sábado, 30 de diciembre de 2023

PENSATIVO

                 Andaba pensando en los pasos que hasta ahora nos habían conducido hasta donde estamos.

 

                Mientras, Lorenzo, un niño de cuatro años, cantaba algo que decía, si mal no entendí, sobre la vida y los laberintos que había que recorrer. Para ser sincero, laberinto y vida fueron las palabras que le alcancé a entender, al estar pensando yo en el camino recorrido.

 

                Y la suma de esos dos pensamientos, uno propio y otro ajeno, hicieron la conjunción perfecta del camino recorrido y que, en efecto, es un camino lleno de laberintos, en donde en cada ocasión hay que decidir cuál escoger para llegar a lo que se cree el destino final.

 

                Hay entrada inicial y camino final, es cierto; extremos en los que nuestra decisión no existió realmente al llegar al de partida y por supuesto, el del final. Del primero, allí no se tiene opción, es dar el primer paso para iniciar un recorrido de saltos, tumbos, caídas, pero siempre con el deber de pararse para continuar, una y otra vez.

 

                Y no hay camino recto perfectamente delineado, a pesar de que en la suma final hemos de darnos cuenta que sí estaba perfectamente delineado, a pesar de las curvas y rectas sin salida, delineado por el destino, pero al saberlo ya no hay remedio, no hay vuelta atrás, pues parece que la condición para el ingreso es que no vale tener escondido el hilo de Ariadna, pues no se aceptan estas ayudas o estas trampas, según se vea.

 

                Y cada cual tiene su propio laberinto, en ocasiones caminando en solitario, otros en soledad y otros con muchas intersecciones de otros laberintos que se cruzan, que se interceptan, que se superan.

 

                Y me digo yo, tantas pendejadas que me da por pensar, eso se llama estar senil o estar desocupado[1].

 

Es absurdo condenar la ignorancia pasada desde la sabiduría presente. [2]

 

Tomado de Facebook
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[1] Preciso que son pensamientos fortuitos, no depresivos. Valga aclaración.

[2] Biografía del silencio. Pablo D’Ors.

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