Y preguntas muy simples, generalmente de dos palabras que, de acuerdo con la connotación y la circunstancia representan o pueden representar un verdadero quebradero de cabeza.
Su respuesta puede ser muy
simple, muchas veces complicada y en la mayoría de casos generan la indecisión
en el actuar, en verlas, en decidir.
Y cuando se hacen, queriendo o
imponiéndose ellas solas, nos llevan a un sinfín de sentimientos, sin saber en
realidad cuál el camino que se ha de optar o el que debería optarse, pues una
cosa es decidir y otra muy diferente que decidan por uno o dejar que se decidan
solas.
Todo se reduce a alternativas,
no a soluciones, porque tomada una decisión, queda la duda de si la otra no era
mejor o si había una tercera que nos hubiera podido mejorar la vida.
Todas ellas dejan la duda, pues
la misma pregunta es duda, dubitativa y hasta hiriente y lo mejor de la vida es
no escoger, que las cosas se den, para ventura nuestra, claro está. Pero la
vida no es así de fácil, nunca lo ha sido.
Y son preguntas muy simples y a
la vez son simples preguntas, tales como:
Por qué?
Hasta cuándo?
Hasta dónde?
Será que sí?
Será?
Y si…?
Y puedo seguir indefinidamente
señalándolas, subrayándolas, agregándoles connotaciones, haciendo y deshaciendo
y todas ellas quedan con un dejo de infortunio, con la duda incrustada al no
conocer cuál ha sido el camino que debían haber seguido.
Y cada pregunta aplíquese a una situación, a
un estar, al amor, a la desidia, al odio, a la vergüenza, a un bienestar, a la
convivencia, al desfallecimiento, a la alegría y cada respuesta tendrá su
propia sensación, aunque en ella no se encuentre la respuesta, lo que resulta
más irónico.
Son cosas de la vida, pura
retórica que no lleva a ningún lugar, preguntas sin respuesta pero que de
alguna manera terminan afectándonos generalmente de mala manera. Pero esa es la
vida, me digo.
Una vez me dijo que creía en Dios,
pero que lo malo es que no estaba seguro de que Dios creyera en él. Entonces me
pareció una frase genial… Siempre me hacía cavilar con las cosas que decía. ».[1]
[1] El jardín de las sombras. Ian Rankin.
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