La vida propia
del secreto es desear escaparse:
cuanto más grave
es, más cuesta guardarlo.
Eliette
Abécassis. Qumrám
A raíz del tal “Caso
‘Eh, eh, epa Colombia’: de la viralidad al insulto” (http://www.semana.com/tecnologia/articulo/eh-eh-epa-colombia-de-la-viralidad-al-insulto/478868#), me llamaron la atención algunas
afirmaciones hechas en ese artículo, que transcribo:
Nos
gusta exponer casos de nuestra cultura que son exóticos y únicos, aunque tantos
casos repetidos muestran que son más comunes de lo que pensamos”. (…) Para (…),
Mauricio Jaramillo, ‘es positivo que se confirme que las redes sociales no son
un mundo aislado y que lo que en ellas sucede tiene el potencial de trascender
hacia toda la sociedad. Y esto no solo ocurre con hechos triviales, sino
también, por ejemplo, con campañas de activismo o denuncias políticas y de
corrupción, que generan impacto’. (...) ‘En su mayoría, reproducen lo que es
tendencia en las redes sociales solo porque es tendencia y con el único fin de
ganar en tráfico o sintonía, y pocos se esfuerzan por ofrecer análisis o
agregar valor a sus contenidos´, asegura. (…) Sergio Llano, (…) expresa que fenómenos como que el protagoniza
la popular Chamitha Cheer ‘es un reflejo del valor que le dan los usuarios de
las redes a lo que comparten y sobre lo que discuten en estas plataformas´.
Llano cuestiona ‘si este tipo de contenidos tendrían tal relevancia en otras
sociedades ¿o es una cuestión cultural en Colombia?’. La cantidad de insultos,
agresiones, burlas y, en casos extremos amenazas, que ha recibido Daneidy
Barrera en los últimos días superó todo tipo de límites. El estratega digital,
Ricardo Fraile, hizo énfasis en este aspecto en un artículo que analiza lo ocurrido
con el personaje. ‘Hay personas que no saben cómo enfrentarse al
ciberacoso/ciberbullying y terminan bastante mal. Por fortuna, esta vieja es
una berraca y tiene una autoestima, carácter y personalidad envidiables’,
escribió. El profesor Llano hace hincapié en que particularmente los usuarios
colombianos tienen niveles de imprudencia y grosería en sus publicaciones en
redes que no se ven con frecuencia en otras sociedades. ‘Los colombianos
publican con la concepción de que pueden decir lo que quieran, como si lo que
escribieran no tuviera ningún tipo de consecuencia’. Mauricio Jaramillo analiza
que en casos como este nacen como objeto de burla de los que lo inician, y van
evolucionando en la medida en que llegan distintas audiencias a la discusión y se
generan nuevos temas. ‘También entran en juego la identificación de las
audiencias con estos personajes, y factores sociales como la discriminación
–explícita o velada– por clase social, nivel educativo, raza o sexo–‘, explica.
Quizá este sea el caso ‘Eh, eh, epa Colombia’ que pasó de la viralidad al
insulto es el mejor retrato de una figura que había planteado con agudeza el
fallecido escritor italiano Umberto Eco. ‘Las redes sociales le dan el derecho
de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de
un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y
ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de
los idiotas’.
Como transcribí en otro blog, imposible tapar el sol
con el dedo (la luna, lento. Ya ni se
acuerda de lo que escribe… decía Mao: Cuando señalas con un dedo a la Luna, en
lugar de mirar a la Luna los estúpidos miran el dedo. Ante mi ego regañón,
agacho la cabeza, no vaya y sea que me la corte).
Las redes sociales son… en principio diría, la mejor
forma de perder el tiempo actualmente, pero con un doloroso peligro, es
adictiva y no sé si ese sea el problema. La invasión de los idiotas? Eco tiene
también razón, por eso hago eco a sus palabras (tan gracioso, me dice el ego payaso). Pero es adictiva.
Y también es un medio de anonimato –parcialmente
invisible- ya que uno termina comunicado con un montón de gente que ni conoce,
ni está interesado en conocer. Y desde allí uno se escuda de muchas cosas. Como
la vergüenza, va perdiendo uno la vergüenza en lo que escribe o en lo que
replica. Y perdida la vergüenza, da pie a que la intolerancia de uno mismo se
vea replicada en la red.
Y hace uno comentarios venenosos y vergonzantes
escudado precisamente en esa misma red que le permitió a uno interactuar con
otros anónimos.
Y también se busca pelea, se casa la pelea y en
cualquier momento, cuando uno se ve acorralado o perdido, simple: la fácil, el
sacaculismo inmediato, bloqueo, se hace el pendejo y todo queda como si nada
hubiera pasado, no hay lugar a sonrojarse.
Y también se vuelve permisivo, con un ataque ajeno,
con un comentario, con una burla, uno la replica, la comparte, sin importar las
consecuencias, porque no fue uno el que la inició, tiene a quién echarle la
culpa, porque a mí me la mandaron.
Y uno la embarra, puede que se arrepienta, pero no
pide disculpas, en las redes no hay disculpas, somos anónimos y no somos
responsables ni de lo que decimos, ni de los que compartimos y menos si nos
arrepentimos.
