miércoles, 31 de agosto de 2016

DE MINIMIZACION Y DE DIMINUTIVOS

 

Lo que hoy es cuestión de sentido común
era común sinsentido hace poquísimo.

F. Savater. El arte del ensayo


Nos acostumbramos a minimizar nuestras responsabilidades, buscando evadirlas, procurando exculparnos con el fin de poder mantener la frente en alto y así nos acostumbramos a vivir, con excusas exculpantes de responsabilidad, haciéndonos más irresponsables con el disfraz de máscara que nos presenta como cristianos cumplidores del deber, porque sabemos que el que peca y reza, empata. Eso nos enseñaron y a partir de allí somos dignos ejemplos de lo que somos y de lo que reflejamos.

No llegué a tiempo porque mi mamá tiene cáncer.
Pero si no llevo ni cinco minuticos! (mal parqueado y media hora en esa situación).
Había un trancón…
Pensé que no estaba prohibido, porque el que iba adelante lo hizo y a él si no le hace nada…
Ahhhh, yo no sabía…
Qué hubiera hecho usté?

Son parte de las excusas con que tratamos de sacar… de evadir la responsabilidad y si se puede minimizar con el diminutivo, mejor.

Abro paréntesis. El diminutivo ya se volvió parte del lenguaje corriente y cuando se usa en defensa, se abusa para minimizar responsabilidades. Herencia paisa? En mis tiempos en Bogotá no era nada usual y por el contrario, se oía feo, si su uso no era familiar. El costeño es otro que poco lo usaba, aunque con su ajá suplía todo y aún lo hace. Personalmente odio el diminutivo, trato de no usarlo, una gordita es una gorda y punto. El que es medio feíto –doblemente humillado, doblemente diminutiado- es simplemente feo. Las cosas por su nombre. Cierro paréntesis, para que no digan que estoy desvariando.

No podemos quejarnos por la minimización de nuestras vidas porque eso aprendimos, deberíamos reconocerlo, aceptarlo y cambiar (incluyen los comentarios entre paréntesis!).

Las disculpas no disculpan nuestras actuaciones, nuestras acciones ni nuestra vida.

Somos lo que no debemos ser, somos parodia de nosotros mismos y pedimos y demandamos por la tolerancia de los demás y cuando nos la hacen, clamamos, nos rasgamos las vestiduras, pero no aceptamos la culpa, primero muertos que desenmascarados.

Fariseos, eso es lo que somos.

El engaño es la fuente del placer, esperando no ser descubiertos. La mentira, mil veces repetida, en verdad queda convertida, han dicho, pero una verdad dicha queda bien grabada y no es defendible, porque ella sola se defiende y siempre será la misma. La mentira… con codicia acompañada, queremos pasar de agache, minimizar responsabilidad, evadir deberes, pretendiendo que con esos vagos argumentos nos den una palmada en la espalda de puro consuelo y nos digan: Pobrecito, yo te absuelvo.

Y eso hacemos con nuestros hijos cuando los sentimos débiles, los disculpamos, no les exigimos, los exoneramos y mil excusas les buscamos, para limpiar nuestra conciencia, para que no tengan culpa, preferimos asumirla por ellos. Eso les enseñamos, eso transmitimos.

Eso les enseñamos y cuando vemos el reflejo en ellos, la vergüenza nos hace exculparles, pero ya es tarde, ya aprendieron la maña y la genética se encargará de retransmitirla, ya que la voluntad nos lo impide.

Ese es nuestro pecado, salvo que lo expiemos, con conciencia, sin eufemismo. No basta serlo, también hay que parecerlo y padecerlo, si es del caso.

Acostumbrados a que no fue un soborno, fue un incentivo. No soy mentiroso, omití decirlo. Justificar incumplimiento por el incumplimiento ajeno. Manipular en mi favor.

Todo eso mata a una sociedad, la vuelve farisea, hace de ella unos sepulcros blanqueados, pero todo termina justificado, ya hace parte de nuestra minimización, nos estamos minimIzando, porque ya no soportamos vernos en el espejo sin eufemismo, porque nos vemos feos, tal como somos, por estar minimizando y diminutiando todo!

(Pobrecito, se ve tan feíto en el espejo! Pero él no tiene la culpa, así es… irnoniza mi interior)


Amén.

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