miércoles, 5 de enero de 2022

SI USTED MUERE HOY…

             ¿dónde pasará la eternidad? Decía un papel que me dio una señora, de esas cristianas que abundan predicando en la calle, aunque se lo recibí porque me dio la impresión de no ser una fanática y tenía buena presencia, claro está.

 

            Una buena pregunta, pues normalmente nos preguntamos es qué pasa si se muere hoy (naturalmente, para el difunto, la respuesta es nada, no pasa nada, pues ya habrá pasado al otro lado, si es que existe. Para los demás vivos, la tragedia).

 

            Me preguntaba en dónde pasaré la eternidad. La respuesta sencilla y simplista, si se quiere, es que la pasaré a donde me toque, tal como me tocó vivir en donde me tocó. Parece que en eso no hay elección, pues si la hubiera, me digo que fui bien bruto haberla elegido. Hay mejores lugares, mejores circunstancias, mejores medios.

 

            Adicionalmente la tarjetica citaba a San Juan (3:3) diciendo que “… el que no muere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.[1]” Eso me llevó a pensar que para ver entonces a Dios es necesario morir al menos dos veces, pues la primera no cuenta (muere de nuevo, aclara Juan. Eso dice textualmente la tarjeta, aclaro yo, el otro Juan, al no haber leído el contexto). Debía existir para el efecto un reglamento de términos y condiciones, así se atiene uno a las consecuencias, aunque lo que es cierto es que todos aceptamos a ciegas esos términos, pues si se niega uno, no hay servicio. Así de fácil. Pero no me detengo en interpretaciones que para eso hay suficientes fanáticos y padres de la iglesia. 

 

            Ahora viene la otra pregunta, qué es la eternidad? Dentro de la concepción humana comprende dos componente: tiempo y espacio y eso es lo que nos limita, pues una eternidad, mirada desde el punto de vista siguiente a la muerte, son miles de miles de miles de años, en quién sabe dónde. Y eso, visto así, es bien jodido, con razón, uno pensaría, que ante la imposibilidad de estar miles de miles de miles de años en quién sabe dónde prefiera tomar vacaciones en cualquier planeta donde auguren una vida no más allá de los cien años, con todo y decrepitud. Aunque sé que esa eternidad puede condensarse en un eterno aquí y ahora, al no haber posibilidad de distinguir las nociones humanas y las celestiales (si las hay, tanto las nociones como lo celestial).

 

            En resumidas cuentas, estamos jodidos. Y yo, el rey de las preguntas retóricas, más que nadie y de las disquisiciones inútiles, pero de alguna manera necesito pasar el tiempo, hasta que se me acabe.

 

el triunfo es un pasaporte al que nadie pone objeciones.[2]




[1] Para dar un contexto, Jesús hablaba con Nicodemo, en las bodas de Canaan. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

[2] El infinito en un junco. Irene Vallejo.

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