lunes, 31 de enero de 2022

MIRAR ATRÁS

                  Viendo televisión, sobre alguna alusión a la época nazi, oí un comentario de alguien que decía que ya debíamos superar la historia y dejar de mirar atrás y centrarnos en el hoy y en el futuro.

             En efecto, ya es hora de olvidar ese pasado, para no levantar callos, para dejar descansar el pasado deplorable y echar la mirada hacia adelante, para mejorar lo mucho que hay que mejorar en esta humanidad, pues no encuentro, al menos yo, una razón para centrarnos en malas épocas que lo único que lleva es volver al odio. Vale recordar que al menos por estas tierras ya olvidamos la época de independencia y todo lo que ha transcurrido desde allí, todo lo que ha cruzado bajo el puente. Qué sacamos recordando la barbarie romana, o la china, o la rusa, hoy en qué nos ayuda? Lo cierto es que la historia es para repetirla, pareciéramos condenados a eso y al hacerlo no vemos lo que se hizo en su tiempo de expansión sino los odios, los abusos y el desastre que se produjo, nada más que eso y de esa manera alimentamos el horror que se produjo y que pareciera quisiéramos volver a tener.

             Qué tanta necesidad hay de mirar el pasado, el horrendo pasado, a eso me refiero. Me hice la misma pregunta respecto de mi propio pasado, qué tanto vale mirar a ese pasado, al menos favorable, al triste, al que dejó triste huella. Y viéndolo a la cara, directamente a sus ojos, me preguntaba qué podía cambiar de él, si fuera dable. Pero no lo es, simplemente sucedieron las cosas y hoy es tarde para sentarse a llorar, no hay de otra.

             Por eso me repito qué tan importante es ver el pasado si estamos precisamente en un aquí y un ahora irremediable y nada podemos hacer para cambiar lo que pasó, aunque podemos ser previsibles para evitar que en ese eterno ahora, futuro aliado, pueda evitarse de alguna manera volver a repetirlo.

             Y repito, dejemos el pasado en su puesto y, por supuesto, centrémonos en disfrutar este hoy, porque de lo contrario, las ampollas que se levantan pueden resultar insufribles e infructuosas.

Los recuerdos, ya se sabe, son como un ovillo: se va devanando el hilo, pero de vez en cuando se introducen algunos recuerdos que no has llamado, que no son agradables, que te desvían del camino principal y te introducen en callejuelas oscuras y sucias donde, como mínimo, los zapatos se llenan de barro[1].

Foto JHB (D.R.A.)



[1] Un mes con Montalbano. Andrea Camilleri.

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