Tomado de Facebook
89932390_1854270898042431_6585994313014968320_o
|
Iniciando
esta pandemia y viendo lo que ha venido pasando vienen a mi mente una serie de,
no sé si inquietudes, preguntas o vergüenzas ajenas que me llevan a plantearlas
a vuelo de pájaro, porque de ser juicioso daría para varios tomos.
-
La improvisación de los gobiernos. Vaya y venga la
presentada por el primero que la detectó, los chinos. Pero de ahí en adelante
veo con vergüenza cómo han procedido. Estamos en plena época de manuales y protocolos,
los hay para todo y a granel, casi todos para cumplir con un requisito,
desactualizados, nunca vistos hasta que la desgracia aparece. Y lo digo con
conocimiento de causa. Vergüenza da decretar pero no aplicar o decretar a la
loca, con tantos gobernantes ineptos o ignorantes que tenemos y lo digo con
conocimiento de causa.
-
Le gente. Esa sí que da vergüenza. Por más estudiados
que son, -porque entre los de hace cien años y los de hoy, la ignorancia, según
estadísticas gubernamentales, se había superado con creces-, pero pareciera que
el retroceso mental es mayor. Corriendo como locas a comprar papel higiénico,
será para tapar sus propias cagadas. Comprar alcohol como para hacer una
destilería, será para bañarse-. Generar el mayor miedo posible, intencionalmente
o por mera ignorancia, en la mayoría de casos –para eso están las redes-. A ver
si con cadenas de oración se soluciona esta vaina.
-
La desinformación. De autoridades, de periodistas, de
redes sociales. Difícil determinar cuál es verídica. Todos especulan, unas para
minimizar, otras para generar caos, aprovechándose de la ignorancia ajena. Y
las redes sociales, como locas reproduciéndose cual nido de ratas. Y yo, en
redes sociales, con el sarcasmo en su máxima expresión.
-
La incoherencia mental. Entre tantas que se pueden
mencionar, ésta, en que ordenan que debe haber una distancia en aglomeraciones
no menor a un metro entre cada persona. Puede ser buena medida que evite el
contagio, pero viene el ejemplo típico, el transporte público, ver el
Transmilenio. O, como acabo de corroborarlo al hacer una vuelta bancaria. Se
entra por tandas de a cuatro, parándose en los puntos señalados en el piso para
mantener la distancia entre uno y otro –eso está bien-, pero afuera, la cola
para entrar, en donde no hay distancia alguna, evitando que alguien se cuele. Y
la viejita aprovechada, aduciendo ser tercera edad, mientras la casi mayoría
éramos sus similares, tratando de entrar de primera. Se le explica y le toca
hacer cola a regañadientes. Entra luego e insiste en que es tercera edad
y merece trato preferencial. Afortunadamente le aclaran que es una sola cola y
que se vaya a su puesto. Mi decencia aparente me lo impidió, pero estuve a
punto de vaciarla para que no abusara de su cacareado derecho.
Y como dije, da
para mucho hablar, pero solo puedo concluir que todas estas situaciones tan
anormales demuestran que el ser humano –por lo general- es cobarde y como todo
buen cobarde, es miedoso, con todo lo que esa palabra implica.
… no todos
somos capaces de asumir la verdad. Nos hacemos la ilusión, acaso estúpidamente,
de que se restablece el equilibrio cuando hay un culpable al que castigar,
alguien a quien atribuir toda la responsabilidad del mal que tenemos a nuestro
alrededor…(1)
Tomado de Facebook. 89722151_137813261090573_1145069415331528704_o |