En alguna conversación familiar oí que se decía que el
momento del gran hermano había llegado, que había pasado de mito a realidad, a
la vigilancia silenciosa. Y sinceramente así es.
Los secretos y pensamientos silenciosos, digo,
licenciosos o comprometedores ya no se pueden verbalizar, porque sin darnos
cuenta estamos siendo vigilados, constantemente y mientras tengamos encendido
un celular o un computador, o cualquier adminículo que se le parezca.
A veces pensamos que lee el pensamiento, pero más que
leerlo nos oye, así esté en estado inactivo y nos lee, con las preguntas,
inquietudes o preferencias que reflejamos en ellos al hacer uso de chats,
navegadores o cualquier programa de interacción.
Pueden parecer pensamientos paranoicos de viejito, pero
así es. Además nos sigue a todas partes, mientras esté en el bolsillo o en la
mochila. Va guardando nuestras caminatas, destinos y lugares frecuentados. Pero
por otra parte, ese gran hermano, a través de su IA (inteligencia artificial,
todavía me sigue rondando la palabreja), pero como decía, esa IA está enterada
de lo que oye, de nuestros deseos y lo va guardando todo, hasta nuestros odios
y disgustos, simplemente por el hecho de estar activado, por estar atento a las
barbaridades que publicamos en redes sociales; saben, como oí en la
conversación, de nuestros gustos políticos, cómo gastamos la mesada, que nos
gusta o disgusta hacer, a dónde nos gusta ir, qué religión profesamos y hasta
nuestra historia clínica.
Y ese gran hermano se llama celular o computador o tablet
y ni modo de quitárnoslos de encima. Y lo digo por experiencia, si uno necesita
comprar una aspiradora, por ejemplo, y consulta con el doctor Google, de
inmediato toda publicidad se dirige a ese adminículo, única y exclusivamente.
En conclusión, nos convertimos en esclavos de nuestro
propio tiempo y el gran hermano se convirtió en una realidad. Estamos jodidos,
pero qué le vamos a hacer.
— No me
agrada la informática —dijo.
—¿Por qué es eso?
—Resulta fría, deshumanizada. Las
computadoras, las máquinas son sintomáticas del error del mundo cotidiano; de
hecho, puede que se hallen en la raíz del problema. Por eso prefiero el pasado.
Puede que sea imperfecto, pero hubiera preferido vivir hace un siglo que hoy. Y
prefiero mucho más vivir hoy que dentro de un siglo; la probable configuración
del futuro me horroriza.
Tomado de Facebook
504496427_122118516488848668_382127407225766537_n
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Para ser incluido en entregas personalizadas pueden solicitarse en: jhernandezbayona@gmail.com