El lenguaje se ha venido modificando con los años, a partir supongo de la
llamémosla ‘invasión de los gringos’ –desde la época del eterno grito de manifestación:
‘gringos go home’-, de una parte y, de otra, la implantación de la tecnología
en la vida de rutina diaria, haciendo en esa medida, que los significados se hayan
ido trastocando, unos, acomodándose otros, o camuflándose en diversa
significancia, algunos más.
Ya se habla de palabras incluyentes; la concientización de antaño se volvió
concienciación; la tablet, el pin, el mándamela por whatsapp (léase guasap), y
de youtube pasó a youtuber, de blog a bloguer, bloguero para nosotros y hasta
se habla de blogósfera!
Y ni qué decir de las ciencias actuales, en donde los doctores proliferan,
usando una terminología de la estratósfera para sólo entenderse entre ellos –y
eso!-, que no dicen nada, pero pretenden decir mucho –y por eso son doctores,
supongo!-. Precisamente para minimizar, si se quiere, algunas razones del
apagón oí una explicación que hablaba sobre ‘beneficios concentrados’ y ‘costos
distribuidos’, de lo que no entendí ni jota, hasta que logré desentrañar que se
referían a los beneficios para los dueños y la distribución del costo para los
usuarios –recordé aquello de lo ancho pa’ ellos…-. Me pregunto entonces por qué
no se puede hablar en el sencillo idioma en que entienden tanto letrados como
el simple vulgo, pero lo que veo es que se impuso el lenguaje del descreste.
(Para impedir seguir en esta desviación de mi pensamiento, preferible continuar
en el tema que me ocupa, previa desviación inicial obligatoria, creo).
He de ser sincero, no tenía idea qué era un blog, sólo sabía que estaba de
moda, era gratis de hacer y, presumía yo, tenía unas reglas, tales como:
opiniones, concretas, de corto espacio –no más de dos hojas-. Hoy, para hacer
este artículo –o blog, si quiero estar en la moda y pasar por persona letrada
en el tema, mas no ilustrada-, me dio por averiguar lo que significan tales
palabras, si soy bloguero lo menos que puedo hacer es enterarme. Creo que no
atiné mayor cosa. El blog resultó ser una bitácora personal, en cuyo caso no es
mi intención, ni pretendo escribir sobre cada uno de los pasos que da mi vida,
a quién le puede interesar, tal vez sólo a mí y eso! La mejor explicación que
pude encontrar le define por el lado de lo que no es: “Un blog no es revista, no es periódico, no es enciclopedia,
no es radio ni televisión, tampoco es libro, es una bitácora personal, que
aunque escribas sobre comida,
tejido a crochet, cine o los astros, en los escritos deberá verse reflejada tu alma
y la pasión que sientes por el tema, que quienes te leen, percibirán como por
tu público también.” (http://blogsespanol.about.com/od/Bloguear/a/que-Es-Un-Bloguero.htm).
Como sea, quedé ilustrado y no me
perdonaré el apartarme del tema de hoy, como parece tendencia mía.
La crítica. Siempre entendí la
crítica como un concepto, neutro, a pesar de tener las variantes de acuerdo con
el tema principal: crítica a la razón pura, crítica literaria, filosófica,
culinaria, pero enfocada en un solo concepto: emitir una opinión objetiva
llevada por la razón. Por eso la entendía como una sola, con un solo nombre:
crítica.
Pero en el camino de la vida me fui
encontrando que, así como el lenguaje, el concepto, al menos en el ámbito
popular, fue siendo tergiversado, camuflado, alterado, acomodado y trastocado.
Y adquirió personalidad, de esa personalidad en que la ironía y el veneno le
dan cuerpo y surgió a la vida la pregunta que, al menos a mí me produce
escozor, rabia, irascibilidad y muchas otras cosas más, que prefiero no mentar:
“Te puedo hacer una crítica? -y quien la hace agrega el ingrediente mortal-
Constructiva?”
Téngalo por seguro que, por
principio, no es constructiva, lleva el veneno necesario para hacer sentir a la
persona criticada en el punto preciso en que el ego genera su mayor dolor. Por
lo tanto, una persona razonable deberá responder de inmediato y sin pensarlo
con un NO rotundo, es decir, no dar papaya porque ya se sabe cómo ese ego va a
ser insultado. Sin embargo, todos caemos y respondemos con el tímido sí,
mientras evaluamos cómo nos va a afectar esa crítica –aunque sabemos de
antemano lo que nos viene pierna arriba- y, naturalmente, el efecto será
directamente proporcional al daño que hemos recibido. Estas críticas
constructivas nunca lo son, siempre terminan siendo destructivas, disfrazadas
de humilde oveja –pero de las negras!-.
Eso me llevó a Wikipedia, mi
enciclopedia favorita y encontré que no estaba demasiado errado en mi
apreciación; es algo semejante a como puedo explicar el sol, entendido como
concepto, que no es malo ni bueno, es simplemente el sol, que cumple su papel,
independiente del resultado que pueda generar su accionar. Pero bueno, continúo.
Fue la modernidad la que le dio los
alcances de constructiva o destructiva y así encontré que existe una seudo
crítica, con diversas tipologías: “Modernamente, en el
lenguaje popular, la palabra crítica tiene acepciones pretendidamente
positivas o negativas (se equipara la crítica
clásica a una secuencia
sistemática de objeción,
oposición y confrontamiento, por reducción hasta un estado de dilema del bien y del mal). Según su intención o tendencia, una Pseudo crítica puede ser negativa (destructiva) o
positiva (constructiva).” (https://es.wikipedia.org/wiki/Cr%C3%ADtica).
Es así como escudados en esa
hipócrita pregunta se derrocha un veneno cuyo alcance uno no alcanza a entender
ni dimensiona el daño de la explosión que se produce. Obviamente, la persona
que dijo sí, no puede arrepentirse, tiene que tomarlo lo más deportivamente que
pueda, para dejar que la explosión se produzca cuando el preguntador no se
encuentra cercano. Naturalmente el ofendido puede, como casi siempre se suele
hacer en la actualidad, de igual manera, usando otra frase –que igualmente me
ofende- y que de manera despectiva se dice: “Me resbala…” -los siquiatras
podrán evaluar el alcance que al interior de la persona tienen esas palabras
dichas, como única defensa inmediata-. Luego de ocurrido el suceso es cuando
uno recuerda que casi siempre, en estos casos, uno se vuelve más inteligente dos
minutos después del suceso, pero el daño ya está causado.
Esto me lleva a concluir que uno se
está educando para tener que leer más allá de las palabras, porque ya la
palabra no tiene valor –en sentido literal y también en el extensivo que se le
pueda dar a la frase-.
Por eso me negaré a aceptar una “crítica
constuctiva”, por saber previamente el transfondo con que me quieren herir y ya
no estoy para esas lides.
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