Un mito (del griego μῦθος, mythos, «relato», «cuento») es un relato
tradicional que se refiere a acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres
sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes, monstruos o personajes fantásticos, los cuales buscan dar una explicación a un hecho
o un fenómeno.
La conversión de la palabra de su sentido original al que
adquiere con el tiempo es notoria en algunas ocasiones. Por ejemplo mito.
Siempre que se mencionaba en mi lejana juventud hacía referencia a los mitos
griegos y latinos (gigantes y titanes, por ejemplo). Hoy, preguntar a alguien
menos viejo que yo sobre tales mitos hace que la respuesta sea otra y si se les
trata de explicar lo que eran gigantes y titanes, terminan mirándole a uno con
cara de otro planeta.
Pero debemos acomodarnos al paso de los tiempos y hoy el mito
ya es otra cosa. Y hago referencia, particularmente a dos posibilidades: una,
la del mito en la ciencia (a
pesar de ser propio de la historia), al cual llegué al ver un programa de la DW(1),
en el que lo que creía, al menos yo, como una verdad era realmente una verdad
no comprobada, por no decir una mentira o una verdad desmitificada.
Que la espinaca contiene puro hierro y es el alimento por excelencia que
da fuerzas y se convirtió en sinónimo de Popeye (y de fuerza); que el vino es
bueno para evitar las gripas y que la vitamina C ingerida cuando empieza
también, después ya no; que leer con poca luz daña los ojos, (solo los fatiga);
que el uso de celulares y tabletas en un avión lo afectan y pueden hacer que
falle (parece que para nada, que es un mito que surgió como todos los demás,
porque alguien lo dijo por decirlo sin soporte); que la música efecto Mozart resultó
que es teoría de una moda sin sustento; que los bebés no deben llorar en
exceso… (por el contrario, dicen que debe dejárseles llorar todo lo que quieran
porque eso fortalece los pulmones). Y entre periodistas y mercadeo resultan culpables
de muchos mitos.
El conocimiento es un proceso continuo. Lo que
ayer tenía validez, hoy es probable que la ciencia lo rebata. Pero ¿cómo es
posible que se perpetúen mitos hasta en la ciencia? ¿Por qué no se logran
sustituir sin más viejos conocimientos por nuevos? Desde errores metodológicos
hasta manipulación, todo es posible. Nuevos mitos surgen no solo a pesar de la
ciencia, sino incluso gracias a ella.
Por ejemplo, la desintoxicación: un mito en pleno
auge. La desintoxicación del cuerpo se basa en una concepción de médicos de
comienzos del siglo XX. No obstante, los médicos modernos consideran que los
tratamientos para eliminar las impurezas supuestamente acumuladas en el
organismo es una tontería. ¿Por qué no logran los expertos investigadores
destruir el mito de la desintoxicación que carece de toda base científica? La
Dra. Lilian Krist, epidemióloga del hospital Charité de Berlín, manifiesta: «La
gente quiere creer en algo. Hoy, las grandes promociones de dietas alimentarias
y tendencias que marcan estilos de vida se han convertido para muchos en el
sustituto de la religión.». Nuevos estudios suelen aportar más interrogantes
que respuestas concluyentes. Los datos dan rienda suelta, por tanto, a la
interpretación o incluso a malinterpretaciones intencionadas. Lo que sucede es
que una información errónea almacenada alguna vez en nuestro cerebro
difícilmente se borra. El psicólogo cognitivo Ullrich Ecker ha constatado en
muchos experimentos realizados al respecto que en mitos ya instalados, en los
que las personas creen desde generaciones, actúan grandes fuerzas inerciales.
Hasta se puede identificar un efecto bumerán: cuánto más se intenta destruir un
mito, tanto más firmemente se afianza en las personas.
Y eso refiriéndose a la ciencia. Qué podemos decir de los
mitos urbanos? Nacidos igualmente porque fue dicho por alguien (importante,
naturalmente y en lo posible hay que afirmar, no importa la verdad, que lo dijo
un estudio de alguna universidad afamada y así se le da mayor credibilidad al
chisme). En este momento, tal como me acontece últimamente, para citar un caso
de mito urbano, se me han borrado y claro, a mayor esfuerzo de recordación,
mayor olvido para traer al presente. En esto me disculparán. Aunque viéndolo
bien, cualquier afirmación –positiva o negativa, que la hay- que se oiga en
conversación ajena lleva a ser opinión multiplicada, así sea nacida del chisme
y termina como un mito urbano que todo el mundo afirma con la seguridad más
arraigada que auto de fe y sin el menor asomo de haber sido corroborada. Aunque
hoy, casi todos los mitos urbanos que uno termina oyendo son meros chismes o
resultados de éstos.
Antes se podía decir que los mitos pululaban en el pueblo, al
ser ignorante y semianalfabeto en el mejor de los casos. Hoy ya es
generalizado, tal vez debido también al exceso de información que tenemos que
no da tiempo para la verificación sobre su realidad. Por eso cualquier chisme
nacido en red social, multiplicado como locos desconocedores, terminan en
realidades que no se ajustan ni siquiera al concepto de mito, en ninguna de sus
variedades, salvo en la urbana, que esa, para ignorante es bastante consolidada
y yo he caído unas cuantas veces y creo que seguiré cayendo, por bobo, por qué
más sería?
Por eso hay que tener cuidado, el mito nace del chisme y de
la desinformación. Curiosamente en un televenta en que caí, aparece un vendedor
de ilusiones, una especie de curandero, creo que llanero, hablándole al pueblo
con una seguridad y convencimiento sobre sus poderes y usando y abusando de
términos que creo que ni conocía pero que le venían como anillo al dedo, para
darle mayor seriedad a su propuesta de lavativas, amarres y demás y que le
concedía un aire esotérico al usar términos como el karma, mantras, auras y
demás revelaciones divinas. Y me preguntaba sobre esta publicidad, cómo en
pleno siglo XXI se conseguía marrano como si estuviéramos en los inicios del
siglo pasado? Pero para todo hay marrano y entre mitos, leyendas y chismes, hay
para todos.
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