viernes, 16 de septiembre de 2016

ANCESTROS


Aprenda cada cual a marchar
por el camino que más le convenza.

Sixto Proercio

Olvidamos nuestro pasado, porque nunca nos lo contaron. Muchas veces lo dieron por sentado y por eso no lo contaron. Otras, porque no lo sabían tampoco. Otros más, por vergonzosos, por penosos y uno que otro, por simple tabú familiar.

De esta manera no sabemos con certeza de dónde venimos. Tampoco nos previnieron y por eso están ellos exentos de culpa.

No tuvimos entonces pasado, a duras penas conocemos algunos retazos de la historia de nuestros padres, hilachas de la de nuestros abuelos y la de los demás ancestros de ahí para atrás, imposible saber.

Por eso no tenemos pasado histórico porque no conocemos un pasado ancestral ni sus historias.

Y solo hablando de una línea, materna o paterna inmediata, porque luego hay que duplicarla por la otra línea y así en cada paso que se dé hacia atrás. Un ejercicio extenuante he de confesar, si fuera posible. Eso me lleva a los árboles genealógicos, donde uno solo ve fechas y nombres, pero no virtudes ni  defectos, afortunadamente. Allí la desgracia de quienes tienen sangre real, porque allá en la lejanía los antepasados se reconocían también por el apodo: Juana la Loca, Alfonso X el Sabio -a este le fue bien, todo un intelectual-, el Prudente, el Hechizado, el Pasmado, el Honesto, el Justo, el Hermoso, el Piadoso, el Lento, el Impotente, el Jorobado, el Craso (por lo gordo), el Malo, el Emplazado y no sigo y sólo son españoles, advierto.

Y de seguir queriéndolo complicar, piénsese lo anterior respecto de los quinientos y pico de años desde el descubrimiento. Y antes, porque sangre indígena tenemos, así algunos quieran renegar. Con todo, me pregunto: Acaso importa?

En dónde el español se combinó genéticamente con el indígena ancestral, termina uno desconociendo con cuántos genes diferentes nos diferencian, diferentes religiones, razas, pensamientos y sentimientos tan dispares, cómo todo eso llegó a mí.

Sangre de un desconocido mezclada con la de una desconocida, de una familia reconocida con la otra más o menos reconocida, mezcladas con más desconocidos durante más de cinco siglos, generando este desconocido que se pregunta: cuál es ese pasado mío?

De estas tierras de dónde provendré? Familia cundiboyacense, chibcha, muisca o mosca, como se bautizaban los pacíficos pobladores de esta zona, sin saber si se habían mezclado a su vez, por sometimiento, por conquista o por amor con otras tribus, porque por la línea materna debe provenir lo motilón.

Estos ancestros no tenían tierra, la tierra era de nadie, porque no era de ellos, era la tierra de la tierra y fueron mis ancestros de más de quinientos años, hasta que los españoles, como sabios, como cultores de la cultura decidieron que la tierra sí tenía dueños, ellos y la tierra no era de la tierra, era del que se adueñara de ella, a las buenas, a las malas o con la trampa posible.

Y del lado europeo? Español e italiano, hasta moro y judaizante, supongo, recordando que Europa para épocas de bárbaras naciones no eran propiamente las naciones de las que tenemos presente hoy, eran condados, ducados y reinos en eterna pelea, papas que no tenían hijos, pero sí sobrinos, amalgama que de igual manera da mucho qué pensar.

Una mezcla del uno con el otro, el otro con el uno, a qué mezcla han llegado, a qué mezcla me han traído.

Solo puedo decir que soy cero pureza.

Tengo algo de malicioso, pendenciero, malpensante, desconfiado, judía confeso o converso, parlanchín, exultante, pendejo y hasta vergonzante, rastrero, taimado y tramposo, todo eso y mucho más, en diferentes dosis, en diferentes porcentajes, todo por la genética, sin mentar la amalgama de colores que me han llevado al color que actualmente tengo, gris amarillo ceniciento!

Y no sé nada de mis ancestros, como es poco lo que sé de mis padres, como poco han de saber mi hijo del suyo, porque nadie conoce la historia completa del otro, como el otro no sabe de la suya misma, como no sé de la mía, por tratar de ocultar, por ocultarme verdades que no quiero saber, como de dónde provengo, porque dentro de los ancestros han de aparecer piratas y meretrices, putas y serenateros, presos y aún filósofos si por ellos entendemos a los romanceros y bufones, pudiendo todos desdecir de una sangre que no tengo pero de la que me envanezco sin merecerla y, queriendo o no, su gota de sangre en mí está.

Y por toda esta maledicencia soy espurio que no tiene idea de sus orígenes, ni mediatos ni inmediatos, e ignora además a cada uno de su progenie.

Y también, sin base ni soporte, me considero bogotano, porque siempre veía la línea paterna, olvidando los orígenes de la materna, lo que me lleva a la conclusión que solo soy hijo de inmigrantes nativos, un inmigrante más en este mundo, cuando solo bastaba con ser un judío errante, sin patria, sin origen.


Cómo pretendo exigir entonces lo que no soy pero que he aparentado durante tanto tiempo?

FOTO: JHB. (D.R.A.)

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