Lo que hoy es cuestión de
sentido común
era común sinsentido hace
poquísimo.
F. Savater. El arte del ensayo
Nos
acostumbramos a minimizar nuestras responsabilidades, buscando evadirlas,
procurando exculparnos con el fin de poder mantener la frente en alto y así nos
acostumbramos a vivir, con excusas exculpantes de responsabilidad, haciéndonos
más irresponsables con el disfraz de máscara que nos presenta como cristianos
cumplidores del deber, porque sabemos que el que peca y reza, empata. Eso nos
enseñaron y a partir de allí somos dignos ejemplos de lo que somos y de lo que
reflejamos.
No llegué a tiempo porque mi mamá tiene
cáncer.
Pero si no llevo ni cinco minuticos! (mal parqueado y media hora en esa situación).
Había un trancón…
Pensé que no estaba prohibido, porque el
que iba adelante lo hizo y a él si no le hace nada…
Ahhhh, yo no sabía…
Qué hubiera hecho usté?
Son
parte de las excusas con que tratamos de sacar… de evadir la responsabilidad y
si se puede minimizar con el diminutivo, mejor.
Abro
paréntesis. El diminutivo ya se volvió parte del lenguaje corriente y cuando se
usa en defensa, se abusa para minimizar responsabilidades. Herencia paisa? En
mis tiempos en Bogotá no era nada usual y por el contrario, se oía feo, si su
uso no era familiar. El costeño es otro que poco lo usaba, aunque con su ajá
suplía todo y aún lo hace. Personalmente odio el diminutivo, trato de no
usarlo, una gordita es una gorda y punto. El que es medio feíto –doblemente
humillado, doblemente diminutiado- es simplemente feo. Las cosas por su nombre.
Cierro paréntesis, para que no digan que estoy desvariando.
No
podemos quejarnos por la minimización de nuestras vidas porque eso aprendimos,
deberíamos reconocerlo, aceptarlo y cambiar (incluyen los comentarios entre paréntesis!).
Las
disculpas no disculpan nuestras actuaciones, nuestras acciones ni nuestra vida.
Somos
lo que no debemos ser, somos parodia de nosotros mismos y pedimos y demandamos
por la tolerancia de los demás y cuando nos la hacen, clamamos, nos rasgamos
las vestiduras, pero no aceptamos la culpa, primero muertos que
desenmascarados.
Fariseos,
eso es lo que somos.
El
engaño es la fuente del placer, esperando no ser descubiertos. La mentira, mil
veces repetida, en verdad queda convertida, han dicho, pero una verdad dicha
queda bien grabada y no es defendible, porque ella sola se defiende y siempre
será la misma. La mentira… con codicia acompañada, queremos pasar de agache,
minimizar responsabilidad, evadir deberes, pretendiendo que con esos vagos argumentos
nos den una palmada en la espalda de puro consuelo y nos digan: Pobrecito, yo
te absuelvo.
Y
eso hacemos con nuestros hijos cuando los sentimos débiles, los disculpamos, no
les exigimos, los exoneramos y mil excusas les buscamos, para limpiar nuestra
conciencia, para que no tengan culpa, preferimos asumirla por ellos. Eso les
enseñamos, eso transmitimos.
Eso
les enseñamos y cuando vemos el reflejo en ellos, la vergüenza nos hace
exculparles, pero ya es tarde, ya aprendieron la maña y la genética se
encargará de retransmitirla, ya que la voluntad nos lo impide.
Ese
es nuestro pecado, salvo que lo expiemos, con conciencia, sin eufemismo. No
basta serlo, también hay que parecerlo y padecerlo, si es del caso.
Acostumbrados
a que no fue un soborno, fue un incentivo. No soy mentiroso, omití decirlo.
Justificar incumplimiento por el incumplimiento ajeno. Manipular en mi favor.
Todo
eso mata a una sociedad, la vuelve farisea, hace de ella unos sepulcros
blanqueados, pero todo termina justificado, ya hace parte de nuestra
minimización, nos estamos minimIzando, porque ya no soportamos vernos en el
espejo sin eufemismo, porque nos vemos feos, tal como somos, por estar
minimizando y diminutiando todo!
(Pobrecito, se ve tan feíto en el espejo!
Pero él no tiene la culpa, así es… irnoniza mi interior)
Amén.
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