No pude salir de mi asombro al ver que a mi correo llegaba una actualización de Google Maps. Aunque lo de la actualización era algo normal, creo que mensualmente lo hace, pero nunca miraba su contenido, creía que actualizaba calles de la ciudad, por lo que no le paraba muchas bolas. Al ver la actualización del mes pasado, antes de botarla me llamaron la atención algunas fotos que acompañaban al mensaje, diciendo que había estado en algunos almacenes en días pasados.
La curiosidad mata al gato, dicen, así que me puse a
explorar la actualización llegada. En efecto había estado por esos lares
haciendo las consabidas compras y como curioso que soy, me fui a Google Maps a
ver mi histórico. Y ah! sorpresas! Toda mi vida pasada estaba en punticos rojos
reflejados frente a un mapa. Quién lo dijera! Quién lo creyera!
No sabía que supieran tanto de mí, naturalmente con la
tecnología que nos acompaña hoy nada es infrecuente, todo es posible, hasta leí
por ahí que ya estaban trabajando en computadores cuánticos, no tengo ni idea
de cómo funcionan, pero deben ser de esos que determinan si el gato negro está
o no y si vive o no. La tecnología nos arrasó, a los viejos como yo y para el
resto, ya es compañía diaria. Aunque me desconcierte el aparatico ese que responde
a las preguntas que uno le haga y que hay que iniciar con okei gugol, tal cosa,
para que responda, para que ejecute una tarea o para que ponga la alarma o
apague el televisor. Sigo descrestado.
No recuerdo cuándo me involucré con Google Maps ni cuándo
acepté su compañía, sin darme cuenta. Soy de aquellos que uso algo y no me
pongo a leer ni políticas de la compañía ni letra pequeña, pues de hacerlo y no
aceptarlo necesariamente me quedo sin el servicio. Tal como acontece con los
laboratorios clínicos y demás pruebas, con el famoso formulario de aceptación,
que si no se acepta, pues no se hacen los análisis, así de fácil. En mis
tiempos se llamaban contratos leoninos. Y es por ello que no supe cuándo, al
aceptar Google Maps les dije que me siguieran y que permitía ese seguimiento;
tampoco supe qué botón espiché, pero la cosa es que ya saben por dónde ando.
Por el lado positivo es que me sirve de coartada, si algún día la necesito. Por
el negativo, es que la prueba también me puede hundir. Qué ironía! Pero estamos
en los tiempos de la tecnología y qué podemos hacer, volver a la etapa
prehistórica es un absurdo.
Y viendo todos esos punticos rojos vi unos alejados, por
lo que me acerqué y me vi montado en un avión, al menos el avión aparecía y
decía mi destino, el nombre del hotel, los días alojado y el regreso. Quedé más
descrestado, si he de confesarlo.
Tiempos modernos, situaciones modernas, épocas modernas.
No hay de otra, acomodarme a ellas, ya no hay remedio. Pero sigo descrestado. Y
más sabiendo que la CIA, NCIS, NSA saben en dónde ando, por si me pierdo.
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