miércoles, 25 de agosto de 2021

LÁZARO

                         Tuve un sueño horrible y en mitad de la noche me desperté.

Jesús le decía a Lázaro: «Levántate y anda». Pero Lázaro no se levantaba. «Levántate y anda», repetía Jesús. Pero Lázaro no reaccionaba. Jesús, que se parecía a Severino, el conductor del camión cisterna, se enfadaba. Menudo papelón. Cuando Jesús te dice levántate y anda, tienes que hacerlo, sobre todo si estás muerto. Pero Lázaro no hacía ni caso: seguía inmóvil. Entonces Jesús empezaba a zarandearlo como a un muñeco, y al fin Lázaro se levantaba y le daba un mordisco en el cuello. «Deja en paz a los muertos», decía con los labios chorreando sangre.

Abrí los ojos asustado. Estaba empapado en sudor. (…)

Nadie estando vivo puede creer que está muerto. Cuando estamos muertos, estamos muertos, y vamos al paraíso, o como mucho al infierno.

Pero ¿y si decía la verdad?

¿Y si estaba realmente muerto? ¿Y si lo habían resucitado? ¿Y quién lo había hecho? Solamente Jesucristo puede resucitarnos; nadie más. Pero, al despertarnos, ¿sabemos que estábamos muertos? ¿Nos acordamos del paraíso? ¿Nos acordamos de quiénes éramos antes? Seguramente nos volvemos locos, porque tenemos el cerebro podrido y nos da por hablar de osos lavadores.[1]

 

            De la lectura me llamó la atención el recordar a Lázaro y a su vez, me trajo el recuerdo de algunos chistes oídos en mi juventud, tal como aquél que decía que una vez resucitado Lázaro, éste salió corriendo y como le tenía a Jesús una aretas, le gritó el Señor: Lázaro, las aretas. Y no habiendo captado bien el mensaje, Lázaro se volvió hacia Jesús y le gritó: Jesús, jesusetas! (Hasta aquí el primer chiste). Y el segundo, se refiere a un presente de la resurrección que estaba narrando el hecho y decía que Jesús se acercó a Lázaro y le dijo: Lázaro, levántate y anda. Y Lázaro andó, dice el narrador. Anduvo, güevón, le corrige el otro, y aquél le replica: Sí, anduvo güevón un tiempo pero se le pasó.

 

            Hoy en la distancia no suenan tan jocosos o les faltó la pimienta del narrador. Como sea, vuelvo al cuento que me llamó la atención, sintió Lázaro ese cambio? Fue consciente al pasar de una vida a otra y luego a la misma? Un hecho tan importante por qué no fue documentado? Sólo se menciona como de pasada. Y bueno, qué fue de Lázaro posteriormente?

 

            A la última pregunta, me tocó investigar un poco, vía internet[2], como se hace ahora, y la historia de Lázaro se convierte en leyenda[3], es decir, con dos versiones, una que le lleva a Chipre y se convierte en obispo -sin mayor comentario sobre el final- y la otra, dice que terminó en Marsella y se convierte en obispo -sin mayor comentario sobre el final-. Es decir, el hombre murió dos veces, sin mayor precisión, como todo en la iglesia, oh misterio sublime! Y como misterio, resulta que Lázaro siempre estuvo acompañado de sus dos hermanas María y Marta de Betania, pareciendo que la primera es la misma María Magdalena, pero no es seguro, según cuenta la misma iglesia, aunque los tres terminaron siendo santos.

 

            Y evitando seguir con la curiosidad histórica, dado que el final se convirtió en cuento o leyenda, para ser más precisos, me dije: Deja en paz a los muertos, que ellos algún día también serán olvidados!

 

Las cosas, una vez pensadas, ¿qué necesidad hay de decirlas?[4]

Tomado de Google
hqdefault.jpg


[1] Niccolo Amminiti. No tengo miedo.

[3] En leyenda árurea, para más señales y para más ilustración, dice Wikipedia: La intensidad de los relatos, preocupados menos por la fidelidad histórica y filológica (…) que por la intención doctrinaria y ejemplificadora, fue una de las principales razones del éxito de la Legenda.

[4] Niccolo Amminiti. No tengo miedo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario