Ha sido una pregunta que siempre me he hecho. Cómo toda esa gente corrupta,
desde policías rasos a altos ejecutivos –públicos, privados y mixtos por
incluir a ONG y fundaciones disfrazadas de honorabilidad- pueden llegar a
dormir con tranquilidad, a sabiendas de que la plata que tienen no ha sido
honrada?
Entiendo a narcos y hampones que han decidido por esa vida, saben y
reconocen lo que son y supongo que duermen con un ojo, porque saben en qué se
metieron. Hasta uno puede llegar a pensar que al menos ellos tienen conciencia
de lo que son, en la realidad y ese punto hay que reconocérselos a su favor.
Pero y los otros? Los he visto, conozco muchos, he sabido de otras tantas
historias contadas por los directos responsables o implicados, sé que el mundo
de la política se mueve en medio de corrupción, lo he vivido –aunque doy
gracias a Dios porque nunca fui ni siquiera salpicado-.
A manera
anecdótica, un jefe que tuve, en alguna oportunidad tratando de tantearme me
presentó una situación hipotética, en que decía cómo la esposa a veces
insinuaba ciertas cosas y que presionaba para buscar otras fuentes –hábil el
hombre para decirlo e insinuarlo-, pero afortunadamente me acordé en ese
momento una frase de mi papá: No hay mejor forma de dormir que con la
conciencia tranquila. Nadie puede golpear a deshoras. El hombre de la anécdota,
como siempre uno piensa, tuvo sus tropiezos y no le ha terminado de ir bien.
Uno de los
pensamientos o de las esperanzas o de los consuelos de los honrados es que
algún día esos ‘también caerán’, que algún día se les acaba la suerte y caen
–el deseo de venganza de quienes no lo hacemos?-. Pero desafortunadamente he
visto que la gran mayoría no cae. Es un consuelo que caigan tipos como los
Nule, como los Moreno Rojas y otras joyas que mientras estuvieron en el
curubito se creían amos y dueños del mundo. Hoy, doy personalmente gracias a
Dios, por haberles hecho probar la cárcel, aunque no en toda su intensidad,
daría un nuevo agradecimiento si así fuera (soy consciente de que peco por el
deseo de la revancha justiciera celestial –ya que la mundana igualmente está
contaminada-), lo que va contra las obras de caridad, pero ‘heme aquí’-. Y
precisamente salieron estos artículos que por sus solos títulos ilustran el
grado de corrupción a que hemos llegado, naturalmente a favor de los corruptos:
“El 'quite' que los Nule le hicieron a la cárcel” (http://www.semana.com/nacion/articulo/guido-y-miguel-nule-consiguen-beneficio-de-casa-por-carcel/474975) y
sobre la bondad que sólo se adquiere en la cárcel: “La espiritualidad de Juan
Carlos Ortiz” (http://www.semana.com/confidenciales-semanacom/articulo/la-espiritualidad-de-juan-carlos-ortiz/474768#).
Amén.
Es una verdad a voces silientes –si se me permite la palabra por
silenciosas- que en política todo está nublado de corrupción. Un porcentaje del
contrato por la palanca –en el caso de contratistas que deberían ser
empleados-; un porcentaje por el contrato de obra –otro por la ampliación, otro
por la adición, otro por el desequilibrio económico del contrato, etc.-; una
selección de una empresa fachada de propiedad de un familiar –eufemismo dicho-
naturalmente a dedo, como se dice; un puesto a cambio de un accionar poco
cristiano; y así la lista puede ser larga, nada más ver el estatuto
anticorrupción, el código disciplinario y todos esos saludos a la bandera para
saber que a más ley, más corrupción y que fue diseñado precisamente para “los
de ruana”.
Que he mirado para otro lado? Pues claro, ni pendejo que fuera. En este
país no es posible encontrar tampoco funcionario recto y honesto que
investigue, lo que suele acontecer es que el denunciante termina condenado y
para colmo, de antemano. Hace mucho tiempo perdí la fe en la Procuraduría, en
la Fiscalía y en cualquier autoridad de investigación, porque conocí de primera
mano, de cuento, de comentario de involucrados, cómo esos corruptos que uno
conoce o llega a conocer están también dentro de esas entidades y todo se
arregla, por recomendación o por plata. Para ellos vale todo. En alguna
oportunidad, por no decir varias, oí recomendaciones en el sentido de que si
quería que le fuera bien en la investigación lo más sano era contratar como
abogado a fulanito –que casualmente había trabajado en esa entidad
investigadora o era pariente del investigador-.
