"El hombre es mortal por sus temores
e inmortal por sus deseos."
Pitágoras
Vivir en medio de temores. Grandes y pequeños.
Temores insulsos, otros peligrosos, otros aterradores, peligrosamente ocultos y
deseosos de ser olvidados, pero son los que más persiguen los sueños para
evitar ser olvidados.
Hay temores que apena confesar, otros
inconfesables, los más, ridículos sentimientos.
El temor del primer día, del primer amor, de la
primera declaración. El temor de la despedida, el de la renuncia, el de la
pérdida, el del qué dirán.
El temor al no saber si estamos ante la decisión
adecuada, el temor a ser criticado, a ser derruido.
El temor nos acompaña, nos persigue y nos acaba.
El temor a que no resulte y si resulta, el temor
a continuar.
El temor a que no haya timbre que anuncie que se
puede seguir, porque el timbre fue el motor para enterrar el temor.
Y el miedo.
A revelarnos, con el temor de rebelarnos de esa
parte insana que tenemos, que odiamos, que renegamos, que negamos.
Miedo a que lo descubran, a sentirnos
descubiertos, a ser descubiertos.
Y el placer oculto del miedo?
Ese goce de liberar miedo, el verlo ir, liberando
el placer de la huida. El placer de bajar de la montaña rusa, a pesar de que
las piernas tiemblen de miedo ya superado y la bella sensación de haberlo
vivido.
El pánico.
De que nos cojan en flagrancia. Que nos esculquen
y encuentren lo que no deben encontrar.
El pánico de una encrucijada, de una sima vista
desde la cima, el pensar que es la última oportunidad, que después no hay nada.
El de la última despedida, del estertor que nos
separa de la vida, cuando ya no habrá vida.
Temor, miedo, pánico, recelo, aprensión,
sospecha, desconfianza, duda, inseguridad, imaginación, espanto, pavor, alarma,
susto, amenaza, intimidación, peligro, sorpresa, inquietud, desazón,
intranquilidad, perturbación, turbación, grima, ansiedad, terror, horror,
sobresalto, estremecimiento.
Todos sinónimos, la intensidad lo califica, lo
demerita, lo acepta, lo intuye.
Y vivimos de eso, vivimos rodeados de miedos,
infundimos miedos –cuando nos conviene-, nos hacemos los machos –cuando
conviene- y los negamos –también cuando
nos conviene-.
Nos sometemos, nos ocultamos, los lloramos en la
oscuridad del temor a ser descubiertos.
Todos, todos tenemos secretos qué ocultar, por
eso el miedo nos gobierna, nos deprime y nos hace hipócritas, porque los
negamos ante la evidencia de un rostro que lo refleja.
Nos enseñaron a ser ‘machos’, por eso nos mantenemos
en la palabra oculta, ocultando ese miedo insaciable que nos quiere apoderar,
para manipularnos, para hacernos llevar, para impedir que lleguemos, lleguemos
a la liberación, la que odia al miedo.
Temor a la oscuridad, a la de la falta de luz, a
la de los profundos sentimientos que en la oscuridad están, enterrados, que no
se pueden desenterrar.
Salimos a la calle con temor. Con el temor a ser
atropellados, miramos a derecha e izquierda, cuando basta un solo sentido, pero
ya no tiene sentido no hacerlo, hay mucho irresponsable manejando e
irrespetando, todo ésto no tiene sentido!
Tememos no regresar a casa, que no regresen a
ella. El retraso se encarga de alimentar el miedo, el temor se acrecienta a
medida que pasa el tiempo, el pánico se apodera, llegado el momento.
Y tememos a las insulsidades, si ellas son. A no
ser el polvo que esperan, a no tenerlo del tamaño adecuado, como nuestro
cerebro. A que no nos acepten. A que piensen que no somos lo que parece que
ellos creen que somos. A no tener lo que otros creen que debemos tener. A no
ser lo que ellos creen que somos.
Temor a no tener para el pan de cada día, para el
bus que nos transporta, para una recarga, para un celular qué mostrar.
Pero nunca
tememos a no ser nosotros. No tememos a no cumplir con nuestros sueños, a ellos
sí los traicionamos, sin rubor alguno.
Vivimos en medio de miedos, de temores que
generan pánicos, eso somos, así nos enseñaron a vivir, no sabemos que hay otra
forma de vivir, porque le tenemos miedo a descubrirlo.
Preferimos que sean un secreto al que no podemos
rehuir, aunque quisiéramos, porque hasta la pesadilla aún en sueños resurge. Como
dice el proverbio árabe: "Tu secreto debe pasar a ser parte de tu sangre."
Y cuando logramos vencer algún miedo o develar el
secreto, sólo podemos concluir: Bien
pendejo que fui! Tanto sufrimiento… para nada!
"(…) cada persona tiene que descubrir cuáles
son sus detonadores para poder vivir,
pues la combustión que se produce
al encenderse uno de ellos
es lo que nutre de energía el alma (…)”
Laura Esquivel. Agua para Chocolate.
Foto: JHB (D.R.A.)
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