miércoles, 9 de septiembre de 2020

PALABRAS FLORIDAS

             Unas lecturas llamaron mi atención respecto del idioma que se solía usar. Ya no se usan palabras endulzantes al oído, como antaño solía hacerse. Se hablaba un buen idioma, los fantoches, que nunca han dejado de existir, usaban las más altisonantes, para demostrar su cultura. Los demás, el español florido, ese que al oírse revela la educación y cultura del interlocutor. Hoy bastan las vulgaridades ya que cada grosería tiene su sentido según la entonación, el desparpajo, el sentimiento; unas folclóricas, otras disonantes.

 

            Leía las siguientes palabras, de pronto ya olvidadas en el lenguaje cotidiano: adusto, mirada colérica, aire melancólico, mirada inquietante o valorativa; hombre fino, presencia de ánimo; seco en su postura, de esa seguridad usual. Colérico por naturaleza o bien flemático. De bondad resignada o inalterable de honor. Estoico y cuidado. También abnegación funeraria o devoción fraterna.

 

            Con esas finas palabras se reflejaba el aspecto de una persona, su situación, su condición y al oído sonaban con melodiosa voz.

 

            Palabras que antaño daba gusto oír en una conversación con altura, a la vieja usanza, se decían y servían para describir a una persona, en una situación en la que estaba involucrado, en meras sensaciones para transmitir.

 

            Hoy, cualquier conversación, hasta presidencial, tres de cada cinco palabras son groserías, según entonación, ceño, rabia. Antes una persona de funesta mirada se ha trastocado a un hijueputa mal encarado o malandro.

 

            Palabras como sonrisa guasona, piel atezada, desabrido y displicente van a morir en el diccionario como palabras arcaicas o de poco uso, suplantadas por otras, ya modernizadas. Es difícil ya atajar ese avance y de esa manera sólo me queda decir: A menudo olvidamos el mérito de un tiempo en el que no existía(1) eso, precisamente eso, las palabras que hoy estamos dejando morir.

 

            Cosas de la modernidad, me repito y pienso, si algún joven me ha leído, habrá entendido algo de lo que escribí?

 

—Ahora, como nos dijo Lampedusa, si queremos que todo siga igual tiene que parecer que las cosas cambian.
—Eso viene a resumir la historia de nuestro país, ¿no?(1)

 

Tomado de Google.

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[1] Arturo Pérez-Reverte. Hombres buenos.

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