lunes, 7 de octubre de 2019

UN DIA MÁS


      Por vicisitudes de la vida tuve que hacer una diligencia ante autoridades que luego de culminadas me demandó seis horas de mi vida, incluida la hora y media de transporte.

      Qué decir de Transmilenio, como medio de transporte; de un extremo a otro de la ciudad no me llevó más de lo necesario, por lo que sigo insistiendo que para estos menesteres no hay como el Transmilenio, libre de trancones, aunque no tanto de espera mientras aparece el que uno necesita, pero con todo me doy por bien servido.

      En los trayectos no faltó el que vende dulces, el cantante, el de los esferos, estampitas y demás maricadas. Curioso que las monedas aguanten, pues no acababa de bajarse uno para que el otro empezara con su pedido e intervención. Aquí vale el cuento que el primero que conmueva gana, el resto, ni bolas se les para. Y naturalmente en cada intervención no faltan las frases para conmover, para hacer sentir culpa a la gente, tales como: el hoy por mí, mañana por ti; ojalá, Dios los libre, de que les toque a ustedes; uno nunca sabe el hambre ajeno; cualquier cosita que les sobre, sea una monedita, un pancito o algo de tomar; tengo veinte hijos muriendo de hambre y todos dependen de mí; no es que yo quiera pero es la necesidad que me trae hasta aquí, si alguien sabe de un empleo, yo estoy dispuesto…  Naturalmente ya estoy curado del complejo ajeno que me pueda generar el prójimo.

      Y de regreso, luego de cerca de cuatro horas haciendo colas, que por acá no es, que vaya al fondo a la izquierda, que sí un momento, que tome su turno, que la demora en la atención es de cuarenta minutos, etcétera, bajo sobrado cansancio me encontré los personajes de Transmilenio. El uno cantante con Serrat (Harto de estar harto, ya me cansé… letra que puede conmover), y sin que hubiera culminado el cantante, una mujer, obesa, manga corta para poder mostrar en sus brazos unas quemadas, con bastón, no muy mayor, hizo su cola para iniciar su pedido. Curioso discurso el que se echó. Fue una larga perorata, pero llamativa. Inició haciendo claridad de que no iba a cantar, como su vecino que aún no había terminado de recoger el fruto de la canción de Serrat. Prosiguió afirmando que no iba a hablar mentiras, que no le molestaba que no la miraran, pero que se emberracaba si le torcían la jeta por su presencia, que ella era frentera, que era una ladrona, que había pasado por la cárcel varias veces, que era ladrona desde hacía mucho tiempo, que la habían baleado –obviamente mostró las diferentes entradas de bala a lo largo de su cuerpo-, la habían apuñalado –y siguió mostrando las correspondientes cicatrices- y aclaró que solo robaba a los hombres, porque las mujeres nunca cargaban nada en las carteras, pura basura, peinillas y cepillos –en lo que concordé con ella-, que era más lucrativo robas a un hombre porque ellos al menos tenían plata y buenos celulares y máximo le hacían mala jeta por su presencia. Habló de las relaciones de pareja, que cuando el hombre es bueno la mujer es una basura y si la mujer es complaciente el hombre es un guache –con lo que también concordé-. Y se desvió a platicar sobre la necesidad de que cada uno lave su locita, que arregle su cuarto, que tienen tiempo para estudiar, para internetiar, darle al feis, pero no para actividades básicas de agradecimiento hacia los padres, una correspondencia mínima –también estuve de acuerdo con ella, al que le caiga el guante…-. Y tocó el tema de corrupción mencionando de los últimos escándalos, pero que como esos eran ricos las consecuencias no eran mayores, pero que si fuera uno de ellos, otro gallo cantaría. Y mencionó sobre la plata que el Distrito invierte en hogares de paso para gente necesitada, plata desperdiciada porque ahí sí lo pobres se creen de mejor familia y no aprovechan –que me hizo recordar el comentario del embolador que me comentaba que él no iba por allá porque era demasiado peligroso y de gente sin cultura (¡)-. Pero que ella estaba en un programa del Distrito en donde iba a hablar de lo mismo en colegios distritales y algunas universidades. Y culminó diciendo que lo único que le agradecía a Dios eran sus hijos, que eran lo único bueno que le había dado ese Dios.

      Y nada más culminar su recogida puesto por puesto, aunque he de decir que el cuento me distrajo del largo viaje, se subió otro cristiano, cuyo discurso, que tenía como objetivo hacer reír, para conmoverlo a uno, claro está, comenzó a decir que caras vemos, pues el era muy feo y tenía cara de atracador, pero que corazones no sabemos. Que la policía lo vivía parando preguntándole que en donde llevaba las armas cortopunzantes y él siempre les respondía que con esa cara de hampón no necesitaba cargar nada de eso. Porque reconocía que era feo, bien feo. Y habló de corrupción, de los Nulle y de Samuelito, que como ellos si tienen cultura… No recuerdo el resto de perorata porque de tantos discursos a mi edad ya se confunde quién dijo qué.

      Este fue un día que me sacó de la rutina y vi que uno aprende de historias ajenas, algunas verdades escucha, pero también me ratificó que la profesión de limosnero, que dicen es muy lucrativa, es cuestión de locuacidad, de conmover a la gente, de generarles algún tipo de culpa para que desembolsen con timidez su ofrenda por estar en mejores condiciones que ellos. Y el discurso parece que lo han venido cambiando, pareciera que periódicamente cambian de discurso conmovedor, lo que es bueno, los hace inventivos, aunque ya para mis años, no me conmueven ni me generan culpa, porque qué culpa tengo yo de situación ajena? Y me llamó la atención que no se hubieran subido venezolanos. Algo estará pasando.

El odio se desmorona ante una sonrisa amorosa; ante un silencio comprensivo y ante una respuesta favorable, que no humille o lastime.(1)

Óleo sobre papel, espátula. JHB (D.R.A.)




(1) Santiago Gamboa. Perder es cuestión de método.

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