miércoles, 21 de septiembre de 2016

FELICIDAD ES

Confiad en los sueños, pues en ellos está oculta la puerta a la eternidad.

Gibrán Jalil Gibrán. El Profeta.

La felicidad es barata, muy barata, por no decir gratis, porque hoy cuando se le menciona a alguien que es gratis un producto, todos desconfían antes de recibirlo.

Abandonarse, aún sin experiencia, en el vuelo de una cometa; en la profundidad de un buen libro; en una experiencia amatoria; en un buen sueño, en un exquisito plato de comida, en sueños e ilusiones, en cosas aparentemente nimias, sencillas, que parecería que eso no es felicidad, porque son muy fáciles de palpar además de gratuita la sensación que produce –no en el costo de origen-.

El mejor ejemplo es el de la cometa. Nada más toma vuelo, las preocupaciones, si las hay, aunque siempre las hay, comienzan a disolverse como por arte de magia. Todo el pensamiento se centra en elevarla, direccionarla, darle y soltarle pita, acompasarla con el viento, estar pendiente de sus vueltas y revueltas, de la distancia que nos separa, de su huida en el infinito hasta que la podamos perder de vista para de inmediato redirigirla para mantenerla bajo nuestra vista. Dejarla ir, dejarse ir. En el placer del vuelo, la danza que ofrece, dejándose llevar, dejándonos llevar. El pensamiento inicial se desvanece, aparece otro pensamiento, ese que nos libera de estrés, que nos hace libres, que nos quita la preocupación, que realmente no es una sino la suma de muchas más preocupaciones agolpadas en un pensamiento, pero que en el acto del vuelo las envía a lo más recóndito de ese cerebro que no quiere reconocerlas, que quiere olvidarlas, que por odiosas quisieran acabarlas.

Es tal el placer que poco importa el frío o el sol ardiente, no importa el ayer ni lo que será mañana, sólo el acto de soledad resulta importante, tensando y soltando cuerda, según lo exija la cometa, soltando pensamientos, deshaciéndose del estrés, de la preocupación, participando de cielo y viento, de la intimidad del pensamiento.

Son también momentos de disfrute de la soledad, sin exigencias, sin compromisos, sin requerimientos, sin remordimientos, sin tiempo y sin espacio. Todo transcurre despacio porque es la sensación del no tiempo, poco importa el tiempo, así como poco importa el espacio, porque tiempo y espacio se confunden en la nada, en el placer, en la sensación de libertad, de claridad, de soledad.

Todo pasa en calma, aun cuando pareciera que la cometa va a descender, va a caer en picada o va a escapar, sin ningún aviso, sin ningún permiso. Es un escape, a pesar de la tensión de la atención, ella tratando de escapar, uno reteniéndola, manteniéndola, con firmeza, tal vez demostrando que el control está en uno, en nuestras manos y no es alegoría a la vida ni alusión equívoca.

La felicidad es entrega, entrega a un abrazo, a un beso, a un saludo, a uno mismo, a los demás y a nadie. Es uno y está en uno.

Es desconexión de tiempo y espacio, es solo sensación, de un rato, de un momento, de la suma constante de ratos y momentos, sin tiempos ni espacios, porque pasa y no importa lo que pase luego, porque es mantener una sonrisa, interna o externa o ambas dos, si se permite la expresión.

Es gozo y disfrute, siempre en soledad, a pesar de ser compartida, porque quien goza es el alma, aunque comparta con otra alma, pues con otra la dicha se agranda, como alguien me dijera no es un corazón con otro corazón sino un solo corazón, pero más grande.


Y si la felicidad nos quiere evitar, podemos obligarla, -pero qué impertinente, pero qué egoísta, dirá alguien-, pero es así. En cualquier caso, basta recordar, recordar viviendo un momento de tranquilidad y si nuestros labios imaginarios avizoran un gesto de sonrisa placentera, ella estará ahí, gozando con nuestra alma, el grato momento de una sonrisa que nos brinda paz.    
Foto: JHB (D.R,A,)


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