lunes, 29 de septiembre de 2025

LO QUE SON LAS COSAS

             Hay un caricaturista argentino fino, creativo, certero, en mi opinión. Dice las cosas que nadie quiere oír y menos cuando van dirigidas a uno.

             Para la muestra un botón:

 


 

Y si de relaciones interpersonales se trata, dice las cosas sin rodeos, tal como son, tal como las pensamos pero que nos abstenemos de decirlas, por el temor al qué dirán, o, simplemente por cobardía, como nos estamos acostumbrando ahora.

 







Tantas verdades dichas en unas pocas palabras, pero en nuestra terquedad no queremos comprenderlas o simplemente la cobardía no nos deja expresarlas.

 


 


 


            Así son las cosas, qué le vamos a hacer.

 


 

 

Pensó: ¿qué me pasa? ¿Por qué ya no puedo ponerme en buenos términos conmigo mismo?[1]



[1] ¡Pánico¡ Bill Pronzini.

viernes, 26 de septiembre de 2025

SINCERIDAD

             La sinceridad ha muerto, no sé cuándo se perdió, pero hoy se cambió por otra forma de decir, que dejó de ser sincera, se volvió de sentimiento oculto, de trasfondo entendible pero no dicho, para no ofender. Tal vez por eso algunas veces paso por grosero, al sentir que soy sincero diciendo las cosas tal como me parece que son.

             Nuestra evolución no sé a dónde va a llegar, pues ya no es dable decir las cosas como son, hay que cumplimentarlas, adjetivarlas, embellecerlas falsamente para no herir los sentimientos ajenos.

             A eso hemos llegado y no sé cuándo murió la sinceridad, ya es cosa del pasado, como las buenas maneras, el saludo cordial, la cordialidad misma y vea pues que por dejar de ser sinceros nos hemos vuelto hipócritas, no vaya y se ofendan y nos retiren su amistad, como si de algo valiera esa amistad moderna, de red social, llena de personajes que realmente ni nos interesan ni nos importan. 

Eso se llama modernidad.  

… mientras pensaba en la falta de pudor que delataban esos diarios del siglo veintiuno. Los antiguos, los de papel, eran algo privado, algo que solo leía el interesado y en los que, por tanto, podía volcar todos sus secretos. Ahora la vida privada se exhibía en la red, lo cual, estaba seguro, imponía cierta censura a la hora de escribir. Si uno no podía ser absolutamente sincero, ¿para qué molestarse en escribirlo? ¿Eran una llamada de atención al mundo? ¡Eh, escuchad, mi vida está llena de cosas interesantes! Haced el favor de leerlas…(1)


Tomado de Facebook
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(1) Sombras en la noche. Bill Pronzini.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

CARETA


             Somos, pero lo ocultamos muy bien. Somos producto de nuestra época.

             Somos racistas, así lo neguemos. Pero hoy es imposible reconocerlo. Sigo siendo producto de mi época.

             Somos producto de la extrema derecha o la izquierda, porque tenemos alma de dictadores y nos gusta la libertad y el orden, pero hoy es imposible reconocerlo.

             Y así con muchas coas, pero hoy es imposible reconocerlo, porque no es aceptable, porque tenemos miedo a que nos tilden de ese extremo o a que nos aparten socialmente.

 Pero es verdad, lo difícil es reconocerlo y asumirlo.

 Quién no quisiera poner orden en este país, lo que implica necesariamente acabar con todos los delincuentes que existen, algunos pensarán en dejarlos guardados por un buen tiempo en la cárcel por un buen tiempo, pero serían unos mantenidos incorregibles; otros, extremistas como yo, pensamos que el problema ha que cortarlo de raíz -hablando en términos políticamente correctos, como se dice ahora, cosa que no debería hacer (la forma en que lo dije), pero no conviene mostrarme tan transparente-.

 Pienso en que asumimos las caretas que la sociedad quiere que tengamos, para no vernos desplazados, así pensemos lo que pensemos. Una hipocresía más que debemos asumir, a pesar de seguir siendo producto de nuestra época.

             Qué vaina, me digo.




