Sin saberlo, nos implantaron una máquina del tiempo. Siempre ha estado
allí. Podemos imaginar el mañana, con alguna posibilidad de avizorarla. Vemos
el pasado, escudriñando lo que pasó, sin posibilidad de modificarlo, tan solo
de arrepentirnos o de añorar su repetición. Tal vez podamos corregirlo hoy con
un lo siento, con un perdón, si de
corregir se trata, pero lo que fue, fue. Si fue de gozo, la sonrisa nunca se
nos borrará al recordarla, de lo contrario, año perdido.
En dónde está? En dónde la conectaron? En dónde la ocultaron? En la
sangre? Tal vez viaja por sus avenidas y calles, por eso pasa por la bilis y da
la mala leche o se purifica en los pulmones, la impulsa el corazón al corazón y
dependiendo de su estado de ánimo, puede estar partio, acelerado o con pulso apenas perceptible. Viajaría por
todos lados y en su camino se enfriaría o se calentaría según la estación,
según los tiempos.
Podría estar en los nervios y viajaría con la electricidad, esa motora
que impulsa a todo el ser. Neuronas y dendritas, impulsado por la química. Una
mala dosis y lo descontrola todo; un exceso, hace que quede dopado, ay qué
problema!
También en los impulsos sanguíneos o nerviosos pudieran llegar al
cerebro y enterrarle entre tanta masa. Viajero impenitente, pasa del consciente
al subconsciente y se aprovecha del inconsciente, porque sabe que ahí no lo
buscan, por problemas atávicos.
Pero también puede estar en el alma. Qué problema! En dónde queda?
Parece que es el mejor escondite. Nadie sabe si existe el alma, nadie sabe que
existe la máquina del tiempo; tal para cual, quién lo dijera! El camuflaje
perfecto. Aquí o allá, alma o máquina, difusos, tal vez la una no sepa que la
otra existe con ella, ni siquiera sabe que coexisten, que pueden ser una o si
lo prefieren, la misma.
Pero a qué viene tanta disquisición? No lo sé, ya lo olvidé.
Pero ya que se habló de dos funciones que tiene esa máquina, vale la
pena advertir que se puede rescatar la tercera función, no tan automática como
las otras, aunque pendiente y dependiente de lo que de ellas diga el manual.
Porque es la tercera alternativa, la olvidada, la desconocida, la ignorada,
porque aún en su presencia, las otras hacen olvidar su ausencia hecha realidad.
Ocupada en el ayer y en el mañana olvida que su misión es de función
primordial, porque sin ella, ni la una ni la otra. Ah hoy tan engañoso y
maltratado!
Pero es el hoy el que interesa, no lo dice el manual. Manuales! nunca
dicen lo que deben decir, solo dicen bobadas para ineptos, nunca dicen cómo
conectar y menos cómo desconectar, qué ridiculez, piensa alguien, sí, qué
ridiculez, digo yo, de usted, yo terminaría acá y cerraría la página, la
dejaría pasar, para que se convirtiera en pasado, por allá alejado, qué más
puede desearse?
Pero no, continúo y veo que usted también, digamos que por simple
curiosidad, así nos excusamos mutuamente.
El hoy es el que interesa, pero es el que más se olvida. Para mañana tengo que, que no se me olvide
mañana, mañana lo hago, porque ayer lo olvidé, porque ayer no se salió bien.
Tal vez en un ratico, hace un ratico salió y de ratico en ratico el día se
pasó y el hoy se evaporó en ayer, a pesar de que mantenemos un eterno hoy, sin
darnos cuenta, sin saber qué tanto estamos dominados por esa máquina de tiempo
o por esa alma, que parece vive en pena. Qué pena, Dios mío!
Y el hoy pervive en su entorno, entre ayer y mañana. Ese ayer que fue
hace un minuto, por ese mañana que será en un minuto, pero que minuto a minuto
se disolvió sin darse cuenta que en últimas, desperdició ese hoy, por estar
pensando en los otros dos, añoranza del uno, esperanza del otro, ah ingratitud
humana!
Y a qué viene todo ésto? Hace un minuto me lo había preguntado? O era
algo que había olvidado? Que a qué viene ésto? Repito, no lo sé. Al desperdicio
de hoy? No, tal vez no, el cuento iba a que como es una máquina de tiempo, ya
está programada, preprogramada, nada quedó en la incertidumbre, salvo su
existencia misma, ignorada como implante, por el implantador y por el
implantado. Ambos, al parecer olvidaron su existencia y dejaron que la máquina
viviera sola, ya predecible, ya incómoda preexistente que nada modifica, que sólo
obedece al programa que le implantaron. Y dónde andará el programador? Se
preguntará alguien. Sólo sabría responder que si era un programador, seguro
anda buscando desarrollar otro programa, porque no puede tener la cabeza quieta
y en un solo lugar, necesita movimiento.
Tan diminuta como el alma, a pesar de que la gente piense que el alma
es grande, tan impredecible, eso sí como su propia existencia, si es que
existe. Oye decir por acá, pero ella responde, como si fuera voz ajena, no, por
allá y convence con voz distinta, con la voz del implantado. Fantasma que miente,
haciendo creer en la libertad, en el albedrío, pero no, todo ya está
diagramado, diseñado, probado. Es automático, nada de libertad, aunque en
apreciación, eso debe aparentar, para que no todo suceda en automático.
“también es de este modo como el destino acostumbra a comportarse con
nosotros, ya está pisándonos los talones, ya extendió la mano para tocarnos en
el hombro, y nosotros todavía vamos murmurando, Se acabó, no hay nada más que
ver, todo es igual.
pero quiero encontrar la isla desconocida, quiero
saber quién soy yo cuando esté en ella, No lo sabes, Si no sales de ti, no
llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer,
se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le
daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba
conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es
necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos
de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual.
el sueño es un prestidigitador hábil, muda las
proporciones de las cosas y sus distancias, separa a las personas y ellas están
juntas, las reúne, y casi no se ven una a otra”
J Saramago. El cuento de la isla desconocida
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