La virtud de las redes sociales es que reflejan diversos grados de estupidez, generalmente, de falta de perspectiva o de olvido voluntario o selectivo.
Me
gustan las fotos de la Bogotá de ayer, me llevan al recuerdo de mi juventud y
el caos para pasar las calles, evitar maleantes, saber las épocas de lluvia con
sus barriales en las calles, las estrechas calles que también salpicaban,
colincharse en los buses en las horas pico, subirse a ellos en cualquier lugar,
los días fríos y grises, la Bogotá que ayer fue. Sinceramente no era una
ciudad, mas bien un pueblo grande, comparada con el resto de capitales
desarrolladas, me digo y eso que Bogotá era Bogotá y la referencia que he hecho
hace relación al centro de la ciudad y como tal la recuerdo y fue parte de mi
juventud, bien disfrutada, uno debía hacerse al ambiente.
Pues bien, a
Facebook me llegan fotos de la Bogotá del ayer y me causa admiración los
comentarios que generalmente hacen en ellas. Maravillosa! Hermosa! No hay como
ayer! MI Bogotá cómo la amo. Etcétera, etcétera, etcétera.
Ante esos
comentarios miro y remiro las fotos enviadas y me digo, seré yo el anormal?
Foto de principios del siglo XX, en las Cruces o las calles que en subida van a
Egipto, sin asfaltar, tierra, mugre, gris, algún anciano enruanado con cara de
pocos amigos, cargando un bulto al lado del burro que lleva consigo. Qué
carajos le ven de bonito a esa foto (y el comentario no se refiere al aspecto
fotográfico, naturalmente). Hoy, viendo una que dice ser tomada en los años 80,
en la 7ª con 22, zona que para la época era un peligro, pues la 22 de arriba
abajo era de cuidado y aparece el comentario de algún viejito diciendo:
Hermosa! Madre mía, pero sí que son selectivos en sus olvidos.
Sigo sin entender
a la gente y menos a los ancianos con recuerdos selectivos; ya me los imagino
si pudieran volver a esos tiempos, habiendo estado en éstos, si les gustaría
recrearse en ellos, ya me los imagino no verían la hermosura que plasman en sus
comentarios, anodinos, por demás.
El
Rector Burgos escribía en las postrimerías del siglo XVIII lo siguiente,
hablando del sistema de Copérnico: Aquel sistema es contrario abiertamente a
varios expresísimos textos de la Sagrada Escritura. Y fue condenado por la
Sagrada Congregación, ante Pablo V
Urbano VIII, contra Galileo, que lo enseñaba. El honorable Rector Burgos
creía que a Pamplona y a Santafé las cubría el revés del pavimento de la corte
celestial, y no quería que sus discípulos pudieran decir con el clásico poeta,
citado a propósito por Vergara y Vergara: .... este cielo azul que todos vemos,
ni es cielo, ni es azul. Lástima grande que no sea verdad tanta belleza![1]
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