 

Es posible. No me gusta este mundo en el que vivimos, inspector. La gente puede considerar que ciertos valores son caducos, pero lo cierto es que no hemos logrado sustituirlos por otros. Tal vez no sean tan malos al fin y al cabo. ¿Es usted religioso?

—Me temo que no. Aunque ya sabe lo que dicen: «En las trincheras no hay ateos».

—Es una buena frase. Muy descriptiva. Los ateos piensan que no dudamos, que la fe es como un yelmo que no nos deja ver más allá. Se engañan. Pero es en momentos como este cuando las creencias religiosas cobran su verdadero sentido, cuando uno siente que existe una tabla a la que aferrarse para seguir nadando en lugar de rendirse y dejarse llevar por la corriente. Eso sería lo más fácil. Pero no espero que lo entienda.[1]


Tomado de Facebook
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[1] El verano de los juguetes muertos. Toni Hill.

lunes, 22 de septiembre de 2025

VIGILANCIA SILENCIOSA

             En alguna conversación familiar oí que se decía que el momento del gran hermano había llegado, que había pasado de mito a realidad, a la vigilancia silenciosa. Y sinceramente así es.

             Los secretos y pensamientos silenciosos, digo, licenciosos o comprometedores ya no se pueden verbalizar, porque sin darnos cuenta estamos siendo vigilados, constantemente y mientras tengamos encendido un celular o un computador, o cualquier adminículo que se le parezca.

             A veces pensamos que lee el pensamiento, pero más que leerlo nos oye, así esté en estado inactivo y nos lee, con las preguntas, inquietudes o preferencias que reflejamos en ellos al hacer uso de chats, navegadores o cualquier programa de interacción.

             Pueden parecer pensamientos paranoicos de viejito, pero así es. Además nos sigue a todas partes, mientras esté en el bolsillo o en la mochila. Va guardando nuestras caminatas, destinos y lugares frecuentados. Pero por otra parte, ese gran hermano, a través de su IA (inteligencia artificial, todavía me sigue rondando la palabreja), pero como decía, esa IA está enterada de lo que oye, de nuestros deseos y lo va guardando todo, hasta nuestros odios y disgustos, simplemente por el hecho de estar activado, por estar atento a las barbaridades que publicamos en redes sociales; saben, como oí en la conversación, de nuestros gustos políticos, cómo gastamos la mesada, que nos gusta o disgusta hacer, a dónde nos gusta ir, qué religión profesamos y hasta nuestra historia clínica.

             Y ese gran hermano se llama celular o computador o tablet y ni modo de quitárnoslos de encima. Y lo digo por experiencia, si uno necesita comprar una aspiradora, por ejemplo, y consulta con el doctor Google, de inmediato toda publicidad se dirige a ese adminículo, única y exclusivamente.

             En conclusión, nos convertimos en esclavos de nuestro propio tiempo y el gran hermano se convirtió en una realidad. Estamos jodidos, pero qué le vamos a hacer. 

  No me agrada la informática —dijo.

—¿Por qué es eso?

—Resulta fría, deshumanizada. Las computadoras, las máquinas son sintomáticas del error del mundo cotidiano; de hecho, puede que se hallen en la raíz del problema. Por eso prefiero el pasado. Puede que sea imperfecto, pero hubiera preferido vivir hace un siglo que hoy. Y prefiero mucho más vivir hoy que dentro de un siglo; la probable configuración del futuro me horroriza.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Casos de archivo. Bill Pronzini.


viernes, 19 de septiembre de 2025

TU GENERACIÓN NO HIZO NADA

             Un reclamo que al parecer pasa de generación a generación[1]. Una responsabilidad trasladada al no haber si asumida.

             Supongo que en mi juventud debía haberlo pensado, oído o dicho de paso, trasladando la responsabilidad de algo a quienes me precedían, pero son cosas de la irresponsabilidad propia de juventud, me digo. 

Con la edad las cosas y el pensamiento cambian, se modifican, se trastocan, se evaporan. El beneficio de la vejez. 

Ahora, si me preguntan o me cuestionan o me tratan de endilgar culpa porque mi generación no hizo nada, pues jodidos los que me tachan de ello, claro está. 

