“Porque el
poder, esa capacidad para hacer que las cosas pasen, y la política, la facultad
de decidir lo que tiene que pasar, ya no están en sus manos. Ahora la suerte de
la gente depende de personajes oscuros a quienes nadie ha elegido y que no le
responden a nadie, cuyo único objetivo es hacer crecer capitales que se mueven
vertiginosamente por el mundo. Capitales que desde el triunfo del
neoliberalismo ya nada tienen que ver, como en el pasado, con la industria y el
trabajo, sino con la especulación y la apuesta. (…) Y lo que es peor, ya nadie sabe a quién acudir. Antes de que todo esto
comenzara, hacia finales de los años setenta, las ideologías más dispares
coincidían solo en un punto: el Estado era el protagonista de la vida social,
económica y política. Ya no.”
Mauricio Sáenz. Estamos al borde del abismo.
Tu eres invisible, no solo para mí, sino para
toda la sociedad; y yo, por mi parte, me quejo de mi invisibilidad, al ser
invisible para ti y para la sociedad.
Somos generalidad, todos invisibles mientras no
tenemos poder, de algo, pero también invisibles por individualidad, tal como
vemos a otros en el profundo espacio que nos rodea, tal como otras galaxias nos
han de ver a lo lejos. Somos grandes en medio de nuestra simplicidad de
pensamiento y no somos nada, en la misma simplicidad.
Invisibles no más que otros, pero no como otros,
cada uno en su propia distancia, manteniendo la distancia.
Eso somos ambos.
Si me vas a robar, dejo de ser invisible; si me
pides una limosna, te vuelves invisible.
En este juego de la invisibilidad no se sabe bien
cuál es más invisible, como si pudiera haber grados de invisibilidad; pero
somos humanos, nos las ingeniamos, nos las inventamos, para saber que soy,
según sea el agrado, más o menos invisibles, no nos permitimos tener demasiados
pares, eso no es posible para nuestro ego.
Te vuelves visible cuando haces o piensas hacer
el mal, igual que yo. Somos invisibles mientras hagamos el bien. Por eso tal
vez sea mejor ser invisible, así nos evitamos dolores de cabeza.
Tu invisibilidad, mi invisibilidad, parece un trabalenguas,
somos igual de invisibles, pero no es compartible, es mejor mantenernos lejos
en la distancia, porque tampoco abusemos, cada lora en su estaca.
No me soportas porque no soy tu par, crees que me
creo más que tu y tienes razón, me enseñaron que siempre debe haber alguien por
debajo de uno y por debajo de uno está el cero, está el negativo. Pero es
cierto, para qué mentir.
No te soporto porque eres menos que yo, al menos
eso pienso, porque te temo, porque creo que sólo me ves para sacarme algo y por
eso te temo, te pareces al gobierno, le temo, porque siempre quiere sacarme
algo, siempre quiere exprimirme, para mantenerse él.
Somos extraños, pero pensándolo bien nos
parecemos mucho, ambos somos humanos, ambos invisibles, pero ni yo confío en ti
ni tú confías en mí y ninguno de los dos confía en el gobierno, en lo que esa
palabra representa y eso nos une en la distancia.
Yo te discrimino e iba a decir: tú me
discriminas, pero realmente tu buscas que te discriminen para tener una excusa
para discriminar, como lo hago yo, tu eres mi excusa.
Me discriminas y me temes por algo que realmente
no tengo, ni poder ni dinero, apenas subsisto, entre los que considero mis
pares.
También me
discriminas y en eso tienes razón, porque soy consumista, busco la novedad, lo
mejor, para sentirme que tengo y realmente no necesito ni la novedad ni lo
mejor, sinceramente no lo necesito, solo necesito que me dejen vivir en mi
invisibilidad, sin que nadie me vea, sin que nadie me envidie, pero cuando ya
no necesite nada, al tenerlo todo, teniendo nada, ya llegarán los envidiosos a
tratar de hacerme visible, para poderme discriminar, como yo lo hago contigo.
JHB (D.R.A.)
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