viernes, 30 de septiembre de 2016

SOLEDAD


  
Hola soledad 
no me extraña tu presencia 
casi siempre estás conmigo,
te saluda un viejo amigo 
que te encuentres uno mas
[1] 


Pensé en la soledad, en esa soledad de quedar así en este mundo: solo en el mundo. No nos sentimos solos mientras sintamos que tenemos una familia –aún a pesar de la familia-. Pensé en el hijo único cuando ya no tenga padres, cuando los tíos no estén o estén tan perdidos como los primos, difusos en la misma palabra.

Traté de imaginarme esa soledad que siendo ajena, podría ser dolorosa si se pensara en familia, inexistente en un momento dado. Y a la vez, sin progenie, sin saber qué puede esperarles.

Tristes pensamientos que es mejor mandar callar, acallar y ocultarlos en el zaguán, echarles tierra y enterrarlos, mejor no llamar al infortunio. Los cielos son sordos, pero de pronto terminan oyendo y, en eso sí, el castigo divino llega gracias al principio de la atracción, lo que me lleva a pensar por qué diablos lo malo llega como caído del cielo, mientras lo bueno, esperando se queda!

Pensé en que todos siempre estamos acompañados porque se tiene familia o se hizo familia, con la que poco se compartía, a la que no se conocía. Ni en presente ni en pasado. En futuro ya será cosa de conocer la historia de cada cual, a pesar de que jamás se tendrá la historia completa de cada quien, porque cada quien cuenta su historia, su versión y guarda sus secretos, sus misterios. Ni aún uno conoce su propia historia completa, por la tergiversación, por la conveniencia, por el pudor, por la vergüenza.  

Por eso somos seres solitarios que pretendemos compañía.

Y eso me lleva a la otra cara de la moneda. La soledad bien entendida, la que tiene clase, la inspiradora, la compatible con uno mismo. La que no avergüenza, la que no tergiversa, la que vanagloria, la que armoniza con el pensamiento.

Esa soledad que se disfruta con un buen libro, música, aficiones, pasatiempos, entretenimientos, el goce de la individualidad, el no tener que rendir explicaciones a nadie por nada, el placer por el placer, el goce de los sentidos.

El placer de estar solo, aún en compañía, pero gozando de esa individualidad que solo se soporta a uno mismo, por ser uno, no otro. El placer de pasar el tiempo con uno mismo, ocupado en uno mismo, pensando pensamientos, como inteligentemente respondió alguna vez una sobrina. Ah la Cata!

Y para concluir, cómo una palabra tiene dos acepciones tan contradictorias. 

La soledad tiene suaves, sedosas manos, pero sus fuertes dedos oprimen el corazón y le hacen gemir de tristeza. La soledad es el aliado de la tristeza y el compañero de la exaltación espiritual.[2]

Todo es tan relativo!


Foto: JHB (D.R.A.)


[1] Si quiere oírla en versión de Rolando Laserie: https://www.youtube.com/watch?v=UPpoAgXz4KY. Como ejercicio puede oírla mientras lee este blog, de pronto compaginan!
[2] Gibran Jalil Gibran. Arena y espuma.

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