lunes, 25 de febrero de 2019

PESADILLA


Abría los ojos y sólo podía ver destrucción. Por todos lados solo destrucción, como en aquellas imágenes de televisión que muestran a las ciudades de Siria y de Irán derruidas y lo más triste era que mi ciudad estaba totalmente en ruinas, sentimiento que nunca había experimentado ni siquiera cuando las guerrillas intentaban llegar al poder.

Miré a la derecha y me encontré con que el presidente Duque estaba recibiendo un libreto de unos gringos, todos ellos monos con el mismo peinado de su presidente. Era un libreto de paso a paso o hágalo usted mismo, como les gusta a los gringos. El primer paso era alborotar el avispero, pero que se sintiera patriótico, como apoyo a los hermanos vecinos. Luego venía un rifirrafe entre vecinos, echándose vainas, empujándose como en aquellos tiempos juveniles de dele usted primer si es capaz, como dele y yo le parto la jeta marica, como diría algún prominente estadista colombiano. Luego continuaba el juego de niños: voy a hacer una fiesta al lado suyo, entiéndase en la frontera, y voy a poner la música bien alto. Y el otro le respondía, pues yo también y voy a llevar el doble de bafles y voy a ponerla más duro que la suya; pero yo voy a llevar a gringos, OEA y un montón de mercados, para que vean lo bueno que soy; y el otro le respondía que los rusos y chinos le habían regalado también muchos mercados para repartir. Y así proseguían gritándose el uno al otro, sacando cada vez más lo indios que eran, de acuerdo con el libreto que a Duque le habían dado los gringos. Naturalmente el libreto decía las soluciones cuando se le salieran de la mano los insultos y cómo lidiar con ellos, para eso son buenos los gringos, para no aparecer ellos sino los actores, con palabras elaboradas por los primeros, con ayuda del innombrable, claro está.

Y mientras, la ciudad seguía en destrucción. Veía cómo se iban cayendo los edificios, cómo las calles se llenaban de muertos y todo, todo era desolación, mientras los actores sonreían porque detrás de ellos estaban los gringos, porque Duque no tenía la suficiente imaginación para hacer lo que estaba haciendo, un favor a los gringos, porque el libreto decía claramente, -aunque sujeto a interpretación de acuerdo con las leyes de Nueva York-, que ellos se harían cargo de las ruinas, que ellos entrarían a ver las consecuencias y daños colaterales, como les gustaba llamar a la devastación de quienes no querían esas consecuencias. Y claro, luego de la destrucción entrarían a disfrutar de lo mejor de la guerra, la supuesta reconstrucción de la que ellos mismos se encargarían, de acuerdo todo con el libreto y de los comerciantes gringos que habían ayudado a hacer el libreto.

Y yo solo viendo toda esa destrucción sin posibilidad de parar la masacre, porque los gringos y la ONU se harían cargo, ante nuestra imposibilidad de opinar (e ineptitud para hacer, porque si nos hubiéramos quedado quietos nada de eso hubiera pasado, pero todo en aras de la democracia, de una democracia que no era nuestro problema, sino del vecino). Era un testigo mudo y pensaba en el vecino, allá la destrucción había empezado antes, entre ellos mismos, como fieras en una misma jaula.  

Pensaba tristemente que una guerra se empezaba cuando los gringos estaban desocupados sin otras guerras importantes, tenían que hacerla para no aburrirse; a ellos no les importaban las consecuencias, porque ganaban por lado y lado, vendiendo armamento y luego reconstruyendo, a nuestra costa, en todo caso terminábamos debiéndoles, endeudados hasta la coronilla.

Y temía yo que se iniciara otra guerra pero mundial, porque al lado de los unos estaban los de siempre y al lado de los otros, los mismos y uno que era el afectado, sin derecho a opinar, en ningún sentido, sólo siendo testigo de la hecatombe Y todo por metidos en problemas ajenos que no podían ser resueltos por la democracia gringa pero que se aprovechaban de los gobernantes bobos de estas tierras para dar gusto a un loco que los dirigía.

Y ante mi imposibilidad de seguir soportando este caos de locos, sabiendo que estaba en un sueño y no queriendo que se hicieran realidad tales premoniciones, sabía que el único camino que me quedaba era despertar y así lo hice, sudoroso, temeroso, sin ánimo de pensar más, sabiendo que yo no había hecho nada, pero era el colateral esperado por el manual de los gringos. 

Ya despierto sólo rogué a Dios que solo fuera una pesadilla y nada más.

No existía ningún tipo de organización y cada soldado comenzó a disparar sin importarle demasiado hacia dónde. El objetivo no se extendía más allá de hacer algo mientras los acontecimientos se precipitaban. Porque hacer algo siempre es mejor que no hacer nada. Y si te van a matar, te matarán igual, pero el abrazo de la muerte te llega con la cabeza bien alta.(1)

https://www.cuantocabron.com/meme_otros/relajaos-hay-democracia-para-todos



(1) Alberto Vásquez. Medio hombre.

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