Alguna vez recibí una llamada que preguntaba por mí, está fulanito de tal. Sí, con él habla. Soy fulanita de tal y no le entendí un carajo de dónde llamaba, pero siguió con su discurso, que en PyP he sido seleccionado para hacerme unos exámenes y que lo voy a agendar para mañana (sábado precisamente), a las 8 y media o a las 11 y media le queda bien y yo me atreví a preguntar en dónde había que hacerlos, en la Castellana, me contestó y ese mismo día le dan los resultados, con lo cual me imaginé una espera adiciona. Entonces para sacarle el cuerpo le dije que no podía -al solo pensar que era un sábado y a una hora muy temprana o antecitos del almuerzo, por lo que mi cerebro advirtió que nanay-. Y ella me dijo le puedo preguntar por qué no puede venir. Y por primera vez en mi vida pensé en ser sincero y le dije que porque me daba pereza, como efectivamente era, física pereza de madrugar, un sábado y salir a esas lejanías.
Digo: una mujer de presencia voluminosa… Esto
de lo «políticamente correcto» no es más que una hipocresía para no llamar las
cosas por su nombre: seamos sinceros a fin de establecer la magnitud del
problema: Marlen es una mujer de gordura versal.[1]
[1] Líbranos del bien.
Alonso Sánchez Baute.
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