Cuál es mi generación, me pregunto ahora. Alguna vez hice parte de ella o al menos me tuvieron en cuenta, si hubiera existido? Entonces, cuál es mi generación? 

Y de otra parte, si bien pude haber sido parte de alguna generación, de alguna colectividad que tuviera esa denominación, yo qué tengo que ver con las irresponsabilidades de los que debían tomar las decisiones, si ni siquiera habrían tenido en cuenta la mía. Entonces jodidos están quienes piensan que yo, de alguna manera, he tenido que ver con el reclamo que me puedan hacer. Y solo puedo contestar, si la generación de mi papá, la supuesta generación mía y las de otros antepasados, tampoco hicieron nada, en vez de ponerse a reclamar y echar culpas, por qué no se ponen a trabajar en algo para modificar lo que no se hizo y así dejan la jodentina. 

Me conformo con pensar que hice mi parte, bien o mal, si es que había que hacer algo. Y si me vuelven a preguntar por mi generación[2], pues tendrán que preguntarle directamente a ella, porque conmigo nunca contaron y que yo sepa no he sido parte de ninguna generación, así que no he de cargar con culpas ajenas que nunca fueron mías. 

… quedó, una vez más, ininterrumpido, tan sin edad como el tiempo mismo, tan enigmático como la Esfinge. [3]

Tomado de Facebook
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[1] Según la IA de Google: "Generación" es una palabra con múltiples significados, incluyendo el acto de producir algo (como la generación de empleo), la sucesión de descendientes en una familia (la línea de la generación de nuestros abuelos), o un conjunto de personas nacidas en una época similar y que comparten experiencias y rasgos culturales comunes (como los Millennials o la Generación Z). 

[2] Aunque solo por ilustración parece que fui parte de la generación que inventó la computadora, el internet, llegó a la luna, entre otras cosas. Y a propósito, esta generación qué ha hecho?

[3] Bill Pronzini.


miércoles, 17 de septiembre de 2025

CALENDARIO

             Estaba pensando en alguna de las bobadas con las que mi pensamiento me entretiene. Por alguna razón miré la fecha de hoy, diecipico de septiembre y eso me alarmó, al pensar que ya faltaban unos pocos meses para que acabara el año y a la vez cumpliera mis primeros setenta. Y luego me pregunté: a qué hora pasaron estos nueve meses que parece que hubieran pasado sobre mí, sin aviso previo, sin dejar rastro ni recuerdo suficiente como para haberlos visto pasar, como para dejar una huella de su transcurrir. 

            Y traté de recapitular lo acontecido en este año que pasó volando y con claridad no pude aclararlo visto desde una perspectiva general, genérica y recordé las películas en que se interroga al culpable o a algún testigo y le preguntan qué estaba haciendo el día 25 de mayo del año pasado a las nueve de la mañana? Si me lo preguntan a mí no sé qué responder, o mejor respondería: qué voy a saber yo, si no me acuerdo de lo que almorcé ayer. Y eso que tendría que hacer un esfuerzo para acordarme qué día era ayer.

             Solo sé que el tiempo pasó, sin mi concurso, claro está. Que pasaron muchas cosas, claro está. Que hice muchas cosas, claro está. Pero fueron intrascendentes, como lo fueron las cosas que pasaron hace un año, hace dos, diez o veinte con las variantes propias entre la vida laboral y la actual de pensionado, en que todo pasa sin pasar y en que ya no hay tantos afanes como los hubo ayer, ni sus angustias, aunque las siguen habiendo, supongo.

             Eso me lleva a pensar que el calendario sigue su curso, sin nuestro concurso, con algunos recuerdos de lo acaecido, en cuanto nos hayan impactado, por disfrute o por sufrimiento, por trascendencia o por el simple pasar, como nos pasa a casi todos. Pero sin contar con nosotros, así como pasan las horas, pasan los días, los meses y los años (lo que me hizo recordar alguna canción de antaño, cosa que me hizo recordar a su vez que hay cosas que no se pueden olvidar, así de curioso es el tiempo).

             Qué más puedo decir, si faltan poco más de tres meses para que se acabe el año y pueda, en algún momento del otro año, volverme a preguntar a qué hora pasó el año. 

