lunes, 26 de septiembre de 2016

LA MÁQUINA DEL TIEMPO



Sin saberlo, nos implantaron una máquina del tiempo. Siempre ha estado allí. Podemos imaginar el mañana, con alguna posibilidad de avizorarla. Vemos el pasado, escudriñando lo que pasó, sin posibilidad de modificarlo, tan solo de arrepentirnos o de añorar su repetición. Tal vez podamos corregirlo hoy con un lo siento, con un perdón, si  de corregir se trata, pero lo que fue, fue. Si fue de gozo, la sonrisa nunca se nos borrará al recordarla, de lo contrario, año perdido.

En dónde está? En dónde la conectaron? En dónde la ocultaron? En la sangre? Tal vez viaja por sus avenidas y calles, por eso pasa por la bilis y da la mala leche o se purifica en los pulmones, la impulsa el corazón al corazón y dependiendo de su estado de ánimo, puede estar partio, acelerado o con pulso apenas perceptible. Viajaría por todos lados y en su camino se enfriaría o se calentaría según la estación, según los tiempos.

Podría estar en los nervios y viajaría con la electricidad, esa motora que impulsa a todo el ser. Neuronas y dendritas, impulsado por la química. Una mala dosis y lo descontrola todo; un exceso, hace que quede dopado, ay qué problema!

También en los impulsos sanguíneos o nerviosos pudieran llegar al cerebro y enterrarle entre tanta masa. Viajero impenitente, pasa del consciente al subconsciente y se aprovecha del inconsciente, porque sabe que ahí no lo buscan, por problemas atávicos.

Pero también puede estar en el alma. Qué problema! En dónde queda? Parece que es el mejor escondite. Nadie sabe si existe el alma, nadie sabe que existe la máquina del tiempo; tal para cual, quién lo dijera! El camuflaje perfecto. Aquí o allá, alma o máquina, difusos, tal vez la una no sepa que la otra existe con ella, ni siquiera sabe que coexisten, que pueden ser una o si lo prefieren, la misma.

Pero a qué viene tanta disquisición? No lo sé, ya lo olvidé.

Pero ya que se habló de dos funciones que tiene esa máquina, vale la pena advertir que se puede rescatar la tercera función, no tan automática como las otras, aunque pendiente y dependiente de lo que de ellas diga el manual. Porque es la tercera alternativa, la olvidada, la desconocida, la ignorada, porque aún en su presencia, las otras hacen olvidar su ausencia hecha realidad. Ocupada en el ayer y en el mañana olvida que su misión es de función primordial, porque sin ella, ni la una ni la otra. Ah hoy tan engañoso y maltratado!

Pero es el hoy el que interesa, no lo dice el manual. Manuales! nunca dicen lo que deben decir, solo dicen bobadas para ineptos, nunca dicen cómo conectar y menos cómo desconectar, qué ridiculez, piensa alguien, sí, qué ridiculez, digo yo, de usted, yo terminaría acá y cerraría la página, la dejaría pasar, para que se convirtiera en pasado, por allá alejado, qué más puede desearse?

Pero no, continúo y veo que usted también, digamos que por simple curiosidad, así nos excusamos mutuamente.

El hoy es el que interesa, pero es el que más se olvida. Para mañana tengo que, que no se me olvide mañana, mañana lo hago, porque ayer lo olvidé, porque ayer no se salió bien. Tal vez en un ratico, hace un ratico salió y de ratico en ratico el día se pasó y el hoy se evaporó en ayer, a pesar de que mantenemos un eterno hoy, sin darnos cuenta, sin saber qué tanto estamos dominados por esa máquina de tiempo o por esa alma, que parece vive en pena. Qué pena, Dios mío!

Y el hoy pervive en su entorno, entre ayer y mañana. Ese ayer que fue hace un minuto, por ese mañana que será en un minuto, pero que minuto a minuto se disolvió sin darse cuenta que en últimas, desperdició ese hoy, por estar pensando en los otros dos, añoranza del uno, esperanza del otro, ah ingratitud humana!

Y a qué viene todo ésto? Hace un minuto me lo había preguntado? O era algo que había olvidado? Que a qué viene ésto? Repito, no lo sé. Al desperdicio de hoy? No, tal vez no, el cuento iba a que como es una máquina de tiempo, ya está programada, preprogramada, nada quedó en la incertidumbre, salvo su existencia misma, ignorada como implante, por el implantador y por el implantado. Ambos, al parecer olvidaron su existencia y dejaron que la máquina viviera sola, ya predecible, ya incómoda preexistente que nada modifica, que sólo obedece al programa que le implantaron. Y dónde andará el programador? Se preguntará alguien. Sólo sabría responder que si era un programador, seguro anda buscando desarrollar otro programa, porque no puede tener la cabeza quieta y en un solo lugar, necesita movimiento.

Tan diminuta como el alma, a pesar de que la gente piense que el alma es grande, tan impredecible, eso sí como su propia existencia, si es que existe. Oye decir por acá, pero ella responde, como si fuera voz ajena, no, por allá y convence con voz distinta, con la voz del implantado. Fantasma que miente, haciendo creer en la libertad, en el albedrío, pero no, todo ya está diagramado, diseñado, probado. Es automático, nada de libertad, aunque en apreciación, eso debe aparentar, para que no todo suceda en automático.


“también es de este modo como el destino acostumbra a comportarse con nosotros, ya está pisándonos los talones, ya extendió la mano para tocarnos en el hombro, y nosotros todavía vamos murmurando, Se acabó, no hay nada más que ver, todo es igual.

pero quiero encontrar la isla desconocida, quiero saber quién soy yo cuando esté en ella, No lo sabes, Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual.
el sueño es un prestidigitador hábil, muda las proporciones de las cosas y sus distancias, separa a las personas y ellas están juntas, las reúne, y casi no se ven una a otra”




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