lunes, 9 de marzo de 2020

DE IDEALES AJENOS


            Pensaba en la soldadesca, en los militares, en su acepción mayor y general (¡). Es un mal necesario –o un bien indispensable, según se piense-.

            Me retrotraigo a tiempos de antaño, la de los relatos históricos y de novelas, en donde un ejército se reunía contra otro, en situaciones semejantes. Una lucha cuerpo a cuerpo, en el que quien tuviera menos bajas vencía. Armados, puede que hasta los dientes, pero en retrospectiva era espada contra espada. Dicen que valientemente disputaban un ideal. La guerra todo un arte considerada. La paz, ni siquiera un arte –a pesar de necesitar unas cuantas reglas-.

            Pensaba en que ellos morían por un ideal, siempre político o religioso, pero nunca individual, el ideal de otro, uno impuesto.

            Iban a la guerra con la conciencia clara que era matar o morir, no había otra.

            Pensaba en cuántos millones, a lo largo de la historia, habían muerto sin pena ni gloria, ese soldado desconocido sin lápida de recordatorio –el último fragmento para no ser olvidado, tan descaradamente-.

            Y es en el momento de la batalla en que el ser humano se convierte en asesino, sin razón pero con el ideal de alguien que ni siquiera participa, un verdadero asesino, dicho sin eufemismo. La parte más amarga del ser humano y si se ve bien, la parte que lo deshumaniza.

            Y yo por qué he de ir al campo de batalla, porque otro lo dice, porque otro lo ordenó, porque otro lo dispuso desde su cómodo sillón? Se puede oír en esos campos.

            Me imagino no el miedo de ir a batalla, me imagino es el horror del dilema: matar o morir y ver en la cara del contrincante el mismo horror y ambos pensando: qué diablos estoy haciendo acá?

            He de confesar que jugué a ser militar, de esos de fin de semana, en donde hasta los generales lo llamaban a uno doctor, siendo soldado. Mea culpa.

Pero también te digo, tío, que nada puede cambiar el destino de un hombre ni impedir que sea lo que esté destinado a ser.(1)

Tomado de Facebook.
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(1) La corona de hierba. Colleen McCullough

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