El pasado nunca está donde crees que lo dejaste.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Katherine Anne Porter.


lunes, 15 de septiembre de 2025

ECOLOGISMO DISFRAZADO

             Estando de viaje me encontré en España con que las botellas de gaseosa venían con la tapa adherida a ella, lo que para un ignorante como uno, al abrirlas e intentar tomar directamente de ellas terminaba con la tapa pegada en el ojo o en el mejor caso contra la nariz o el pómulo. Curiosa situación, me dije. Pero la curiosidad natural en mí me hizo preguntarme por esa situación tan curiosa y sin clara explicación. Eso me llevó a que el doctor Google me respondiera: Las botellas en Europa tienen la tapa adherida como una medida para reducir la contaminación por plásticos de un solo uso, impulsada por una directiva de la Unión Europea (UE). Este cambio, obligatorio desde 2024, asegura que las tapas se reciclen junto con la botella al permanecer unidas, evitando que se pierdan en el medio ambiente y contaminen, especialmente las playas. Vea pues, me dije. O sea que tapa y botella juntas no contaminan, solo lo hacen cuando se separan, pero vea pues, cómo los europeos son tan inteligentes que hasta legislan por cuenta de una tapa y una botella. Pero supongo que el trasfondo no es ecologista porque no hay político que no dé prenda sin dedal. El favor a algún fabricante que se las ingenió con el negocio, piensa mi malpensante pensamiento.



             En el mismo viaje en un hotel me encontré con un aviso en el baño que decía que si dejaba la toalla colgada quería decir que no era necesario cambiarla, porque ahorra agua, cada gota cuenta. En una bolsa que había en el baño estaba etiquetada de la siguiente manera: Usa las toallas si solo las necesitas. Ayúdanos a reducir la huella hídrica, la de carbono y el uso de productos químicos. Si mal no recuerdo en el ascensor, ya de salida, vi un aviso que decía que si uno avisaba que no arreglaran el cuarto, tenía derecho a un desayuno, pues así se ayudaba al medio ambiente o algo parecido, si mi memoria no me falla.

             La ecología, he de confesarlo, ya me está cansando, se sobrepasan llegando al fanatismo y otros acude al expediente de la culpa, hacernos sentir culpables para ellos por su parte hacer ahorros, no porque estén muy interesados en la ecología sino en que obtienen mayores beneficios con menores costos, a costa de uno. 

            En fin, lo que hay que ver.

                … Frank lle llenaba la cabeza a Jared de mentiras. De unas mentiras que Jared se tragaría, porque lo peor de las mentiras es que la gente se las cree cuando se parecen a la verdad.[1]




[1] Palabras rotas. Karin Slaughter.




viernes, 12 de septiembre de 2025

SIN SEMILLAS

             Estando de viaje me encontré comiendo frutas. Deliciosas en su diversidad. En algún momento comiendo una mandarina me causó curiosidad que al comerlas no encontrara ninguna semilla, como ocurría con las que usualmente consumía en casa.

             Ninguna semilla. No recuerdo qué otras frutas comí y la curiosidad pudo más al comprobar que naturalmente debían tener alguna semilla, pero no, no las tenían. No sé si ese hecho las hacía más apetitosas y más dulces, lo ignoro, con el juego de la genética vaya uno a saber. No sé cómo habían manipulado genéticamente el asunto, porque así debía ser, pues también lo ignoro.

             Con tanto sentido ecologista actual, ese hecho llamó profundamente mi atención y me llevó a pensar que si la semilla desaparecía del fruto, a sabiendas que el árbol con el tiempo envejecía y dejaba de producir frutos, hoy sin semilla, antaño con ellas, no desaparecerían con el tiempo esos frutos, no se extinguirían y pasarían a formar parte de los libros de historia que narran las especies extinguidas. Que en el futuro, por ejemplo, nadie sabría qué era una mandarina, a qué sabía y cómo era salvo si investigaba o le preguntaba a un abuelo que las vio morir.

             De allí que concluyera si la manipulación genética no estaría llevando de alguna manera a la extinción de algunas especies. Me hace acordar de la papa, en mi época estaban bien definidas, tocana o tocarreña, sabanera, criolla, pastusa. De ellas, ya nadie sabe qué era una papa tocana ni su sabor, ahora se habla de papa R12 y otras denominaciones, por lo que a uno le toca, al comprar, dejarse llevar por la malicia indígena.

