Las palabras son silenciosas, mientras no se lean. Se mantienen ocultas, calladas, pendientes.
Y cuando se leen, se mantienen silenciosas. Silentes al no
ser oralizadas, pero pendientes a su desarrollo.
Se leen en silencio, mas no se oyen, pero se sienten.
Son nacientes a medida que los ojos le recorren, surgen con
vitalidad, como si nunca hubieran estado en un libro cerrado, sino atentas a
una mirada curiosa.
Las palabras son silenciosas mientras no se verbalicen, en
voz alta, pues de hacerlo, la cosa cambia, de calladas pasan a adquirir
sonoridad y se transforman según la expresión, la tonalidad, la pasión.
Pueden ser silenciosas pero altamente peligrosas o
suavemente cariñosas.
Y son solo eso, meras palabras.
Los pequeños detalles llevan a grandes
resultados. La gente no mete la pata con las cosas importantes, la mete con los
pequeños detalles. [1]
[1] David Baldacci.
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