Dentro de las vicisitudes de la vida está precisamente la
muerte. Naturalmente ésta es la consecuencia de la primera, es innegable.
Ya en el mundo moderno nos hemos superado a nosotros
mismos y cotidianamente compartimos nuestras vidas de alguna manera con una
mascota, que más que ser de la familia, son parte de la familia. Y como tal
lloramos su enfermedad, sus dolencias y sus ausencias. Son parte de nosotros y
algunas veces son algo más que familia. Lo más curioso es que cuando de ellas
se trata sabemos desde el principio, a pesar de no tener conciencia cierta, que
ese familiar solo va a estar con nosotros diez o hasta quince años de nuestra
vida, que si el camino se ajusta, seremos siempre nosotros los que les
sobreviviremos.
Y así fue con Miel. Conmigo una perra particularmente
especial y no quiero entrar en detalles de cómo lo fue, eso queda entre ella y
yo, teníamos nuestro pacto silencioso, nos queríamos a nuestra manera,
expresiva por demás, cada vez que nos veíamos. Hoy sé que su ausencia se notará
y no de cualquier manera, sin ser bulliciosa ni loca, su presencia quedará de
alguna manera impregnada en nuestro corazón.
No es hora de dolores ni de añoranzas, es hora de dejarla
partir, sabiendo que en todo caso el recuerdo queda en nuestro corazón, así no
más, tal como vino, sin compromiso ni obligación.
Lo que voy a relatar no es para que me lo crean, pueden
considerarse senilidades, tampoco es para convencer, tal vez lo soñé, qué
importa, dejemos en que es un cuento para entretener y como cuento puede ser
cierto o no, poco importa ahora.
Dormía hace unos días la siesta o si se quiere era hora
de la meditación, unos antes de que Miel se fuera, y ya entrando en el
entresueño sentí cómo un perro brincaba a la cama, a mi lado; ya se pueden
imaginar el susto que me pegué y más al ver que al abrir los ojos no había
animal alguno. Aclaro que estoy acostumbrado a que mientras duermo en las
oportunidades en que comparto los días con perros, ellos suelen acostarse
saltando a la cama en diferentes momentos de la noche, por lo que es sensación
cotidiana. Por eso sé distinguir sus saltos y sus pesos.
Así fue y ya repuesto del susto, luego de un vea pues,
traté de seguir con la siesta, audífonos incorporados que es como la hago,
pensando en lo curioso que fue la situación. Nuevamente entrando en el
entresueño, ya casi dormido, supongo, sentí un nuevo salto a mi lado, con una
sensación de que la segunda vez era un llamado de atención o una corroboración
de que entendiera que era cierto lo del primer salto. Naturalmente también en
esta oportunidad di un salto producto del susto que me pegué y de ver que al
abrir los ojos no había nada.
Puede ser que haya sido imaginación mía, puede ser que
por estar viejo veo lo que quiero inventarme, puede ser una despedida, puede
ser cualquier cosa, pero lo cierto es que a mi perra le deseo un buen viaje,
tal vez nos volvamos a ver, si es que hay algún lugar en que nos reencontremos.
"Porque me has visto, has creído; bienaventurados
los que no vieron, y creyeron".
Gracias Juanito. Soy testigo del vínculo que tenía con Miel. Alguien muy cercano la describió como un ser de luz y efectivamente eso fue para muchos de nosotros. Estoy impresionado por todas las manifestaciones sentidas que hemos recibido. Creo que su amor incondicional se expandió entre muchos corazones que la hemos llorado y, probablemente, la seguiremos llorando. Para ella un hasta pronto y GRACIAS por todo lo que nos dio con su inocencia y alegría.
ResponderBorrarQué hermosura… Muy seguramente se despidió de ti, tío Juan, como solía hacerlo cuando te veía, emocionada, brincando sin parar. Su partida ha sido tan triste como inesperada, y me duele profundamente no haber podido despedirme antes de que se fuera… jamás imaginé que llegaría ese momento.
ResponderBorrarAdiós, mi Miel.🐾