Estaba en mis lecturas, cuando una frase llamó mi atención, decía: Había reducido al mínimo sus necesidades. Y de inmediato a mi cabeza vino la frase que comúnmente usaba que, aunque decía lo mismo, usaba otra palabra contradictoria: Había reducido al máximo sus necesidades. Y me pregunté cómo una palabra dentro de un mismo contexto diga lo mismo siendo contrarias: mínimo y máximo.
La frase me quedó sonando, pero la
dejé por ahí vagando. Y entonces unas páginas adelante me encontré con esta
otra: La verdad está en los detalles. Y recordé la que solía usar con
frecuencia que decía: el diablo está en el detalle. Dos contextos, dos
verdades, si se ven con lupa.
Esta otra frase me quedó sonando,
tal vez por la coincidencia que había entre ellas y eso me llevó a pensar en el
champú. Nimiedades de mis pensamientos. Me acordaba de la angustia que producía
cuando uno andaba desplatado a fin de mes y quedaba poquito champú, en que
además de la angustia de que se acabara había que rendirlo hasta el final.
Mientras que a esta misma circunstancia se oponía en aquellos momentos la contraria,
en la que uno tenía repuesto de champú y quería que se acabara el poquito que
había para poder iniciar la otra botella. Una misma circunstancia, dos
situaciones diferentes, una de angustia y la otra de deseo de terminar lo más
pronto posible.
Y entre la lectura, me vino la
respuesta, una perfecta, la del hilo conductor que uniera las inquietudes
presentadas. Era perfecta, pero me entretuve admirando la frase hilo
conductor, certeza de una respuesta genial y por estar entretenido, leyendo
pero con la mente puesta en ese hilo, la desgracia vino a mí. Se me olvidó la
historia que uniría esos momentos, el descuido, por andar pensando en otra
pendejada hizo que se evaporara la genial respuesta y después, los momentos de
decaimiento al no poder recordar la genialidad y mientras se piensa más en una
cosa que se olvidó pero que no se quería olvidar, menos aparece la respuesta. La
tenía en la punta de la lengua, sí, pero no logró verbalizarse, a pesar de
haberse iluminado en el cerebro. Eso sí da piedra. Y aún hoy, escribiendo esta
experiencia, no logró recordar cuál era la respuesta. Mucha güeva, me dije, se
le aparece la virgen y se le olvida lo que le dijo. Seguro que dentro de veinte
años se me iluminará la respuesta genial, pero olvidaré la pregunta que le dio
origen. Así son las cosas.
Y el hilo conductor qué tenía que ver, se preguntarán. Pues eso mismo me pregunto. Tenía el origen, el hilo conductor y se me perdió la genial respuesta. Todo por no haber escrito en su debido momento la respuesta tan anhelada.
Dios a veces es grandioso en las pequeñas
venganzas.[1]
[1] El tribunal de las almas. Donato
Carrisi.
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