Como acostumbro diariamente, me convertí en paseador de mis perros, ambos de gran tamaño, pasivos mientras no se les alboroten o mejor, mientras no se alboroten ellos, pero siguen siendo inofensivos, aunque por el tamaño la gente los mira con respeto y uno piensa, solo piensa, que va bien protegido. Pero tanto Milán como el Randalberto tienen conciencia de que quien los protege soy yo, qué desilusión. El uno indiferente y distante y el otro que se vende por algo de comida o por una caricia, en ese orden.
En estos paseos se ve gente, se saluda gente y a veces es motivo
para una charla insulsa.
Eso me ocurrió cualquier día. Un señor llevaba unos perros de los
chiquitos, pero de los gritones y me hizo la siguiente reflexión:
Muy lindos sus perros. Muy grandes, dan como miedo. Pero parecen
tranquilos. No se ha dado cuenta que todos los bulliciosos son estos perros
chiquitos, estos que hay que mantenerlos con correa para que no estén peleando
por ahí, siempre gritones, siempre bulliciosos, buscando pelea, creyéndose los
dueños del mundo, gruñendo a todo el que pasa, pero se le acerca uno grandote y
automáticamente se vuelven gallinas o, si están bien agarrados, siguen ladrando
y haciendo bulla, porque saben que en cualquier caso se meten entre las piernas
de uno para protegerse, ahí sí. Chiquitos que se creen dueños del mundo… creen
que ellos pueden contra el mundo…
Se quedó pensativo y sabiamente concluyó:
Se parece a los colombianos, a los colombianos en medio de una
manifestación…
No dijo más y se despidió. Un símil que me pareció muy gracioso,
pero ilustrativo y hasta educativo.
Los españoles seguimos siendo los
primeros enemigos de nosotros mismos. Empeñados en apagar las luces allí donde
las vemos brillar. (…) encima, lo poco de dentro lo convertimos en arma arrojadiza,
de discordia: tal autor es extremeño, aquél es andaluz, éste valenciano… Nos
falta mucho para ser nación civilizada con espíritu de unidad, como las otras
que con justo motivo nos hacen sombra… Creo que no es el mejor medio recordar
siempre, como solemos, la patria de cada cual. Antes convendría sepultarla en
el olvido, y que a ninguna persona de mérito se la considere otra cosa que
española.[1]
[1] Hombres buenos - Arturo Pérez-Reverte.
Alúdase a cualquier país, somos iguales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario