lunes, 22 de septiembre de 2025

VIGILANCIA SILENCIOSA

             En alguna conversación familiar oí que se decía que el momento del gran hermano había llegado, que había pasado de mito a realidad, a la vigilancia silenciosa. Y sinceramente así es.

             Los secretos y pensamientos silenciosos, digo, licenciosos o comprometedores ya no se pueden verbalizar, porque sin darnos cuenta estamos siendo vigilados, constantemente y mientras tengamos encendido un celular o un computador, o cualquier adminículo que se le parezca.

             A veces pensamos que lee el pensamiento, pero más que leerlo nos oye, así esté en estado inactivo y nos lee, con las preguntas, inquietudes o preferencias que reflejamos en ellos al hacer uso de chats, navegadores o cualquier programa de interacción.

             Pueden parecer pensamientos paranoicos de viejito, pero así es. Además nos sigue a todas partes, mientras esté en el bolsillo o en la mochila. Va guardando nuestras caminatas, destinos y lugares frecuentados. Pero por otra parte, ese gran hermano, a través de su IA (inteligencia artificial, todavía me sigue rondando la palabreja), pero como decía, esa IA está enterada de lo que oye, de nuestros deseos y lo va guardando todo, hasta nuestros odios y disgustos, simplemente por el hecho de estar activado, por estar atento a las barbaridades que publicamos en redes sociales; saben, como oí en la conversación, de nuestros gustos políticos, cómo gastamos la mesada, que nos gusta o disgusta hacer, a dónde nos gusta ir, qué religión profesamos y hasta nuestra historia clínica.

             Y ese gran hermano se llama celular o computador o tablet y ni modo de quitárnoslos de encima. Y lo digo por experiencia, si uno necesita comprar una aspiradora, por ejemplo, y consulta con el doctor Google, de inmediato toda publicidad se dirige a ese adminículo, única y exclusivamente.

             En conclusión, nos convertimos en esclavos de nuestro propio tiempo y el gran hermano se convirtió en una realidad. Estamos jodidos, pero qué le vamos a hacer. 

  No me agrada la informática —dijo.

—¿Por qué es eso?

—Resulta fría, deshumanizada. Las computadoras, las máquinas son sintomáticas del error del mundo cotidiano; de hecho, puede que se hallen en la raíz del problema. Por eso prefiero el pasado. Puede que sea imperfecto, pero hubiera preferido vivir hace un siglo que hoy. Y prefiero mucho más vivir hoy que dentro de un siglo; la probable configuración del futuro me horroriza.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Casos de archivo. Bill Pronzini.


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