jueves, 10 de noviembre de 2016

YO TE ABSUELVO!



cometimos, porque si uno se equivoca y el otro no corrige,
el error es de ambos (...) si uno erró y el otro corrigió,
el acierto es de ambos.  

Ensayo sobre la lucidez. Saramago

No sé por qué estuve pensando en la absolución. Ah! Es que has pecado mucho, me dice aquél perdido en mi memoria que corresponde al yo rezandero?

Para que haya absolución, se requiere de pecado anticipado, salvo que se trate de la compra de indulgencias plenarias, pues con ellas se podían ir pagando los pecados a medida que se cometieran, como si se tuviera una valera o se podían pagar de un tanganazo luego de acumular una buena variedad, he ahí el negocio.

Continúo, para que haya absolución se requiere de pecado, pero no de cualquier pecado, debe ser grave (según me encuentro en el código canónico: 960 La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario con el que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la Iglesia).

El catecismo del padre Astete, que me correspondió memorizar hablaba del pecado mortal o grave y del venial. Creo que me estoy metiendo en líos con este tema, si sigo con ese tonito y por ese camino (porque las barbaridades que estoy leyendo para ilustrarme me están dejando callado, por ejemplo la definición del mortal: es aquel que separa a la persona de la amistad con Dios o intensifica el alejamiento que la persona ya tiene respecto a Dios. Y el venial, la cosa se torna de castaño a oscuro, al decir: es una ofensa que no rompe la relación con Dios (no produce la muerte de la propia alma) pero sí la debilita.)

Definiciones en pleno siglo XXI, bajo tales circunstancias, mi condena es al fuego eterno, porque no sé cómo está mi relación con Dios, porque hace bastante que no nos hablamos, porque entiendo que para que haya conversación se necesitan mínimo dos y por ambas vías. (Menos mal que mi mamá no sabe que escribo un blog y que escribo estas barbaridades, porque esa sería otra excomunión adicional, la testamentaria…? Esa es asegurada porque soy heredero forzoso! O al menos eso creo.)

Pero antes de continuar, seguí investigando y me veo sonrojándome, de la piedra o de las barbaridades que leo, en pleno siglo XXI, porque si hubiera sido en mis primeros años de vida en el siglo XX naturalmente los hubiera recitado como decía el padre Astete[1], somos cristianos por la gracia de Dios. Que siempre me quedó la duda de qué era cristiano, por qué por la gracia de Dios y por qué no se podían hacer otras preguntas, sino limitarse a recitar como loro esa respuesta y eso que se trataba de la primera pregunta del catecismo que decía, según conservo memoria fotográfica para tales efectos, Somos cristianos? Sí, somos cristianos por la gracia de Dios (el sí había que decirlo con berraquera, como el afirmativo de los soldados, pues de lo contrario no era respuesta aceptada[2]).

Está bien, retomo, para que haya absolución se requiere de pecado y para librarse de él se requiere de un acto de contrición.

La contrición me lleva al siguiente pensar. Estar contrito (arrepentido, penitente, lloroso, suplicante, pesaroso, sentido, dolido, afligido, apesadumbrado, entre otros), así resumo el discurso que me tocaba escribir al respecto.

Entonces concreto, con el siguiente orden: pecado, arrepentimiento, absolución. Y me acabo de acordar de por qué andaba pensando en el Yo te absuelvo. Nada tenía que ver con la religión ni iglesias (qué pérdida de tiempo y todo por su mala leche, oigo decir a ese rezandero que hay en mí y me toca recordar la frase ya antes citada: Ignoro si Dios existe, pero no quiero contrariar su voluntad ni las señales que envía.)

            En efecto, nada tenía que ver con el aspecto religioso. Vino a mi memoria la costumbre judicial de altos tribunales que al condenar a una entidad dispone que pida perdón por sus actos a las víctimas, casi veinte años después de sucedidos los hechos, y al que le toca disculparse, lo hace de afán, sin saber la razón precisa por la que  condenaron a la entidad y es un acto, para mí, de lo más despreciable. Una persona que no tiene idea del pecado, que por eso mismo no se arrepiente ni siquiera por lo hecho por sus antecesores y que debe hacer esa contrición para obtener la absolución! Se trata de una situación odiosa, como odioso es el acto en que se realiza, generalmente leyendo un texto lo más impersonal del mundo. No sé cómo las víctimas acuden a esas farsas.

            Y eso me lleva al otro acto de contrición que a leguas se veía, que se tenía el pecado, porque había sido cometido por los asistentes involucrados, no se vio ninguna cara contrita (arrepentida, penitente, llorosa, suplicante, pesarosa, sentida, dolida, afligida o apesadumbrada), de un discurso leído a la carrera y sin señal alguna de arrepentimiento. Ese fue otro sapo que me tocó tragarme al votar por el sí.

            A estas últimas absoluciones eran a las que me quería referir cuando tenía el título y no el contenido, pero al menos logré corregir mi camino en el último momento.

Ser dios, en resumidas cuentas,
exige más virtudes que ser emperador.

M. Yourcenar. Memorias de Adriano




[1] Por casualidad lo busqué y me encontré esta edición de 1845, que confieso nunca conocí, al parecer venía con explicaciones http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/86990/brblaa124019.pdf, aunque no me explico cómo el mío no lo traía. Se limitaba a preguntas y respuestas, sin explicación. Ese es mi recuerdo, de infancia, naturalmente. Y lo recuerdo tanto que mi mamá era la que nos tomaba la lección, ella hacía la pregunta y uno contestaba. Qué tortura! Y no lo sabía pero don Gaspar Astete, naturalmente jesuita y español que murió en 1601, qué horror, con razón sobreviví!  En efecto, había un catecismo que eran solo preguntas y respuestas, si la curiosidad los lleva, pueden ver http://www.banrepcultural.org/node/32489 y pueden verificar todas las horas perdidas tratando de aprendérmelo, creo que desgasté muy buena parte de mi cerebro grabando tanta barbaridad!
[2] Aclaro que me formé con las monjas Siervas de San José, que regentaban la primaria en San Bartolomé la Merced, igualmente españolas. Por tanto, mis primeros años de estudio siempre bajo la sombra religiosa, me hubiera gustado ser cura, pero creo que yo mismo me di cuenta de antemano que para esas cosas no iba a funcionar. Para qué desilusionar a los ancianos?

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