He tenido una sensación, por demás absurda, que no he podido explicar a satisfacción mía, tal vez mi cerebro la tenga clara, pero la percepción real no se acomoda a la situación.
Salí de Madrid, España, a las diez
de la mañana y aterricé en Bogotá, Colombia, a la una de la tarde del mismo
día. Del mismo día, de eso no hay duda alguna. El vuelo entre una y otra ciudad
duró diez horas.
Se me perdieron siete horas? Sí, ya
sé, no iba sino venía. Sí, ya lo sé, hay muchas explicaciones científicas, pero
cómo explicarle a mi cerebro o a mi cuerpo que las cosas son como son, no
necesariamente como se sienten.
Y ya estando en mi tierra, en ese
suelo que conozco, mirando hacia atrás, solo hacia el día anterior, el paseo se
fue desvaneciendo, volvía a mi rutina, todo parecería un sueño, un paseo
convertido en un sueño, vívido sí, pero despertando ya a otra realidad.
Son cosas que me resultan
incomprensibles.
uno
suele acordarse de las palabras cuando ya ha pasado la ocasión de pronunciarlas.[1]
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