Sentí que el blog anterior había quedado cojo al estar hablando sobre el acercamiento a la palabra etcétera, entendida como dije: expresión usada para sustituir el resto de una enumeración que: 1. se sobreentiende gracias a una progresión lógica o al contexto, por lo cual sería superfluo, 2. no interesa expresar.[1]
Y no dije nada
sobre otro aspecto que, creo, fue el que me quedó faltando. Es el evitar expresar
lo superfluo, lo que no se necesita expresar porque se da por sobreentendido,
normalmente. O es una forma de no explicar lo que necesitaba explicación, que
requería de profundización o, que, para acortar, sería una forma de mandar al
carajo, porque los argumentos ya no llevan a ningún lugar.
Entonces podría
pensarse que es una palabra malintencionada, sutilmente malintencionada,
particularmente en conversaciones insulsas que no llevan a ninguna parte, no
por la insulsidad -si se me permite la palabra- sino por la postura del otro
oyente, en que uno de antemano sabe que pierde el tiempo pues ni convence ni
logra aclararse, de allí que un triple etcétera sirve para ahuyentar. Porque también
hay conversaciones insulsas, casi todas, como cuando se reúne con la familia o
los amigos a recordar, lo tantas veces recordado, pero con lo insulsas que
pueden ser, son por la circunstancia muy agradables, allí los etcéteras no se
dan por entendidos, se debe precisar para que tanto el llanto, la risa y el
recuerdo adopten su postura merecida y que a pesar de darse por sobreentendido
todo, es necesario eludir el etcétera.
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