viernes, 25 de octubre de 2019

ESCLAVOS DE LA PALABRA


      Hoy debemos pensar las cosas más de una vez antes de poder verbalizarlas, por los riesgos que conlleva el hablar normal –o lo que se entendía por ello en mi época- o en momentos de irritación –a lo que estamos expuestos ahora tan frecuentemente-. En otras palabras debemos cuidar la lengua. Afortunadamente el pensamiento sigue con sus pensamientos propios y solo ellos son responsables ante ellos mismos.

      Ya no se pueden expresar con espontaneidad las ideas y las conversaciones deben cuidarse, más cuando uno no sabe si el interlocutor lo está grabando, pues en estos días ya no se puede confiar ni en la sombra, como decía mi mamá.

      Antes podíamos hacer chistes malos o imprudentes, pero eran eso, chistes. Hoy ya no porque la gente ya no está en capacidad de comprender ni la ironía y menos el sarcasmo y aún menos entender que se trata de un chiste.

      Por eso ya no podemos decir que uno está trabajando como negro, o que bien marica que es uno, o lo bueno que está la señora, porque puede ser objeto de denuncia por discriminación, a pesar de ser un decir, un dicho popular. Un mero comentario lo puede llevar a uno a la cárcel, porque los ofendidos pueden ser muchos, a pesar de que sean minoría, gracias a la democracia.

      Son lógicas que se están presentando con la edad, las veo más ilógicas y me hacen más retraído, más asocial –o antisocial, si se quiere-. Pero veo que con el tiempo he dejado de ser, tanto que prefiero no subirme a un ascensor si va un menor de edad solo, porque ya nos miran con desconfianza, como si uno fuera a hacer algo indebido y eso me molesta, porque me ofende que de entrada estemos estigmatizados sin razón alguna. Pero esos son los precios que hay que pagar en la modernidad, desafortunadamente.

Es cierto que eso no habla muy bien de su formación cultural. Pero es para ellos una liberación. No dejan que nuestro mundo penetre en su conciencia. Lo han rechazado por completo. Una ceguera ha reemplazado a la otra. (1)

Tomado de Facebook.(2)


(1) Milan Kundera. La broma.
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