             Preguntas retóricas que no llevan a nada pero que me dejan con la preguntadera a flor de piel.

 

Según se decía en Constantinopla, habían salido de las manos del diablo para caer en las del demonio.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Alarico La agonía del imperio. Blas Alasio.


miércoles, 10 de septiembre de 2025

EL DERECHO ES UN DERECHO?

             Viví la experiencia de ver cómo el tener un derecho que no se puede ejercer es lo mismo que nada, lo mismo que no tenerlo.

             El escenario, una calle cualquiera de doble sentido; el carril derecho ocupado por vehículos parqueados frente a los avisos que expresamente contienen la prohibición de no parquear, pero que a pesar de ello son ocupados indebidamente. Tradicionalmente el sentido más usado en esa vía es el derecho, mirando de oriente a occidente. 

Iba en taxi y de un momento a otro entrando a esa calle nos encontramos con un trancón que, pensé, obedecía necesariamente a que la vía en la que desembocaba era principal y el paso se hacía lento por el gran tránsito de la otra. El tiempo pasaba o al menos eso me decía el taxímetro. Los vehículos se iban acumulando detrás nuestro y por delante estaban unos cinco carros y todos en el mismo sentido, ocupando naturalmente el carril izquierdo en razón a los cuatro o cinco carros que estaban parqueados, inmutables, en el carril derecho. 

Como siempre pasa en estos casos el desespero empieza a generalizarse cuando cada cual se va dando cuenta de su causa. Cerca de la esquina en la que desembocaba la vía por la que debíamos girar para tomar la principal, en el sentido izquierdo, había un carro que impedía el movimiento, aclarando que iba en su sentido, éramos nosotros los que invadíamos su derecho y por eso no podía avanzar para ejercerlo. El trancón se había generado por esa causa. La invasión del espacio público por parte de aquellos que estaban estacionados era la causa real del trancón, es decir de abusivos que parqueaban en lugar prohibido, de esos que lo hacen pensando en que son cinco minuticos mientras le compro una pastilla a mi abuelita, pero que parecieran que se hubieran estacionado para asistir a sus exequias.

 En una palabra, la colisión de derechos, con una aclaración necesaria, el que formaba el trancón era el que más derecho tenía de estar allí. Pero era solo ese, ya otro había decidido dar reversa y tomar otro camino. Una señora ya de edad y con cara de pocos amigos, plantada en su puesto, sin ningún ánimo de dar reversa por unos metros para descongestionar la calle. Y se mantenía en sus trece, lo tenía claro: estoy en mi carril y de aquí no me muevo, que se muevan ellos que son los que están invadiendo mi carril, lo que ya resultaba inútil pues eran más de veinte los que estaban a la espera en larga cola.

 En un principio pensé en lo terca y obtusa que era la señora. Todos lo pensamos. Nada más tenía que dar unos metros en reversa y se solucionaba todo. En todo su derecho estaba, pienso ahora, derecho defendido con testarudez y tesón.

 Los que veníamos en el otro sentido, la gran mayoría, teniendo parcialmente el derecho, porque ante la imposibilidad de andar por el carril adecuado, que era obstaculizado por quienes verdaderamente estaban incumpliendo, pensábamos en la terquedad ajena. Y el verdadero causante, unos abusivos mal parqueados, ajenos al daño provocado, pensando solo en la pastilla de su abuelita; aunque es curioso que nada más ver parqueado a un carro en zona prohibida los demás piensan que también adquieren el derecho al indebido parqueo, fenómenos sociológicos que uno nunca termina de entender.

 De esta manera llegué a varias conclusiones: los justos pagan por los pecadores; hay derechos que parcialmente usados impiden el ejercicio de otro derecho y a quien le asiste el verdadero derecho, hay veces en que le es imposible ejercerlo y termina siendo el malo del paseo.

 Y en la espera, no llegué a mi destino como pretendía y decidí bajarme del taxi, porque ya estaba cerca de él, sabiendo que la espera sería larga y que el taxímetro no pararía. Justos por pecadores.