Las redes están diseñadas para la irresponsabilidad
completa. De esa manera hemos perdido la vergüenza, el rubor y hasta la
decencia.
Pero no nos salimos de ellas, seguimos allí, cada día,
cada hora disponible o no, ahí alimentándonos, curiosa e irónicamente, de
información saludable y odiosa, positiva y venenosa, de quienes creen en
ángeles, de intolerantes religiosos, de santos impuestos y hasta extremistas de
los mismos, resaltando algo bueno del gobierno, pero odiando y destilando
pestilencia contra lo político.
Verdadera contradicción entre los mensajes. Y lo
confieso, soy adicto diario –a pesar de tener mis horas para el ocio, para el
desahogue, para destilar veneno, para la ironía que aprovecho-.
Una curiosidad que no he logrado digerir totalmente,
ante mi falta de especialidad en temas de redes –sociales y hasta eléctricas, aclara el ego que trata de mantener mi
cordura-, dentro de mis contactos me he dado cuenta que el mayor número de
usuarios es femenino, creo que más del 80% de contactos míos son mujeres, a
ratos pienso que me equivoqué de lugar, pero otras veo que de pronto es la
medicina para la parte femenina que habita en mí. Y además, si no lo han
notado, la gran mayoría de mensajes que fluyen por el Face son escritos por
mujeres y para mujeres, pero aún así me divierto o me conduelo con ellos o los
tomo para mí.
Confieso que soy un adicto, espero no llegar a ser un
idiota.
Y, luego de releer lo escrito, veo que “uno” escribe y
repite hasta el cansancio, que es “uno” el que está pensando eso, no otro, ni
nadie diferente a “uno mismo”, es el uno indeterminado que no usa el yo, el mí,
ocultándose como uno se oculta en las redes, a pesar de que su nombre o apodo
le identifique en el perfil y uno puede decir la verdad escueta, puede mentir,
puede hacer las dos cosas al tiempo, disfrazar la una con la otra y la otra con
la una, y nada pasa. Ese es parte del misterio de las redes, como lo es la
noticia que, generalmente irresponsablemente se comparte, porque no se
verifica, se han matado actores, escritores, filósofos y otros seres, estando
vivos.
Lo curioso es que no he visto que se maten por
anticipado políticos, nunca los he visto morir en vida, a ellos les va bien, en
esto, al parecer; aunque también es verdad que noticias de políticos dan lugar
a que la bilis mía se derrame, en cuanto aparece la podredumbre de ellos. Y
siendo los políticos (ya se va a meter en
política, líbranos señor, me dice el ego pacifista), con qué descaro le
mandan a uno publicidad o comentarios que les favorecen, citando como ejemplo
al hijo de la Zucardi y del García, hoy senador heredero de los dos, ambos
presos, hablando de honestidad. Pero como dijo mi ego, bajémonos del bus de la
política, no me ayuda en nada y me envenena el corazón, como se habrán dado
cuenta.
Y sigo siendo adicto y en los momentos en que hago uso
del Face parezco locomotora pasando y pasando mensajes, ayyyy tan lindo ese! Uyyyy mucho hijueputa ese otro! No, cómo se le
ocurre! Sí, es cierto! Pura carreta! Quién sabe quién dijo esas palabras! Pero
como es de bruto, eso no lo dijo García Márquez, lo dijo Sócrates! Bonita foto!
No le voy a abrir la puerta, ya estoy mamado de mensajes de esos! Que le dé me
gusta, las g…! Con esos mensajes, sí soy racista, sí, antirreligioso, sí,
intolerante, porque me mama con que me digan que dale like si… o si no le das
like es que eres… sí, en esos casos sí, soy un hijueputa, así con todo y sin
eufemismos.
Luego encontré en el portal de una iglesia las obras
de misericordia espirituales y como caídas del cielo entendí parte de mi misión
en este mundo y, por ello, todo lo que diga, comente o determine en los casos
que enunciaré, han de entenderme porque estoy cumpliendo los sagrados cometidos
religiosos y para ganarme el cielo debo practicarlos (aunque no dicen cómo):
DAR CONSEJO AL
QUE LO NECESITA (todos lo necesitan, no podrán decirme ni impertinente ni
metido)
ENSEÑAR AL QUE NO SABE (la letra con sangre entra!)
CORREGIR AL QUE SE EQUIVOCA (sin comentarios, todos
andan equivocados)
SUFRIR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DE OTRO (con este
cada día me aproximo al cielo)
Pero he aprendido (ja!
oigo decir alto y claro al ego irónico), he aprendido a controlarme, bueno a
tratar de controlarme. A veces cedo al primer impulso de compartir, de hacer un
comentario, pero, ahí sí, la voz buena que tengo en la cabeza (tiene? Oigo a don irónico) me hace recapacitar y ya, medianamente
controlado, dejo pasar el mensaje o no lo comparto, recordando que ante la
duda, abstente!
Por eso soy un
adicto, quisiera corregirme, pero no he podido, porque ha sido la forma
en que un anónimo como yo, puede camuflarse en este mundo invisible, mundo
irresponsable, injusto y todo lo que se quiera, aunque siendo sincero, no sé si
quiero corregirme, dejar a un lado esta adicción.
Foto: JHB (D.R.A.)
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