Ver la desgracia en cuerpo ajeno hace que uno reconsidere su propia vida.
Es ver a personas cuya vida, de un
momento a otro, ven trastocada la vida que llevaban sin consideración. Quienes
quedan huérfanos a temprana edad y deben continuar la vida, porque simplemente
no hay de otra. Quienes pierden su trabajo y por tanto su ingreso y deben
continuar la vida, porque no hay de otra. Un accidente que genera un daño no
calculado y por alguien sufrido, pero la vida sigue, así no se quiera.
Y ocurrido el hecho, verse al otro
día pensando y ahora qué?
Me considero de los afortunados, que
quedé huérfano pero no a temprana edad, sino cuando ya era el que determinaba
mi vida. Aunque lo que sí resulta cierto es el desconcierto que se presenta una
vez enterrado el difunto. La pregunta necesaria, y ahora qué? Queda un vacío de
algo que no se puede identificar de primera, un vacío que dejó un ausente, un
vacío insistente en la pregunta: y ahora qué? Y mañana qué?
Nada, simple pregunta retórica
porque la vida no espera, no da espera, sigue, aún con un vacío que el tiempo,
necesariamente, hace mitigar el dolor, la pena y hasta el olvido.
Se puede pensar que mal de muchos…
que las comparaciones son odiosas, que no hay mal que dure mil años, pero son
experiencias de vida, naturalmente de otros, afortunadamente no de uno. Claro
que la vida tiene altibajos, en su momento todo hecho, si es malo, genera
tristeza, desgana, enfado y hasta malparidez cósmica, cuando no tenemos otro
vocablo para definir ese sentimiento de vacío.
Todo pasa y nada queda, dijo el
poeta. El tiempo lo cura todo, dice el dicho popular. La vida sigue, dice la
realidad. Y es así, no hay de otra.
Y todo me lleva a pensar que en esta
vida he sido afortunado, a pesar de lo que me haya pasado, porque he logrado
sobrevivir, hasta ahora.
Y entonces viene el agradecimiento
por todo este tiempo transcurrido, por lo afortunado que termina siendo uno con
la vida y sus altibajos, con la posibilidad de volver la cabeza y ver ese
pasado transcurrido pudiendo sonreír o no, o hasta con una triste sonrisa, pero
es el camino que a uno le tocó transitar y ya viendo próximo final, no queda
otra que decir que valió la pena, por lo que fue.
Y pienso a quién agradecer? A Dios,
al universo, a la vida misma, a uno mismo, al azar de la vida o al destino
predeterminado? No lo sé, solo sé que se debe estar agradecido, porque la vida
no lo trato a uno de manera tan fatal, como a otros prójimos les pudo acaecer,
solo puedo decirlo por mí, pues recuerdo que cada cual tiene su propia
historia, con sus diferentes saltos y uno no es nadie para poder determinar la
ajena.
Sigo pensando que he sido afortunado
y de ello debo estar agradecido.
Fragua así, despacio, todavía imperceptible
para los interesados, el vínculo solidario, cada vez más estrecho, que es común
a las naturalezas nobles cuando éstas se aproximan a causa de compartir
imprevistos, afanes o aventuras.[1]
No hay comentarios.:
Publicar un comentario