prefiero dormir en la ignorancia a que una rabieta acabe con mi corazón, ya de por sí atribulado.

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1 “Estulticia. Nombre femenino formal. Ignorancia, necedad o estupidez de una persona.” (Google). Sobra decir que resulta rara palabra para tan bonita definición.



Erratas del anterior blog:
“de ver la cotidianeidad de ajena”

“Ya me cansaron con esae mismo discurso que se convierte en retahíla.”




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