La democracia
obliga a respetar todas las opiniones.
Pero no puede
hacer nada para que todas las opiniones sean respetables!
Y continúo con el contrato social,
sin saberlo lo heredamos, para bien o para mal y me pregunto que para colmo lo firmaron
(mos?) con una entelequia, llamada estado, representada gráficamente por una nación
a la que imaginamos como patria, compuesta por una serie de regiones que se odian
mutuamente pero que en caso necesario se aúnan para poder obtener la mitad más uno
del otro. Y el estado es ese, el que obtiene la mitad más uno, mientras el otro
alegue que hubo trampa. Regido por una cartillita, así en diminutivo, que se recita
y se recita mal, porque se toman los apartes que convienen en cada oportunidad,
que contiene un montón de promesas de antemano incumplidas, de obligaciones, de
sometimientos disfrazados, cartillita que llamamos constitución, que rima con prostitución.
Eso es el estado, entelequia
imaginaria que nos subyuga, nos somete y nos promete, quedándose en eso, promesas,
por eso será que estado es sinónimo de política? Nunca he visto ese estado tan pregonado,
nunca lo he sentido como protector de su nación, generador de recursos para esa
república. Y aquí caigo en el pecado de siempre, hacer símiles y el de hoy, el estado
es como dios, no está donde se supone que está, no cobija, como debería cobijar,
es solo una promesa inalcanzable que nunca va a existir. O qué ha hecho el estado
por usted? Cuándo se ha preocupado por su persona? Cuándo se ha comportado como
un buen padre de familia, como tanto proclama el código civil? Alguna vez le ha
preguntado qué necesita? El estado como gobierno, como lo dije al transcribir frases
ajenas, es el que esté en el puesto que le fue asignado por la mitad más uno, el
que dejará el puesto al vencerse su plazo y suba el que haya sido designado por
la mitad más uno, nunca por el mejor y así por toda la eternidad.
Más de uno estará preguntado
y a éste, que tanto pontifica qué contrato
social le gustaría? Naturalmente la dictadura, siempre que el dictador sea yo,
claro está. Pero eso no va a pasar. En efecto, no es lo que me gustaría que fuera,
porque aunque pueda estar entre la mitad más uno que decidió en un determinado sentido,
tampoco decido, fue por chiripa que atiné con la mitad más uno. Un voto es un deseo,
en cuanto se deposita y deja de serlo cuando se decide, en ese momento pierde importancia
tanto el voto como el votante, porque otro es el que va a usufructuar el poder.
Para responder la pregunta, Churchill lo dijo: La democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Amén!
Es decir, estado, nación, república,
democracia, estado social de derecho, patria, todos son meros conceptos, tal vez
importantes antaño, pero son solo eso, conceptos, como lo es dios, cielo, paraíso.
Qué vaina, sólo conceptos que imaginamos reales, imaginaciones que plasmamos en
objetos, deseos que humanizamos para no dejarlos en el mundo de las ideas. Nos gustan
las promesas, nos gusta pensar en paraísos terrenales y, para colmo, nos gusta la
crítica, que hace verdaderos colombianos!
(No se me desvíe, concentradito!)
Como hemos humanizado los conceptos,
estado, nación, democracia y demás, se trasplanta el concepto al que desempeñe el
poder y una vez elegido, lo llenamos de veneraciones hasta que no pisotee nuestros
intereses o lo vilipendiamos si somos los de la mitad menos uno que no le elegimos.
Todo gracias a la democracia y este concepto se extiende hasta el punto que al otro
día de elegido ya hay alguien que esté haciendo una campaña para revocar el mandato.
Para esto y mucho más da la democracia. Lo importante es alcanzar la mitad más uno,
para ganar o la mitad menos uno, también para ganar en la pérdida y poderle echar
la culpa a la contraparte. Esto es democracia, pero como no la entendemos así, entramos,
unos y otros, al campo del fanatismo y de la intolerancia. Para eso también da la
democracia.
(No se me desvíe, centradito!)
Ya he desacreditado suficientemente
la democracia. Ahora entro en la idea original que era el abstencionismo.
Al inicio dije que abstención
es no hacer voluntariamente. Es relativo, pero supongamos que en principio es así.
Al investigar –superficialmente he de confesar- me encontré con que el abstencionismo
en política tiene varias ópticas. Trataré de condensar lo más posible, en aras a
la lectura del blog.
… se caracteriza por la no participación en el proceso electoral,
por ser una abstención no participante, que consiste precisamente en un no hacer,
en un no votar.
Puede ser activa
(no votar porque no se le da la gana y lo sabe y lo hace conscientemente; también
incluyen al que vota pero lo hace en blanco o nulo) o pasiva (no votar porque le
da pereza salir a hacerlo).
Las causas, diversas,
desde la indiferencia a la pereza en la segunda clase. En la primera una forma de
protesta, falta de preferencia por alguna opción, una forma de demostrar cansancio
al desgaste democrático, no encontrar una alternativa que le llene, etcétera.
Abstenerse electoralmente no significa tan sólo
no votar o no participar en las elecciones. También puede significar no expresar
preferencia por ninguna de las opciones electorales concurrentes. Por supuesto,
el no votar ya implica la no expresión de preferencia alguna. Pero, y aquí estaría
el matiz diferencial importante, también
es posible no expresar ninguna preferencia y, sin embargo, no dejar de participar
en el proceso electoral, porque manifestar preferencia y votar no son ni
acciones idénticas ni sinónimos.
