Si usted es sesentón (para
no insultar a los cincuentones) y está próximo a pensionarse o ya tuvo la
fortuna de adquirir ese título, resulta conveniente que tenga un plan B para el
retiro, porque normalmente el plan A casi siempre o casi nunca funciona, por
eso es mejor ser prevenido (o ser previsivo?).
Pero primero es prudente hacer
algunas advertencias, pues a partir de ellas puede dejar o no de leer las
barrabasadas que he podido escribir. Esa sería la primera advertencia.
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No es un plan de
ayuda, en últimas hará lo que a usted se le dé la gana, lo que buenamente puede
hacer o lo que le tocará hacer, por eso es que generalmente los planes B
sobran, porque si ni siquiera el plan A se adapta a las circunstancias, el B
con menor razón, pues es el alternativo, en caso de que no funcione el primero,
que como dije, normalmente no funciona. Así que échese la bendición y ruegue a
Dios que le vaya bien.
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Es importante que
no tenga limitaciones, que llegue a esa edad con todas las facultades,
psíquicas y sicomotores, con buena disposición, con mente abierta, porque si no
está bien de salud, si ya no puede leer, o sostener un libro, o caminar con
libertad, cualquier cosa que se diga es inútil, porque limitación es
limitación, por lo tanto tendrá que echarse la bendición y que mi Dios le ayude
a sobrevivir en esas condiciones. (No lo tome como insulto ni como menosprecio,
simplemente es así y mejor decirlo sin eufemismo). De igual manera si llega a
esa edad malhumorado, criticón, pesimista… En últimas sáquele provecho a su
propia situación.
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Como cada
situación es particular, no vale consejo para una situación particular, no se
le puede aconsejar al cojo que corra, por obvias razones, así que lo mejor es
que piense cómo aceptar la propia condición, su propia individualidad y su
propia circunstancia y cómo sacarle el mejor jugo a lo que queda de tiempo,
porque ya no hay retroceso, lo que se hizo, se hizo y punto.
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Recuerde que el
plan C siempre es el mejor, porque es aquél en el que el ser humano se somete
al indeterminismo, a la incertidumbre, que es lo único cierto que tenemos, por
más vueltas que le demos a los asuntos, no es lo que queramos, lo que
decidamos, sino lo que está escrito, en medio de la incertidumbre de la vida
alimentada por esa esperanza que le acompaña, como decían en algún lado, esta
noche puede ser la última, pero de todos modos pongo el despertador.
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No siga consejos,
son malos, más cuando están avalados por cualquier universidad extranjera
–porque afortunada o desafortunadamente a las colombianas no les creemos-. Por
eso insisto, recuerde que cada caso es cada caso, el omeprazol que a mí me
sienta bien a sumercé le puede caer mal. Si cambia el valsartán por el losartán
puede fallarle el mango, porque a mí sí me sirve y a usted, tal vez no, por eso
créale sólo a su médico (ojalá sea sesentón como usted). Pero eso sí, si le dan
muchas agrieras tómese un preparado de bicarbonato con limón o cómase una
rodaja de tomate, son efectivos, al menos por un rato!
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Mírese al espejo,
con tranquilidad y en medio de su soledad piense, dígalo en voz alta o grítelo,
como quiera: Hijueputa cómo estoy de
viejo! No pasa nada, el espejo no le responderá, aunque téngalo por seguro,
la imagen que reflejará, en esos ojos con ironía le responderá: tiene toda la razón, no es hora de
esconderse sino de aceptar!
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Si le dicen que
no puede, no puede. No lleve la contraria, aunque cuando esté solo,
íngrimamente solo, inténtelo, puede que le funcione, uno nunca sabe,
generalmente la gente no tiene la razón, como no la tiene la democracia, por
eso es mejor comer callado.
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Para evitar
discusiones siga la corriente, diga a todo ajá y hágase el pendejo. Después
haga lo que se le dé la gana o siga pensando como quiera, lo único que le queda
en la intimidad es esa vocecita soterrada, tramposa que le dirá lo contrario a
lo que está haciendo y puede hacerle caso, para evitar seguir sintiendo la
culpa, o mandarla al carajo y sentirse exculpado. Usted decide.
Y como
podrán ver, sólo puedo concluir que es inútil hacer un manual para viejos, para
aplicarlo cuando se llega a esa edad, porque cada cual es cada cual, cada uno
tiene sus propias limitaciones, mentales o físicas, y aún económicas (dadas por
el monto de la pensión, si es lo único que como yo logró formar) y por culpa de
esas advertencias que hice me di cuenta que sólo puedo escribir un manual para
mí mismo; para el resto, tal vez, pero tal vez, pueda hacer sugerencias,
comentarios o explicitar experiencias propias, pero nunca podré escribir un
manual para viejos, salvo el último consejo que se podría dar en tales casos:
in extremis circunstanciae (si existe el latinazgo), es decir, cuando llegue el
momento de la despedida final, dese la bendición y confiésese para que pueda
entrar a los cielos en la paz del Señor, si es que existe y si no existe,
échese la bendición, por si acaso, uno nunca sabe! Como ven, ni siquiera es
posible prever ni aconsejar sobre el último suspiro, porque uno nunca sabe cómo
le va a llegar y de pronto, no alcanza a decir ni pío.
La antigua forma de hacer las cosas ya no funciona, pero aún
no hemos encontrado la nueva forma de funcionar. Así que hay un vacío entre las
reglas que ya no sirven y las que aún tenemos que imaginar. Lo que tú haces es
señalar las contradicciones de unos líderes frente a otros, preguntar quién es
mejor... Eso está bien, pero el verdadero debate es cómo llenar este vacío.
Foto: JHB (D.R.A.)