En una noche, como aquellas en que no se define si se
quiere descansar, ocuparse, dejarse pasar o simplemente dormir, opté por apagar
luces y celular. Sin distractores, solo la oscuridad y… mis pensamientos, claro
está.
El sueño estaba sin estar, pareciera que aprovecharía la
oscuridad para alejarse más y dejar que mis pensamientos, inútiles por demás,
se hicieran cargo, dejando que su incomodidad en el trasiego andar de la
penumbra, sueño no sueño, se hiciera presente con el fin de dejar claro que
terminaría desvelado.
Ante tal inercia, pues en cualquier segundo puede
quedarse uno dormido ante ella o si por el contrario la desgracia lo toma a uno
por sorpresa, profundamente despierto, decidí escribir mentalmente lo que sería
este escrito al no querer prender la luz (o ciertamente al no haber encontrado
el interruptor, pues andaba en casa ajena), con la conciencia previsiva del
rango de concentración que venía
realizando, con la claridad de que era un mero ejercicio pues ha
resultado claro, según mi experiencia, que al despertar lo más seguro era haber
olvidado lo pensado la noche anterior. Hablo por ello del rango de
concentración pues es allí en ese momento en que se me vienen las ideas
geniales, o al menos las que creo que lo son, pues cosa curiosa es en la
oscuridad en que se me prende el bombillo de las ideas, pero como dije, ese
bombillo se apaga al despertar dejando en el limbo solo imágenes difusas que
impiden el recuerdo.
Recuerdo que era una idea genial, que permitiría que los
hombres sobrevivieran ante cualquier discusión con una fémina, se trataba de un
diálogo incómodo, de aquellos que no queremos tener con una mujer y procedía
como debía hacer un buen hombre, sabio y sensato.
Pues resulta que toda la parafernalia de ese escrito
mental ha sido borrado al haberme quedado dormido, quién sabe cuándo y al
despertar, solo retazos que me impidieron recomponer lo pensado y lo dejaron
todo en el vacío, en ese vacío de quien sabe la respuesta pero no sabe cómo
explicarla.
Simplemente estaba jodido, tuve la respuesta para la
sobrevivencia de los hombres, enfrentados a su contraparte y saliendo a todas
luces de pecado y de culpa, pero así son las cosas, el olvido.
Y además del olvido, creo que la clave era el silencio,
tal como lo siento ahora tratando de desentrañar lo que iba a decir.
Estoy jodido, es en lo único que pude pensar.
… y allí la dejé sola con el tipo de
pensamientos con los que uno no debiera nunca quedarse solo.
Tomado de Facebook
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