Primero que todo he de confesar que
no tengo ni idea del tema. Por eso solo pontificaré. Afgano es el habitante de
Afganistán -tanto como colombiano es a Colombia-, mientras que talibán al
parecer está definido como un grupo terrorista, según nos han vendido la idea y
parece que son bien malos, más malos que Caín diría alguno, si es que Caín lo
fue. Es decir, los une una misma patria, pero diferentes intereses.
Para escribir debo andarme con pies
de plomo, por la sensibilidad del tema y por la sensibilidad de algunas
personas, aclarando de antemano que no soy xenófobo, machista ni racista -o al
menos eso creo-, aunque viéndolo bien, definí la filosofía de mi blog como que Escribo
para mí. De antemano no aspiro a que me excusen por las barbaridades que pueda
decir, porque filosofar en voz alta es mi prerrogativa. En
otras palabras, simplemente escribo para mí y las opiniones ajenas, realmente
me tienen sin cuidado (será?).
Pues
bien, lo que vislumbro es que los gringos, como siempre, quisieron imponer su
democracia -pues según ellos es el mejor gobierno, aún a su pesar-, armaron el
mierdero y como vieron que de todos modos iban a terminar como Vietnam,
hicieron lo de Vietnam, dejaron el mierdero y salen campantes.
Y su presidente clama a los cuatro vientos que protegerá a parte de su
población abriendo sus brazos a los desprotegidos. Pero luego viene el veneno,
pues con los gringos detrás de toda buena obra hay un interés mezquino, y
advierte que los repartirá en los países amigos. Y como buenos lambones,
Colombia dijo yo, esperanzados en que los gringos nos den un abrazo, al menos
de aquellos que dan los hermanos ricos a los pobres. Aunque claro, el lambonazo
no puede ser gratis, porque los gringos aclararon bien clarito que pagarían lo
que costara la manutención de los refugiados y los colombianos ya están viendo
el negocio que se puede montar, eso está claro, hasta acá.
Y me
preguntaba por algunos de los refugiados que lleguen a Bogotá. A dónde los
alojarán, por cuánto tiempo, soportarán este clima -extremo al que vivían-, sin
hablar el idioma, con sus propias costumbres, comidas y gustos que para nada se
acomodan entre ellos, sin un apoyo de su país, porque la embajada ahora
responde a los talibanes -como Colombia responde al tal Iván Duque (juego de
palabras que ahora se puso de moda)-, es decir, un panorama desolador, más
cuando la ayuda gringa deje de llegar. Y casi me hace llorar la siguiente
declaración: “Estamos profundamente agradecidos por su generoso anuncio, que
señala la compasión del pueblo colombiano hacia los necesitados”, aseguró el
embajador de Estados Unidos en Colombia, Philip Goldberg.
Aunque risa me dio al leer: “Celebro la decisión del presidente @IvanDuque de permitir que hasta 4.000 afganos se asienten
temporalmente en Colombia hasta que EE. UU. tramite sus visas. Llamo a otros
gobiernos a adoptar medidas similares y en especial a permitir el asentamiento
permanente de afganos en riesgo”, agregó el director para las Américas de Human
Rights Watch, José Miguel Vivanco.
Sí,
ya voy toño, nada más por lo dicho se ve la contradicción, aquella de
asentamiento temporal (leída bajo un contexto e interpretación gringa) y
permitir el asentamiento permanente (obligación que al parecer adquiere el país
según la misma interpretación gringa, la de trasfondo).
E
igualmente me preguntaba, estamos pasando desde hace algunos años la
experiencia de refugiados, venezolanos para ser más precisos, y lo que ha sido
cierto es que la experiencia no ha sido nada buena, ni para uno ni para el otro
lado, y ahora cómo va a ser con los afganos que lleguen? Naturalmente será un
paraíso los primeros días, bienvenida y fotos presidenciales, acogida de
primera, hasta que se vea cómo se roban los recursos recibidos, y con ello las
condiciones de acogida, que con el paso del tiempo, se irán relajando y el día
menos pensado veremos a esos inmigrantes como los indígenas emberas
en las calles bogotanas, ante nuestra incapacidad de soportar la situación. Y
todo por agradar a los gringos, genios en soluciones, en siglas y en protocolos.
No
me quiero adelantar pero el panorama no es de color rosa para los afganos que
lleguen a estas tierras, tendrán que, en algún momento, revivir la historia
próxima que hemos tenido con los venezolanos, lo que lleva a pensar que quien
no conoce la historia está obligado a repetirla, aunque en este caso, poco
importa la historia, lo importante es recibir la platica de los gringos y ese
fraternal abrazo de hermano rico a hermano pobre, pues no hay mejor cosa que
esa foto que será inmortal (hasta que cambie la noticia). Y cuando se acaben
los recursos, los afganos serán olvidados en estas tierras o los llevarán al
paraíso terrenal que dicen ser los Estados Unidos? Y de ser así, los acogerán o
los tendrán en sus campos de concentración, digo, en los centros temporales de
acogida que han sido mostrados últimamente? Sólo puedo pensar en los pobres
afganos que serán objeto de toda clase de manoseos y eso me hace recordar un
comentario que una española le hizo a mi hermana estando por esas tierras: es
mejor comer mierda en su propio país que en país ajeno, que es mucho peor.
Echémonos la bendición y esperemos lo mejor, si es que se puede esperar eso.
—Manipular las cartas, manipular los objetos, son cosas que van mucho
más allá del simple gesto de destreza. La verdadera habilidad del
prestidigitador consiste en la capacidad de influir en las mentes. Y realizar
un juego de prestidigitación acertado significa crear una realidad. Una
realidad alternativa donde tú eres quien establece las reglas. ¿Lo entiendes?
—Creo que sí. A mí me parece… —Me interrumpió. La respuesta, obviamente, no le
interesaba.
—Si alguien dice que la vida no es una continua secuencia de manipulaciones, es
un mentiroso o un imbécil. La verdadera diferencia no consiste en manipular o
no. La diferencia está entre manipular conscientemente y hacerlo
inconscientemente. Piensa en un tipo casado hace poco tiempo. Una noche vuelve
a casa y le dice a su mujer que le han invitado a un encuentro de viejos
amigos, o a una partidita de póquer, para quedarnos en el tema. ¿Le molesta si
va? No, si él tiene ganas, dice ella después de un breve titubeo, con una cara
que expresa lo contrario de lo que ha dicho. Si no quieres me quedo en casa,
replica él. No, no, ve si quieres, replica ella con palabras. Pero su cara
dice: está claro que yo no te importo, si quieres salir solo. Él entonces está
incómodo porque recibe dos mensajes contradictorios y se pone nervioso. Insiste
y repite que no es indispensable y que puede quedarse en casa; y ella insiste
en decir, con palabras, que puede ir. Al fin, sintiéndose culpable, él decide
no salir. No podrá acusarla de haberlo obligado, porque ella le ha dicho que,
si quería, podía salir. No podrá quejarse porque ha sido él quien decidió no
salir. Y eso le hará sentir incómodo. Ella lo ha manipulado, pero ninguno de
los dos lo sabe en el plano consciente.
Yo lo miraba: ¿adónde quería llegar?
—Los juegos de prestidigitación o hacer trampas en las cartas son una metáfora
de la realidad cotidiana, de las relaciones entre las personas. Hay alguien que
dice cosas y al mismo tiempo actúa. Lo que en verdad ocurre permanece escondido
entre los pliegues de las palabras y sobre todo de los gestos. Y es distinto de
lo que parece. Sólo que el actor lo sabe y controla el proceso. La sustancia de
las cosas, su verdad.