miércoles, 17 de agosto de 2016

MIEDOS


"El hombre es mortal por sus temores
e inmortal por sus deseos."

 Pitágoras


Vivir en medio de temores. Grandes y pequeños. Temores insulsos, otros peligrosos, otros aterradores, peligrosamente ocultos y deseosos de ser olvidados, pero son los que más persiguen los sueños para evitar ser olvidados.

Hay temores que apena confesar, otros inconfesables, los más, ridículos sentimientos.

El temor del primer día, del primer amor, de la primera declaración. El temor de la despedida, el de la renuncia, el de la pérdida, el del qué dirán.

El temor al no saber si estamos ante la decisión adecuada, el temor a ser criticado, a ser derruido.

El temor nos acompaña, nos persigue y nos acaba.

El temor a que no resulte y si resulta, el temor a continuar.

El temor a que no haya timbre que anuncie que se puede seguir, porque el timbre fue el motor para enterrar el temor.

Y el miedo.

A revelarnos, con el temor de rebelarnos de esa parte insana que tenemos, que odiamos, que renegamos, que negamos.

Miedo a que lo descubran, a sentirnos descubiertos, a ser descubiertos.

Y el placer oculto del miedo?

Ese goce de liberar miedo, el verlo ir, liberando el placer de la huida. El placer de bajar de la montaña rusa, a pesar de que las piernas tiemblen de miedo ya superado y la bella sensación de haberlo vivido.

El pánico.

De que nos cojan en flagrancia. Que nos esculquen y encuentren lo que no deben encontrar.

El pánico de una encrucijada, de una sima vista desde la cima, el pensar que es la última oportunidad, que después no hay nada.

El de la última despedida, del estertor que nos separa de la vida, cuando ya no habrá vida.

Temor, miedo, pánico, recelo, aprensión, sospecha, desconfianza, duda, inseguridad, imaginación, espanto, pavor, alarma, susto, amenaza, intimidación, peligro, sorpresa, inquietud, desazón, intranquilidad, perturbación, turbación, grima, ansiedad, terror, horror, sobresalto, estremecimiento.

Todos sinónimos, la intensidad lo califica, lo demerita, lo acepta, lo intuye.

Y vivimos de eso, vivimos rodeados de miedos, infundimos miedos –cuando nos conviene-, nos hacemos los machos –cuando conviene- y los negamos –también  cuando nos conviene-.

Nos sometemos, nos ocultamos, los lloramos en la oscuridad del temor a ser descubiertos.

Todos, todos tenemos secretos qué ocultar, por eso el miedo nos gobierna, nos deprime y nos hace hipócritas, porque los negamos ante la evidencia de un rostro que lo refleja.

Nos enseñaron a ser ‘machos’, por eso nos mantenemos en la palabra oculta, ocultando ese miedo insaciable que nos quiere apoderar, para manipularnos, para hacernos llevar, para impedir que lleguemos, lleguemos a la liberación, la que odia al miedo.

Temor a la oscuridad, a la de la falta de luz, a la de los profundos sentimientos que en la oscuridad están, enterrados, que no se pueden desenterrar.

Salimos a la calle con temor. Con el temor a ser atropellados, miramos a derecha e izquierda, cuando basta un solo sentido, pero ya no tiene sentido no hacerlo, hay mucho irresponsable manejando e irrespetando, todo ésto no tiene sentido!

Tememos no regresar a casa, que no regresen a ella. El retraso se encarga de alimentar el miedo, el temor se acrecienta a medida que pasa el tiempo, el pánico se apodera, llegado el momento.

Y tememos a las insulsidades, si ellas son. A no ser el polvo que esperan, a no tenerlo del tamaño adecuado, como nuestro cerebro. A que no nos acepten. A que piensen que no somos lo que parece que ellos creen que somos. A no tener lo que otros creen que debemos tener. A no ser lo que ellos creen que somos.

Temor a no tener para el pan de cada día, para el bus que nos transporta, para una recarga, para un celular qué mostrar.

Pero  nunca tememos a no ser nosotros. No tememos a no cumplir con nuestros sueños, a ellos sí los traicionamos, sin rubor alguno.

Vivimos en medio de miedos, de temores que generan pánicos, eso somos, así nos enseñaron a vivir, no sabemos que hay otra forma de vivir, porque le tenemos miedo a descubrirlo.

Preferimos que sean un secreto al que no podemos rehuir, aunque quisiéramos, porque hasta la pesadilla aún en sueños resurge. Como dice el proverbio árabe: "Tu secreto debe pasar a ser parte de tu sangre."

Y cuando logramos vencer algún miedo o develar el secreto, sólo podemos concluir: Bien pendejo que fui! Tanto sufrimiento… para nada!

"(…) cada persona tiene que descubrir cuáles
son sus detonadores para poder vivir,
pues la combustión que se produce
al encenderse uno de ellos
es lo que nutre de energía el alma (…)”


Laura Esquivel. Agua para Chocolate.


Foto: JHB (D.R.A.)

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