Viendo televisión, sobre alguna
alusión a la época nazi, oí un comentario de alguien que decía que ya debíamos
superar la historia y dejar de mirar atrás y centrarnos en el hoy y en el
futuro.
En efecto, ya es hora de olvidar ese
pasado, para no levantar callos, para dejar descansar el pasado deplorable y
echar la mirada hacia adelante, para mejorar lo mucho que hay que mejorar en esta
humanidad, pues no encuentro, al menos yo, una razón para centrarnos en malas
épocas que lo único que lleva es volver al odio. Vale recordar que al menos por
estas tierras ya olvidamos la época de independencia y todo lo que ha
transcurrido desde allí, todo lo que ha cruzado bajo el puente. Qué sacamos
recordando la barbarie romana, o la china, o la rusa, hoy en qué nos ayuda? Lo
cierto es que la historia es para repetirla, pareciéramos condenados a eso y al
hacerlo no vemos lo que se hizo en su tiempo de expansión sino los odios, los
abusos y el desastre que se produjo, nada más que eso y de esa manera
alimentamos el horror que se produjo y que pareciera quisiéramos volver a
tener.
Qué tanta necesidad hay de mirar el
pasado, el horrendo pasado, a eso me refiero. Me hice la misma pregunta
respecto de mi propio pasado, qué tanto vale mirar a ese pasado, al menos
favorable, al triste, al que dejó triste huella. Y viéndolo a la cara,
directamente a sus ojos, me preguntaba qué podía cambiar de él, si fuera dable.
Pero no lo es, simplemente sucedieron las cosas y hoy es tarde para sentarse a
llorar, no hay de otra.
Por eso me repito qué tan importante
es ver el pasado si estamos precisamente en un aquí y un ahora irremediable y
nada podemos hacer para cambiar lo que pasó, aunque podemos ser previsibles
para evitar que en ese eterno ahora, futuro aliado, pueda evitarse de alguna
manera volver a repetirlo.
Y repito, dejemos el pasado en su puesto
y, por supuesto, centrémonos en disfrutar este hoy, porque de lo contrario, las
ampollas que se levantan pueden resultar insufribles e infructuosas.
Los recuerdos, ya se sabe, son como un ovillo:
se va devanando el hilo, pero de vez en cuando se introducen algunos recuerdos que
no has llamado, que no son agradables, que te desvían del camino principal y te
introducen en callejuelas oscuras y sucias donde, como mínimo, los zapatos se llenan
de barro.
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