 

No se viven los días, se viven los momentos.

Cesar Pavese[1].

Tomado de Google
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[1] La frase "No se viven los días, se viven los momentos" es una cita del escritor italiano Cesare Pavese, y refleja la idea de que nuestra memoria y nuestra experiencia de la vida no se basan en la sucesión de los días, sino en la intensidad y el significado de instantes específicos que perduran en el tiempo, convirtiéndose en los verdaderos hitos que nos definen. Doctor Google.


viernes, 5 de septiembre de 2025

CENIZARIOS

             En varias casas he visto cenizarios como parte del decorado en, generalmente, una sala, a lo colombiano, junto con la vajilla fina que no se usa, los platos que se pegan a la pared, las porcelanas, suvenires recibidos y demás tonterías que la decoran.

             Son las cenizas de alguien, está claro. Y me hizo pensar en las cenizas de los difuntos, en otros tiempos enterradas de cuerpo presente hasta que a los cinco años eran extraditados[1] de la fría tumba para pasar a ser custodiadas en una iglesia, en lo que creo que se llamaban osarios[2] y eso me llevó a pensar en los tiempos remotos en que la velación del difunto se hacía en la sala de la casa, lo que demuestra lo viejo que soy.

             Pero bueno, el tema es que pensé por qué carajos guardar unas cenizas que para nada útil sirven en la casa, sea una sala o un estudio, y tenerlos permanentemente a la vista sabiendo que a nadie, con el tiempo, terminan interesándoles. No debe olvidarse que el tiempo todo lo cura y ese cenizario, como parte del decorado, termina en eso, un objeto de decorado que no inspira nada, como lo hace una porcelana o la vieja vajilla fina que se heredó pero que termina sin usarse, porque es vieja y porque se supone fina, supongo.

 No me atreví a preguntar sobre el cenizario que me hizo escribir y menos siendo su propietario un ateo, lo que resulta más contradictorio, por demás. Pero le vi allí rodeado de libros, de objetos inservibles pero aparentemente parte de la decoración de un estudio.

 Qué hacía allí ese cenizario? Sigo preguntándome y pensé en que espero que mis restos no terminen formando parte de un decorado ni reposando en un osario eclesiástico, con que los boten a la basura es suficiente o simplemente los dejen en la funeraria para que ellos dispongan de lo pertinente, porque ese polvo ya no soy yo, ni sirvo para nada, ni siquiera para decoración porque seguro alguien que lo vea pensará lo mismo que yo:  Y qué hace un cenizario de decoración?

 Y pensando en cosas inútiles que uno guarda, para qué guardar las cenizas de quien ya no es? si todo queda en el recuerdo y eso es lo que lo mantiene a uno vivo cuando ya no se es.

¿Qué estoy haciendo aquí?, pensó. Merezco algo mejor. Luché toda mi vida por una posición, por la seguridad, hice algo de mí y de mis sueños, y esto no es justo, no es limpio. ¿Por qué yo? ¿Por qué no Phyllis, por qué no ella, por qué no las putas y los hijos de puta de este mundo? ¿Por qué yo?
Oh, demonios. ¿Por qué yo? [3]



[1] Y nótese lo viejo que soy, una vez abierto el ataúd el sepulturero procedía a hacer añicos los huesos con un martillo y si no me creen, pregúntenle a otro viejo como yo; aunque tengo entendido que actualmente luego de la incineración se hace lo mismo o se ponen en una prensa, qué sé yo, y no creo que lo hagan uno a uno pues la incineración se hace con todos los difuntos recibidos en el día, de donde deduzco que si se hace prueba de ADN a los restos entregados se encontrará uno con una gama genética increíble.

[2] La duda me hizo consultar la IA de Google que me acabó de confundir, o de hacer ver lo ignorante que estaba en materia idiomática, al decir: El lugar donde reposan las cenizas en una iglesia se llama cinerario o, en algunos casos, columbario. Un cinerario es un espacio destinado a guardar cenizas cremadas, mientras que un columbario es un tipo específico de cinerario que contiene nichos individuales o compartidos donde se depositan las urnas con las cenizas

[3] ¡Pánico¡ Bill Pronzini.