Murmullos.
Acostumbrados a hablar con murmullos cuando queremos rehuir la mirada, cuando
preferimos no contestar, cuando de saludar al prójimo se trata.
Mirada
baja. Acostumbrados a mirar al piso, de reojo viendo al vecino, solapada
mirada, evitando ser reconocido.
Ya
no miramos a los ojos y los ojos que nos ven los rehuimos en automático. Es
como si sintiéramos vergüenza de ser nosotros, es como si temiéramos que
leyeran en nuestra cara todo aquello que somos y aún lo que no somos. Es como
si pretendiéramos no verlos para que no nos vean, que no vean nuestra vergüenza
para que no lean la de ellos.
Cuando
para salir del paso se saluda, el murmullo se hace presente, el buenos días, el
gracias, el permiso, todo se oye como un solo movimiento de labios, temerosos, silenciosos,
vergonzantes.
Estamos
construyendo la muralla social, tan de moda desde la construcción del muro de
China, el de Adriano, el de Berlín, que se tumban para construir nuevos muros,
como el de Estados Unidos en Méjico que no son segregacionistas, como los de la
Europa que no quieren que los negros se les cuelen, ni los del próximo oriente
ni los del presente milenio; modernos muros que evitan al prójimo, a ese
prójimo con el que no queremos compartir, por vergüenza, por temor, por odio o por lo que sea o por si acaso.
Ese
es el nuevo andar del hombre moderno, con murmullos y mirada fija y baja,
aprovechando el muro invisible, la excusa del celular para no saludar, para no
mirar, para evadirnos. Ahí viene… mirada baja, fija al piso o al celular,
excusa de este tiempo. Es que no lo vi… excusa inexcusable para no decir no
quería verlo, no tenía interés de saludarlo, largo de aquí.
Excusas.
Tal
vez mi generación venga a ser la de las excusas, me excusan si creen que cambio
de rumbo, lo mantengo, lo prosigo y lo persigo. No son excusas, aunque si es
una excusa para dar un giro, izquierda o derecha, da igual a que sea al frente
o detrás, giro es giro, sin importar si en de noventa, ciento ochenta o
trescientos sesenta grados, siempre ha de llegarse al mismo sitio, la meta es
la misma, el deceso igualmente.
Excusas
por doquiera hay. Excusas para evadir la mirada, para imitar el murmullo, para
excusar lo inexcusable, para levantar el muro y para derribarlo también, solo
basta una excusa para hacer algo, para hacerlo todo. Solo basta un soplo para
derribarlo todo. Excusa exculpatoria, excusa agradecida, pero excusa es excusa,
sin excusarse por favor.
Diciéndolo
directamente, mirando fijamente, de frente, aceptando lo que es, hablando con
seguridad, sin evasión, sin temor a la sanción. Un saludo no se niega, tal vez
una conversa sí. Una mirada, sin displicencia, sin odio, sin temor, es una
mirada agradecida. Una palabra, dicha en altisonancia, sin murmullo, bien
pronunciada, una palabra dada, una palabra bien dicha, una palabra bendecida.
Palabra,
mirada, sin muros, sin excusas, una sonrisa obtiene, aunque también una
indiferencia y qué diferencia puede haber? Desacostumbrarse es lo que se ha de
hacer, sin vergüenza, sin duda, sin mala intención, sin esa mala leche
acostumbrada. Acostumbrarse a la mirada elegante, a la mirada a los ojos, al
saludo en viva voz, al saludo de agradecimiento, sin excusa, ya no hay tiempo
de excusa, si me excusa que lo diga, la paz, firmada o no, decretada o no, es
un cambio, es actitud. El prójimo nada ha hecho, usted nada ha hecho, pero
todos nos sentimos culpables, tal vez por no haber hecho nada o nada hecho
habremos dicho.
Será
hora de dejar ir lo que ya fue, construir lo que ha de ser, pero sin ser muro,
sin ser odio, sincero constructor de tranquilidad, porque futuro no hay, solo
presente, eterno presente que ya se cansó de guerra, de odio, de temor, de desolación,
de murmullos, de miradas bajas, de excusas.
Excuse
que lo diga, lo dice alguien que entre murmullos habla, que baja la mirada para
no ver otros ojos fijos, que mira para hacia otro lado porque también se cansó
de ver porquerías, de esas que van en lujosos autos, que presumen riqueza mal
habida. Del que se cansó que la justicia no brille y se ladee solo para un
lado, del que sabe que el estado se va evaporando. Me excuso, porque ya el giro
se ha movido y la conversa se ha redirigido, esa no era la intención, porque
prefiero quejarme y entre murmullos maldecir, cómo pretendo cambiar si soy mal
constructor. Ojalá ustedes sean mejores constructores de lo que puedo ser yo.
Foto: JHB (D.R.A.)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario