Una lectura
de espías llamó mi atención al hacerse la pregunta de si a la gente le
interesaba más tener libertad o seguridad. Una primera respuesta rápida, sin
mayor reflexión me llevó a optar por la libertad.
Sin embargo,
la pregunta siguió flotando en mi mente durante algunos días y la opción de la
libertad ya no me pareció tan prioritaria, pensando en mí. Sí, gozamos de
libertad, así lo dice la Constitución si queremos ser legalistas, porque la
libertad únicamente la concede la ley, que es la que determina lo que puede o
no hacerse, así no queramos, a ella estamos sometidos. En otros países que
legalmente no la tengan plena –si es que se puede predicar de libertad plena-
aún a pesar de ella existe la libertad: para ir al trabajo, para hacer compras,
para transportarse, pero tal vez no ya para gritar, para quejarse, pero hay
algo de libertad. Creo que la única forma en que no se está libre es en medio
de la esclavitud, porque no da derecho a pensar.
Siguiendo
mi misma línea de pensamiento, pensaba en esa libertad que me amparaba y me
encontraba una limitante o una cortante, como se prefiera y era que podía tener
esa libertad tan cacareada pero eso no me llevaba a sentirme más pleno, en la
medida en que carecía de la seguridad –jurídica, financiera, social-. Podía
caminar por donde quisiera, hacer lo que quisiera pero la inseguridad de la
ciudad me impedía disfrutarlo, con tranquilidad, con confianza, porque en
cualquier momento podía ocurrir un acto de inseguridad –y no me refiero a la
propia del ser humano, que ese es otro cuento-.
Y la
pregunta cobró vida. En mi caso qué prefiero: la libertad o la seguridad? Lo he
venido pensando y cada vez que lo pienso más me inclino hacia la seguridad, a
esa tranquilidad de poder caminar por cualquier lado –aún a costa de la
libertad- sin temer nada, sin estar prevenido ni asustado. Tener la seguridad
de que tanto yo como mi círculo más cercano estén seguros en la ciudad, en su
propia casa.
Y si me lo
vuelven a preguntar, con toda seguridad opto por la seguridad, porque así sé
que puedo confiar en mí y en la gente que me rodea, me da tranquilidad y de esa
forma tengo menos preocupaciones y un mayor disfrute de poder caminar a mi
paso, por las calles oscuras y aún las lluviosas, porque la seguridad social a
la que alude la pregunta no solo es la de ese tipo de seguridad sino también
las otras, las financieras –que estoy protegido en ese aspecto-, la seguridad
jurídica –que las leyes son las que son y se aplican independientemente de
quien sea-, sí de todas esas seguridades que harían mejor el convivir en
sociedad.
Los rusos siempre hemos querido renunciar a nuestra
libertad por la seguridad.(1)
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