Me acordé de un pasaje bíblico, del Génesis, el origen de todo, hasta del caos. Y un buen ejemplo, ese pecado original del que cargamos, sin ton ni son, sin culpa ni razón. Y conste que ese génesis, ese origen, no puede atribuirse al pobre hombre, lo dice la Biblia, me escudo en lo escrito (como decían Les Lutiers!).
Adán y Eva desobedecen a Dios
3 La serpiente era más astuta que todos los animales
salvajes que Dios el Señor había creado, y le preguntó a la mujer: —¿Así que
Dios les ha dicho que no coman del fruto de ningún árbol del jardín?
2 Y la mujer le contestó: —Podemos comer del fruto de
cualquier árbol, 3 menos del árbol que está en medio del jardín. Dios
nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo
hacemos, moriremos.
4 Pero la serpiente le dijo a la mujer: —No es cierto.
No morirán. 5 Dios sabe muy
bien que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es
bueno y lo que es malo, y que entonces serán como Dios.
6 La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le
dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que cortó uno de
los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió. 7 En ese momento se les
abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces
cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas (…)
11 Entonces Dios le preguntó: —¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso has
comido del fruto del árbol del que te dije que no comieras?
12 El
hombre contestó:
—La
mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.
13 Entonces
Dios el Señor le preguntó a la mujer: —¿Por qué lo hiciste?
Y ella
respondió:
—La
serpiente me engañó, y por eso comí del fruto.
14 Entonces
Dios el Señor dijo a la serpiente: —Por esto que has hecho, maldita serás entre todos
los demás animales. De hoy en adelante caminarás arrastrándote y comerás
tierra. 15 Haré
que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su
descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el
talón.
16 A la
mujer le dijo:
—Aumentaré
tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te
llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti.
17 Al
hombre le dijo:
—Como
le hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no
comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro
trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. 18 La
tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. 19 Te
ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra
de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás.
Pues claro, Ese idiota, el hombre, era
inocente, no tenía culpa alguna, exceptuando su estupidez. Había obedecido a la
mujer, había cedido a sus incitaciones. No había decidido nada… Desde el
principio las decisiones las había tomado la mujer…[1]
Y el pobre Adán debió ver que Por poco no pisó una culebra
que se había detenido en el sendero para tomar el sol, y la siguió con la
mirada mientras se alejaba lentamente por las hojas marchitas. Parecía un
animal inocuo… Aunque ¿no era en parte culpa suya que el hombre hubiese sido
condenado al sufrimiento? Una serpiente, una manzana, una mujer…[2]
Y con quién discutir sobre su desgracia, si no tenía amigos, el
pobre Adán estaba solo y preguntarle a Eva era arriesgado, desde esas ápocas. Claro
que, en definitiva, (…) era una mujer. Y por tanto, muy capaz de negar
cualquier cosa, incluso aturdida por el sueño. No; hacer eso sería un error
garrafal por su parte. Lo mejor era armarse de paciencia y esperar para sacar
el tema en el momento más adecuado. Pero ¿cuál era el momento más adecuado? Además,
había que disponer de cierto tiempo, porque también sería un error afrontar la
cuestión de forma directa. (Ella) se pondría a la defensiva. No; necesitaba
sacarlo a colación dando un rodeo para que ella no sospechara nada.[3]
Aunque viéndolo bien, ese primer
problema dio lugar a encontrar exculpasiones por todos lados, a dejar en
evidencia la estupidez del hombre y, naturalmente, someterse completamente a
ellas, qué podemos hacer, fuera de seguir haciéndonos los pendejos.
Le habrían bastado una o dos palabras
confusas, el mínimo indispensable para construir un castillo de acusaciones
basadas en la nada, al estilo jesuita.[4]
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