miércoles, 13 de agosto de 2025

FRUSTRACIONES

             Siempre he envidiado a los buenos escritores. Pueden expresar en varias páginas cualquier situación intrascendental que, con mi concreción, la reduciría a varias palabras de un solo renglón.

             Por citar un solo ejemplo, digamos que me despido de una mujer y la acompaño hasta la puerta: Nos levantamos de la silla, ella se dirigió hacia la puerta, la abrió, estiró su mano y se despidió amablemente. Salió y se dirigió al ascensor por el pasillo, antes de cerrar la puerta admiré su figura.

             Ahora el ejemplo de un buen escritor: La acompañé hasta la puerta y la observé mientras caminaba por el pasillo en dirección al ascensor. Iba muy tiesa, con la cabeza echada hacia atrás y paso resignado; era como observar a un preso caminando por una galería, una prisionera a la que nada aguardaba sino una celda con rejas y una interminable sucesión de solitarias noches y destrozados sueños vacíos de esperanza.[1]

             Nótese la diferencia, por eso envidio a un buen escritor. Pensé en cómo diría que me fumaba un cigarrillo. Pues así, simple y llanamente, cuatro palabras intrascendentes. Y cómo lo diría un buen escritor: Pero era el tipo de hábito que para algunos hombres no es fácil de abandonar, un apoyo, un amigo en tiempos de estrés, algo en que ocupar manos, boca y pulmones cuando estás tenso, impaciente o inactivo.[2]

             Parece que para ser buen escritor es necesario ser un filósofo, un poco imaginativo, recreativo y un narrador extraordinario.

             Por eso concluyo que me gustan los buenos escritores y me tocó conformarme con mi falta de imaginación. 

¿De qué vale correr si estás en el camino equivocado?

Proverbio alemán.[3]

Foto JHB


[1] Desaparecido. Bill Pronzini.

[2] Desaparecido. Bill Pronzini.

[3] ¡Pánico¡ Bill Pronzini.


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