Mi cultura no
da para conocer el detalle del budismo y mi conocimiento se centra en
Siddharta, el libro de Hermann Hesse que me devoré en mis tiempos juveniles.
Como me acomodé a lo moderno y en muchos casos busco la comodidad de la
consulta rápida, vi en Netflix(1) una serie sobre personajes que dieron un
vuelco a la humanidad, y me centro en el capítulo que resume a Buda.
Sin pretender
pontificar, dada mi ignorancia en este tema, me llamó la atención una frase
recurrente de Buda que le llevó a concluir que la vida del ser humano es de
solo sufrimiento. Conoció los extremos, en búsqueda de su nirvana, y encontró
que esa elevación no se conseguía en ninguno de tales extremos (ni en la
miseria ni en el exceso de opulencia).
Nacemos en
medio del llanto y nos vamos de este mundo en medio del llanto, propio o ajeno.
Y la vida transcurre efectivamente en un camino de sufrimiento, algunos le
llamarán estrés o depresión, con preocupaciones constantes sobre nuestro
futuro, sobre cómo soportar el mundo de las deudas, el mismo buling social –en cualquier nivel:
social, laboral, educativo o de redes sociales- y el mundo se nos presenta como
angustioso y angustiante. Debemos tener un estudio, una profesión, un trabajo,
un trabajo para endeudarse, un trabajo para pagar deudas y por último, esa sí
necesaria, una pensión. Debemos tener casa, carro y beca, mejor de las que
tienen los vecinos, por aquello del qué dirán, en silenciosa elocuencia, o del
reflejo nuestro en redes sociales, tan básico en estos días (qué desgracia!
Todo producto de la modernidad que nos acompaña).
Ciorán dijo
que el hombre sin angustia no era hombre. Lo que me refuerza aquello de que la
vida es sufrimiento. (Naturalmente Buda logró liberarse de esa fatídica noción;
el nirvana no es para todos, porque pocos son los elegidos).
Una visión muy
pesimista de la vida, dirán algunos –los muchos diría yo-. Y visto así,
efectivamente es deprimente vivir.
Pero
naturalmente están los optimistas (de Walter Mercado, pasando por Coelho –advirtiendo
que me devoré todas sus obras- y demás vendedores de esperanzas), todos
aquellos que pareciera que nunca sufren. Visto así, el vivir de esperanzas que
nunca llegarán también deprime.
Entonces
retomando a Buda, esos extremos –de pesimismo u optimismo- resultan ser
peligrosos, por un lado porque nos dividen, nos encasillan, nos segregan, nos
fanatizan y del enfrentamiento, que Dios nos libre!
Entonces como
dice el refrán: ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Sí,
la vida es sufrimiento, resulta innegable, por no tener trabajo, por tener un
mal trabajo, por tener un trabajo que lo enloquece, que lo abarca todo, por ser
vicioso del trabajo y aún aplicables las premisas a los vagos, porque
sabiéndose vagos creen que son los mejores… Pero me desvío. La referencia la
hacía porque resulta aplicable a todo el transcurso de la vida, larga o corta,
según se trate el paciente.
Pero
igualmente tiene sus momentos, esos momentos que se reflejan en un suspiro de
placer, en una sonrisa de satisfacción.
Entonces como
diría Buda, supongo yo, el truco está en el equilibrio y culminar pensando en
aquella frase (que dicen es un refrán chino): si un problema no tiene solución,
para qué te preocupas y si tiene solución, para qué te preocupas?
Supuso
que su secreto consistía en escuchar el mismo cuento mil veces como si lo oyera
por primera vez, esas historias que los ancianos repetían para acomodar el
pasado y crear una imagen aceptable de sí mismos, borrando sus remordimientos y
exaltando sus virtudes reales o inventadas. Nadie desea terminar la vida con un
pasado banal.(2)
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