Internet está diseñada para ser lugar de anonimato. Las
redes sociales lo están para sacarlo a uno del anonimato.
En internet uno cree que hace y deshace y nadie se da
cuenta.
Un instrumento que hace sentir que se es libre, porque va y
viene por donde quiera, sabiendo que puede ser seguido, espiado, pero uno
piensa, quién va a espiar a un anónimo, que no es vigilado, es un anónimo, no es
vigilado, pero es un anónimo vigilado. Mientras no use determinadas palabras
que pongan nerviosos a los servicios secretos, sigue anónimo, pero es vigilado.
Una teoría conspiratoria? Tal vez, pero por qué dejarse
llevar de la paranoia; es mejor pensar que se es anónimo, que se es libre y que
nadie lo ve, aunque pueda que no sea cierto, a la larga es mejor sobrevivir
pensando que nada de eso existe, que uno es un mero anónimo. (Me pregunto si la
CIA, MI6 y las demás agencias estatales de inteligencia no se reirán con lo que
escribo).
A su vez,
por un lado el anonimato y por el otro metido en redes sociales, demostrándose,
mostrándose y todo para no pasar desapercibido. Queriendo mostrar lo bueno,
solo lo bueno, que es uno, lo perfecto que se es, hasta mejorando las fotos
para suavizar la fealdad que a uno lo acompaña. Mostrando fotos de los feliz
que se es, la vida perfecta que se lleva. Y demostrando que se es libre.
A sabiendas
de que de privacidad en las redes no hay y que también se es espiado.
Esa
dualidad nos debe hacer sentir en estos tiempos más seguros, aunque la duda
persista.
Y hablando
de dualidades, usamos el internet como una necesidad imperiosa, a sabiendas de
que es el mayor contaminador del ambiente. Pero así somos.
Tomado de Google.
redes-mundo-digital-conexiones-internet-datos-BBVA-1024x431
Estas medidas de seguridad dignas de James
Bond habían costado millones a los contribuyentes. De todos modos, pensó, ¿para
qué otra cosa servían los contribuyentes si no? Consumían demasiado, pagaban
muchos impuestos y su Gobierno gastaba mucho más de lo que debía, normalmente
en estupideces. Si aquello no era equitativo, que bajara Dios y lo viera.
David
Baldacci. Frío como el acero
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