Veo a la gente que uno conoce como simple empleada o con unos ingresos
medios, pero ya hoy en día con total desfachatez, manejando carros de los que
llaman de alta gama, les veo viviendo en mansiones de mil millones, sus hijos
en colegios o universidades que no cualquiera puede pagar y me pregunto yo,
cómo hacen para tener ese ritmo de vida, con el sueldo que al parecer ganan?
Endeudándose? Ni pendejos que fueran.
En alguna oportunidad igualmente conocí a un mayor del ejército y en medio
de tragos y con gran aspaviento narraba –no comentaba, narraba sacando pecho-
cómo si se llegaba a mayor y no se hacía plata, estaba muerto. Y tenía estilo,
según comentaba jocosamente, para pedir sin ‘dar papaya’ haciendo insinuaciones
tales como ‘esa nevera se vería bonita en mi casa’, ‘no cree que ese piso se
vería lo más de bien en la entrada de mi casa’ y así por el estilo. Esto con
los proveedores. Con los contratos más grandes, cada rango que intervenía tenía
su porcentaje ya definido. Porque hay que pasar por coronel y por general,
naturalmente sin olvidar los mandos medios, porque igualmente el sargento come.
Lo dejé de ver hace muchísimos años y no sé si ascendió o no y si sigue rico y
haciendo de las suyas, o ya la vida le pasó la cuenta, porque sinceramente
hasta olvidé su nombre.
Y veamos por donde se quiera. Ya saltaron los carteles privados del papel,
del azúcar y demás. Y todo por la plata. El invento de las ONGs y fundaciones,
todo sin ánimo de lucro! Y todo por la plata.
He visto llorar a contratistas-empleados que a veces no tenían cómo pagarle
la comisión que le cobra el honorable senador, representante, diputado o
concejal para mantenerlos en el puesto. Y no es invento mío. Recuerdo a una
conocida que en un momento dado me pidió consejo sobre si debía continuar
pagando la comisión a un concejal anónimo de Bogotá –porque nunca había oído
ese nombre- y ella se contestó, haciendo alarde de confianza y valentía, que al
carajo con aquél. Supe con el tiempo que afortunadamente le sonó la flauta y la
dejaron tranquila. Y naturalmente miré hacia otro lado. Pero la piedra que me
dio cuando me lo contó, sólo me llevó a pensar que Dios no podía ser tan
indiferente permitiendo tanto hampón disfrazado.
No estoy descubriendo el agua. Tampoco pretendo darme golpes de pecho. Fue
el tiempo el que me llevó a descubrir que más allá de mis narices estaba un
mundo real, pero no deseable. Por eso confieso que he mirado hacia otro lado,
en más de una ocasión, porque simplemente así lo preferí antes de meterme en
problemas, nunca he sido aficionado a meterme en ellos, porque no me gusta
morir crucificado.
Hoy lo escribo, porque gracias a Dios, viví de mi salario y tengo lo que
con él obtuve, no le he quitado nada a nadie y puedo seguir durmiendo con mi
conciencia tranquila.
Sin pretender ser juzgador, entre los posibles lectores de este blog, puede
haber alguno que encaje dentro de los diferentes episodios narrados. Cómo me
gustaría que me contara, cómo hacer para dormir tranquilo? Sin el temor de que
alguien le cobre por las malas lo que ha hecho de forma poco honorable? Cómo le
puede decir a un hijo que es honrado, a sabiendas que no lo es? Si la justicia
existiera, si confiara en ella, diría que algún día le llegará el momento. Si
en Dios confiara en estos temas, sabría que a cada cual le llegaría su momento.
E involucrando a Dios en esta disquisición, en la cual Él no tiene velas en
este entierro, me pregunto, si existiera el cielo, naturalmente, con qué cara
puede llegar uno a ese cielo a pedir asilo, sin tener la conciencia limpia? Qué
puede decir uno, si se supone que Allá todo se sabe…
Sigo preguntándome, pero de pronto duermen tranquilos, porque, como anota
Savater:
“Nadie quiere ser resumido simplemente en el
catálogo de las malas acciones; a quien nos reprocha un atropello le
respondemos ‘no pude evitarlo, quisiera haberte visto en mi lugar, yo no soy
así, etcétera’, intentando a la vez trasladar la culpa a la sociedad en que
vivimos o al sistema capitalista pero conservando abierta la posibilidad de ser
limpios, desinteresados, valiente, mejores. (…) En nuestra época abundan las
teorías que pretenden disculparnos del peso responsable de la libertad en
cuanto se nos hace fastidioso: el mérito positivo de mis acciones es mío, pero
mi culpabilidad puedo repartirla con mis padres, con la genética, con la
educación recibida, con la situación histórica, con el sistema económico, con
cualquiera de las circunstancias que no está en mi mano controlar. Todos somos
culpables de todo, luego nadie es culpable principal de nada.”
Foto: JHB (D.R.A.)
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