lunes, 17 de julio de 2023

CRÓNICAS DE BOGOTÁ. UNAS CURIOSIDADES.

                Por casualidades de la vida llegó a mis manos una obra que se titula Crónicas de Bogotá, escritas por Pedro M. Ibañez, quien, en mi opinión, carece de estilo en su escrito, pero que contiene la historia de Bogotá desde su fundación y trae historias interesantes, muchas desconocidas, otras que vinieron a aflorar en mi recuerdo de la juventud en que leí o me enseñaron sobre esa parte de nuestra historia. Curiosidades como que durante la colonia nos gobernaron veintisiete presidentes, entendidos no en el sentido moderno sino en el de aquella época, como que presidían la ciudad y a su vez eran gobernadores de la Nueva Granada en nombre de la majestad que estuviera de turno en España, (1550-1740), recordando entre ellos a Andrés Venero de Leiva y a Armendariz, que son los que reconozco de mis tiempos de estudiante. Y dieciocho fueron los virreyes (1717[1]-1819), entre ellos los viejos conocidos como Eslava, Solís, Guirrior, Caballero y Góngora, Espeleta, Amar y Borbón y la última joya, Sámano. Unos buenos gobernantes, otros corruptos imperdonables[2]. Hubo de todo, como actualmente los hay.

 

                Pero bueno, la idea no es hablar (o copiar) la historia, por el contrario, es contar cosas curiosas, desconocidas por mí unas y otras, refrendar mis conocimientos de curiosidades que se dieron en la época.

 

                La primera de ellas se refiere a un cuadro que estaba originalmente en la iglesia de las Aguas y me atengo al texto leído:

 

Merece también mencionarse otro cuadro al óleo, San Miguel y el Diablo, no por su mérito artístico, sino porque probablemente se debe al pincel del maestro Posadas, muy conocido en Santafé por su afición a pintar a Lucifer con astas, dentadura de cocodrilo, cola retorcida y carnes color de chocolate. Este cuadro era compañero de otro de iguales dimensiones y de idéntico gusto artístico, que se veía en el templo hasta 1860 y que hoy se conserva en el museo privado del General Carlos José Espinosa. El cuadro representa una mujer joven y bella con cabellera de serpientes, y se conocía hasta el año dicho con el nombre popular y prosaico de El Espeluco de Las Aguas, mirado con horror por las gentes sencillas, y era el espanto de los niños. Una tradición conservada por el literato bogotano don Bernardo Torrente, refiere lo siguiente sobre tan extraña pintura: Había una bellísima joven llena de todas las perfecciones y gracias que en una criatura humana pueden hallarse. Poseía (y era de lo que estaba más ufana) una linda y abundantísima cabellera, que era el pasmo de cuantos la miraban. Un día que se contemplaba al espejo, exclamó llena de soberbia: Ni la Virgen de Las Aguas tiene una cabellera tan bella como la mía. Anúblase súbitamente el cielo; quedan transformados, repentinamente, en asquerosas serpientes los ponderados cabellos; exhala la tierra un insufrible vapor de azufre; óyese un espantoso y prolongado trueno, y un demonio, en hábitos de fraile dominico, arrebata por los aires a la soberbia muchacha, dejando con un palmo de narices a más de cuatro galanes que suspiraban por ella. Después se aclaró el cielo, desapareció el hedor a azufre y todo quedó en calma. Y refiere el mencionado cronista que preguntado el sacristán de Las Aguas, por un inglés a quien contaba la leyenda, si en ella no habría exageración, le respondió: “Tal vez haya alguna en lo del azufre y en lo de las serpientes; pero en cuanto a lo del fraile hecho el diablo por una bonita muchacha, no hay ponderación ni exageración alguna”.

            Historia conocida como el espeluco de las Aguas.

Tomado de Google
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[1] Debe hacerse una precisión. Hubo un período en que el Gobierno de la Colonia se había elevado a Virreinato por real cédula expedida en Segovia el 27 de mayo de este año de 1717. El cual no duró mucho porque El Virrey Villalonga informó repetidas veces a la Corte sobre la conveniencia de suprimir el Virreinato y restablecer la Presidencia como Gobierno menos costoso. Así lo decretó el Monarca español a los tres años de Gobierno de este Virrey, por cédula de septiembre de 1723. Al suprimirse el Virreinato volvió a pertenecer la Presidencia de Quito al Virreinato del Perú, hasta 1740. Felipe V, por cédula expedida en San Ildefonso el 20 de agosto de 1739, restableció el Virreinato del Nuevo Reino y comprendió en él las Provincias de la Audiencia de Quito, las cuales quedaron haciendo parte del Virreinato de Santafé hasta la guerra de Independencia.

[2] Por ejemplo esta cita: Los historiadores colombianos no mencionan ningún acto útil del Gobierno de Manso, quien el 19 de febrero de 1731 entregó el mando a la Audiencia, y, dice un cronista contemporáneo, “salió de esta ciudad, sin despedirse y con mucho dinero”

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