Y el no
votar o abstenerse de votar, en una democracia en que no sea obligatorio, es un
derecho que tiene el votante, pues de no serlo, no sería democracia –a pesar de
la aparente contradicción, previamente aclarada-. Por eso no resulta criticable,
en cualquier caso de abstención, el hacer uso de tal derecho, el abstenerse. Y si
de cifras se trata,
La participación en las elecciones desde que se instauro
la segunda vuelta en el año 1994 tiene un promedio del 44,3% dejando así una abstención
promedio del 55,7%. En estos últimos veinte años de procesos electorales la abstención
se ha fortalecido, teniendo un promedio del 51,5% desde el año 1958 hasta 1990.
Es decir, ni siquiera instaurando la segunda vuelta se ha logrado acabar con la
apatía de los electores en materia de participación democrática.
Es decir que el abstencionismo no es nada nuevo, hace parte
de la democracia, es prerrogativa y derecho del votante.
Se habla igualmente que el voto en blanco y el voto nulo es
una forma de abstencionismo.
El del voto
en blanco se abstiene de votar por alguna alternativa ofrecida y por ello opta por
la de votar en blanco, es decir es un abstencionista que va a la urna, pero no decide
por las opciones que se le presentan. (El
voto en blanco es una abstención activa voluntaria y, por lo demás, legítima. Es
un voto que se emite desde una concepción de cumplimiento de un deber ciudadano,
y hasta puede llegar a tener un componente de apoyo o identificación con el régimen
político (o, incluso, con la democracia). Pero, al mismo tiempo, también es un voto
que se emite desde la no preferencia (y hasta desde el rechazo) por las opciones
electorales concurrentes.) No me había dado cuenta pero en casi todas las elecciones
a entes colectivos voté en blanco porque político era político, ninguno llenaba
mis expectativas, no me habían ofrecido los cincuenta mil y por principio sabía
que no eran honrados, ni siquiera decentes, por lo tanto era indecente de mi parte
votar por alguno de los candidatos. Mi voto era protesta, era decirles ustedes no
merecen mi voto, porque no son ni siquiera honorables.
Y está el voto nulo. (….) es un voto no válido o no válidamente emitido
de conformidad con el ordenamiento. Es un voto irregular, que supone una discrepancia
formal con las reglas establecidas en la normativa electoral, pero también una discrepancia
material, en el sentido de que, o bien no permite averiguar inequívocamente cual
sea la voluntad que el elector pretende expresar, o bien suscita dudas razonables
acerca de cual sea esa voluntad. No forma parte del sufragio válidamente expresado
a favor de alguna de las opciones electorales ni tampoco del voto válido, pero sí
del sufragio emitido en cada proceso electoral. Y tiene dos clasificaciones,
interesante la segunda. Involuntario, que es el que se emite por ignorancia o por
confusión generan un error. Y voluntario, es el que voluntariamente se hace que
el voto sea nulo desde su nacimiento, bien porque no se marca ninguna opción, porque
se marcan todas, pero incorporaría un elemento
de protesta frente al régimen político, frente a alguna de las opciones electorales
concurrentes o, incluso, frente a algún candidato determinado. Eventualmente, podría
incorporar también algún elemento de falta de respeto por el proceso electoral en
cuanto tal o por alguno de sus componentes.
Y con tanto voto nulo que se
presentó en el plebiscito, me parece que obedeció a la expresión de protesta del
votante, pues las opciones eran dos, sí o no, no había otra y no creo que la votación
alcanzada en ellos haya sido por ignorancia o confusión. Es decir que si estos votantes
se hubieran decidido por alguna opción, habría habido otra diferencia.
Hay un elemento no analizado
que habría podido cambiar la torta del reñido resultado del plebiscito por la paz.
Al final ambas opciones sólo estuvieron distanciadas por apenas 54.000 votos de
diferencia, dentro de un total de 12.808.858 votos válidos en la jornada. Para mayor
frustración del Sí, hay más de 257.000 votos inválidos entre los no marcados (86.000)
y nulos (170.000). Cada uno suma una bolsa suficiente para inclinar la balanza:
ya sea para haber cambiado el resultado o para marcar una diferencia sustancial
del No sobre el Sí. La gran pregunta para la que no hay respuesta definitiva es:
¿Cómo es posible que en un tarjetón tan simple, con apenas dos casillas de Sí o
No, un cuarto de millón de ciudadanos se hayan equivocado o simplemente no hayan
marcado nada consignando votos inocuos?
La respuesta: eran votos de
protesta.
Ahora, el título del blog
ha sido: he decidido volverme abstencionista. La realidad, luego de escribir este
artículo es que descubrí que siempre lo he sido, a pesar de haber ido a votar en
la mayoría de las veces en blanco. Mi forma de protestar contra la democracia, contra
los políticos, contra una determinada persona, contra lo que ellos representan que
no es más que la corrupción, el poder mal manejado. Al menos esas, creo son mis
excusas. De igual manera he descubierto que mi voto no hace la diferencia, no vale
para nada como no vale mi opinión política como persona o como ciudadano. Todo esto
ya lo tengo claro y por eso seguiré siendo abstencionista, por activa o por pasiva,
en cualquiera de sus modalidades, porque ya sé que mi voto no cambiará nada, ni
me cambiará a mí, porque seguiré como todos los colombianos, en materia de política,
criticando por criticar, deporte nacional en el que no se gana nada, pero se derrama
bastante mala leche.
Y alguno de ustedes se atreverá
a llevarme la contraria?
Gracias a la libertad de expresión hoy
ya es posible decir que un gobernante es un inútil
sin que nos pase nada.
Al gobernante tampoco.
Jaume Perich
Foto: JHB (D.R.A.)
Abstención
activa. Juan Hernández Bravo de Laguna Universidad
de La Laguna Tenerife. Coincidimos
en nombre, aunque lo de bravo, lo mío es de genio y figura, mas no de apellido,
como el autor del artículo. http://pendientedemigracion.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/A/abstencionactiva.htm