Está definido como: Que transmite una connotación negativa de desprecio o poco respeto.
Y al respecto viene la columna de
Florence Thomas (1),
que al igual que como Salud Hernández, no tienen pelos en la lengua, me
encantan porque no usan el eufemismo, dicen lo que debe decirse, sin importar
lo que los demás opinen o se ofendan, porque para ofenderse estamos los
colombianos.
Nos
están tratando como a los niñitos entre dos y cinco años y más o menos vamos a
tener las mismas medidas que ellos. ¡Eso es el colmo! Los adultos mayores somos
responsables, capaces de tomar decisiones y de protegernos. Somos más responsables en relación a la
protección que jóvenes que a veces veo en las esquinas, en grupos y con el
tapabocas en el cuello. Entonces,
¡no nos vengan a decir que debemos encerrarnos nosotros!
Nos
sentimos discriminados, como en una casa por cárcel, en un arresto
domiciliario. Nos tratan como parias de la sociedad, como si no
tuviéramos nada que ofrecer. A eso se suma la infantilización de tratarnos como
abuelitos. Yo sí tengo un nieto, soy abuela, pero nunca seré “abuelita”. Soy
una abuela que quiere caminar todos los días para no deteriorarse. Todo ha sido tan desagradable que el mismo
presidente Iván Duque se dio cuenta.
Vamos
a desobedecer, y yo ya estoy desobedeciendo. Lo digo y no sé que me pueda caer
encima. Afortunadamente, las mujeres hemos aprendido a desobedecer desde hace
tiempo o sino hoy no estaríamos vivas. Yo estoy saliendo más de media hora
todos los días cuando hace sol. Es absolutamente indispensable para mí.
Sé quedarme adentro, pero la falta de contacto social también es insoportable.
He usado el zoom, meet, pero para mí eso no es vida. A los 20 minutos
tengo ganas de mandar todo al carajo.
Y es un
despectivo de periodistas el uso de las famosas palabras de viejitos, abuelitos
a todo el que se acerque a los sesenta, por no decir anciano, viejo o
simplemente señor, que con eso basta. Yo ya me jodí, tengo más de sesenta y ya
me voy acostumbrando que por mi vejez me vean como un anciano, cuya connotación
hace que la gente le vea a uno como el zarrapastroso, el que no puede dar dos
pasos seguidos, a pesar de que no sea cierto. De ahí que de pronto el viejo se
vuelva cascarrabias, que lo traten con desprecio, todo por una palabra, el
abuelito. Pero bueno, uno ya pensionado, que se vayan al carajo. Por eso me
opongo al estilo actual del diminutivo que termina siendo despectivo, dentro de
la definición transcrita y voy entiendo a los negritos, a las gorditas, al
pobrecito, a la amiguis y demás terminachos que terminan, desde mi punto de
vista, despectivos y sin elegancia. Una cosa es que un nieto diga abuelito y
otra que en la droguería le digan: y usté
aguelito, qué va a llevar?
Pero bueno,
son cosas contra las que es inútil luchar. Pero me daré el placer de mandarlos
a la mierda cuando me sienta ofendido, porque los viejitos cascarrabias lo podemos hacer con plena libertad, ya no
tenemos nada qué perder, salvo la vida, aunque he visto noticias que señalan
que hubo no sé cuántos muertos de abuelitos,
que tenían hasta ahora cincuenta años! Con eso me doy por bien servido, se
amplió el rango.
Estoy viejo y
retirado. Como escribe el bardo, sin carrera que correr ni pasión que
derrochar.(2)
[1] “Voy
a desobedecer. Lo digo y no se que me pueda caer encima”: Florence Thomas. https://www.semana.com/nacion/articulo/coronavirus-florence-thomas-critica-el-aislamiento-en-adultos-mayores/674882?fbclid=iwar2vn6wx9rlvrtd03alsjt5g4fnoywu_p0jdu-ywqyaeu2bmwqyns7rbqca
[2] Frederick
Forsyth - El Manifiesto Negro.
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