Me pregunto si el resentimiento que tenemos sobre determinadas personas han nacido por la ósmosis, la repetición y nacidas de oídas, han sido infundadas, no producto de enfrentamientos directos, de situaciones que nos han conducido en la práctica a ese sentimiento; en una palabra, pudiera ser heredado y hasta atávico en algún caso o producto del exceso de televisión.
Porque
allí está enquistado sin causa original notoria, sin razón de ser. Me recuerda
al policía negro, musulmán u oriental que de alguna manera ve como potencial
enemigo a su contrario y se refleja su mismo resentimiento, como cuando lo hace
un blanco respecto de los otros.
Un
poco de precisión antes de enredarme. Desde pequeños, en los nacidos en el
siglo pasado y antes de los setenta, uno oía hablar no muy bien, precisamente,
de los supuestos diferentes (por color, religión o sexualidad). Poco a poco y
de alguna manera, por tanto vainazo, ante tales comentarios discriminatorios,
uno, de alguna manera también iba recibiendo esos mensajes y con el tiempo el
protestante, el negro o el marica iban siendo estigmatizados, sin ninguna causa
que uno directamente pudiera atribuir, -por el mero hecho de haberse impregnado
de los demás-, pues ninguno nos había hecho nada y muchas veces ni siquiera tuvimos
contacto con ellos para poder tener autoridad para generar el resentimiento.
Esa
sensación con el tiempo se disipa o se acrecienta, queda latente o se refuerza.
Algunos lo olvidan, supongo que casi todos y en la vida se van encontrando
protestantes, negros o maricas que comparten su vida con uno, logrando dejar
ver que no son tan distintos a nosotros mismos, los diferentes que les hicimos
diferentes, sin causa.
Eso
me hizo pensar que el resentimiento por vía indirecta, por oídas, nos llevó a
la perdición.
… en el fondo del abismo, acosado por todos los
flancos, los instintos pueden ser más fuertes que las convicciones. [1]
[1] El hombre que amaba los perros. Leonardo
Padura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario